CUBA: ‘PERIODO ESPECIAL EN TIEMPO DE PAZ’ Y DESARROLLO HUMANO. UNA REFLEXIÓN CRÍTICA
Resumen
Cuba, mediante la Revolución de 1959,
logró con soporte en el músculo económico y la transferencia de ciencia y
tecnología soviética, unos niveles de vida de alta calidad. Su política de
desarrollo no se fundamentó tanto en el crecimiento económico como en el
fomento al bienestar colectivo mediante el acceso a bienes y servicios
gratuitos. La etapa que va desde 1989 al presente, se conoce como ‘periodo
especial en tiempos de paz’ por darse en una economía de fuerte austeridad,
pero sin una guerra bélica. En este periodo ha debido mantener su política
social con base en una economía mixta centralizada que pacta y regula la
inversión y la iniciativa privada. Lo que se propone el siguiente artículo es
reflexionar cómo aún desde tales características y un bloqueo de más de cincuenta
años, la Isla mantiene positivos indicadores y cobertura fieles a sus
principios y cómo tales indicadores se anticipan al propio IDH, en tanto
contemplaron primero salud y educación más allá del crecimiento económico o el
PIB, propio del discurso desarrollista, aún en boga, como indicadores clave
para leer el bienestar de una sociedad.
Contexto
Con el triunfo de la Revolución cubana
en 1959, la Vanguardia Revolucionaria, constituida por una multiplicidad de
sectores, pasó por un periodo denominado como revolución democrático-popular
que duró hasta 1961, y en dicho año se comienza a fundar un nuevo grupo de
instituciones que reemplazarían la estructura burocrática pre-revolucionaria.
Ello quiere decir que se van creando cuerpos institucionales capaces de asumir
de manera más eficiente y transparente las tareas de la producción y servicios;
fundándose en marzo de 1960-83 la Junta Central de Planificación JUCEPLAN, como
reemplazo de la Junta Nacional de Planificación y la Comisión de Fomento
Nacional (Barbosa: 2012, 84). Para el mismo año se funda el Departamento de
Industrialización, adscrito al Instituto Nacional de la Reforma Agraria (INRA),
el Banco Nacional de Cuba fue elevado a categoría de banco de Estado con una
consecuente incidencia en la disciplina fiscal teniendo así que (Barbosa: 2012,
86):
El departamento de Industrialización, adscrito al INRA, en principio manejó los recursos bajo la figura de fondo centralizado. Pero por decretos 932 y 937 de febrero de 1961, dicho fondo pasó al Ministerio de Hacienda. La Ley 943 de Comprobación de gastos del Estado, se emitió para formar una disciplina financiera, servir de control de posibles brotes de corrupción y sobre todo, establecer una fiscalización minuciosa de la forma en que se gastaba el dinero del Estado, una vez desembolsado. La financiación era recibida mediante el Banco Nacional de Cuba y se ceñía a los planes financieros, en donde los montos adjudicados semestralmente era posible acumularlos hasta antes del cierre del año.
Para cumplir el objetivo de control y
disciplina financiera, se debió desarrollar una contabilidad uniforme que
permitiera tener integrado en un solo modelo el ejercicio financiero de las
empresas; lo cual no fue completamente logrado. De esta manera, el Sistema
Presupuestario de financiamiento, SPF trabajaba como
un método de centralización financiera, similar a la ‘caja única’ soviética.
Se fundan más ministerios. En el año
1959, el Ministerio del Bienestar Social y otro que fue promesa cumplida del
Manifiesto N° 1 del M26 de Julio ítem
15, denominado Ministerio de Recuperación de Bienes Malversados. Sin entrar a
detallar el asunto, lo clave es advertir que: a) en el periodo democrático-popular se va fundando la institucionalidad
necesaria para abordar lo que sería una Revolución popular socialista como vía
al comunismo, b) que en tal periodo
se estaban formando los instrumentos --como la contabilidad- para poder ordenar
las cuentas de las empresas y también determinar los impactos en la comunidad--;
es por ello que se da también un fuerte impulso a la estadística en salud como lo
refieren (Araujo & Llórens: 1985) y c)
dicha disciplina tenía como objeto lograr el posterior empalme de cuentas
análogo con URSS y los países del CAME, tal cual se produjo en 1972. Con esto
lo que se tiene desde el año 1959, una fractura con la clásica forma de cuentas
nacionales y mediciones; donde el año 1962 cuando Cuba se declara en voz de
Fidel Castro Ruz, como socialista y Marxista-leninista es aún más contundente
en sus formas propias de medición y la reserva frente a cómo se miden los
patrones de bienestar y las cifras en sí; asunto que ahondaremos para ver la
dificultad ya señalada.
‘Periodo especial en tiempo de
paz’ e Índice de Desarrollo Humano (IDH)
Cuando la URSS inicia su desintegración,
con el consecuente paso a una economía de mercado, Cuba decide continuar el
rumbo socialista --como una transición estacionada en un periodo larval-- hecho
que ya había previsto Fidel Castro en un discurso al Pueblo cubano en 1986.[1] Tal anuncio, más que anecdótico por su aura premonitoria, se ve
acompañado de una serie de medidas como el fomento a la industria turística,
asunto para tomar con pinzas pues, aunque a la Revolución le interesa la
socialización de sus logros y en ello juega un papel clave el turismo además de
las ganancias generadas por el mismo, éste no era el elemento central de cara a
lo que debería venir en el marco de los acuerdos firmados con la URSS y el
CAME. Como podemos apreciar en (Díaz: 1988, 17) las metas quinquenales del
ámbito socialista desde el CAME, estaban dirigidas a la industrialización y
desarrollo científico-técnico de los países de tal comité:
Construcción y exploración conjunta de empresas industriales y de otro carácter por países interesados, mediante la participación de recursos financieros, técnico-materiales y de mano de obra; Concesión de diversos créditos en condiciones y plazos de amortización ventajosos, estipulados en convenios especiales; Ayuda eficaz en el avance de la ciencia y en el aceleramiento del proceso científico-técnico; Prestación de ayuda gratis por los distintos países en los casos convenidos, etc.
De esta forma, se evidencia que la Isla
debe afincar sus esfuerzos económicos para mantener los programas sociales
impulsados por la Revolución, en sectores como el turístico que devino -acerca
de ello no conozco al momento estudios pero lo deduzco de charlas mantenidas
con cubanos y cubanas durante mi estancia en enero-marzo de 2012- en un
recrudecimiento de la prostitución y el rebusque
con el turista. A ello se suma la necesidad de reorganizar el agro, de cara a
la auto-sostenibilidad alimentaria, el impacto que ello trajo en el cultivo de
caña de azúcar, el fomento a ciertos sectores de la bio-medicina y la
neurociencia, como formas de lograr posicionar una suerte de venta de servicios
médicos de alta gama, como parte de los plus generados por el ‘periodo de oro’
-1959-1989- de la Revolución. A ello se suma el ingreso de remesas a cubanos de
familiares en el exterior desde 1993, en síntesis una diversificación de la
economía que propició la reducción de la burocracia estatal y el llamado
trabajo por cuenta propia o cuanta-propismo.
Debido a esta reorganización del sector
productivo, que involucró el racionamiento de energía eléctrica y petróleo –por
ende del transporte y servicios o fuentes de empleo-, es que Cuba comienza a
presentar un comportamiento negativo respecto a los índices que registraba
durante lo que denomino, el ‘periodo de oro’ de la Revolución. Así, entre 1989
y 1993, se pueden apreciar bajones en tasas de alfabetismo y escolaridad, pues
la situación presionaba a las familias a concentrarse en labores de
subsistencia que el Estado no podía cubrir; momento este propicio para referir
que, el periodo especial en tiempos de
paz, se refiere precisamente a la necesidad de entablar una lógica
económica y unas prácticas sociales propias de un periodo de guerra en tiempos
de paz; donde de hecho existe una guerra económica latente desde el bloqueo, exacerbado
ahora tras la desaparición de socios comerciales en el contexto del CAME.
Carmelo Mesa-Lago, experto cubano en
economía y política social cubana y latinoamericana, al analizar el proceso de
la Isla propone una alternancia de ciclos ideológico-económicos denominados
idealista y pragmatista. Con ello se refiere a momentos en donde la Revolución
se comporta más acentuadamente en un espacio de afirmación de los principios
revolucionarios –cercanos al ‘hombre nuevo’, a las jornadas voluntarias etc.- y
otro en el cual se da participación a elementos del mercado y en este sentido,
el ‘periodo especial’ expresa una fase pragmatista de 1989 a 1997. La anterior
figura de los ‘ciclos’ la he adoptado como elemento para entender el
comportamiento de la economía, con base en la ideología y es clave para
apreciar el comportamiento de los índices sociales, así como la coherencia con
la vivencia de la Isla. No desconozco que tales índices son igualmente
cuestionables en cualquier modelo económico-social y es el punto álgido entre
lo cualitativo y lo cuantitativo que refería en el introito.
Respecto a la fiabilidad de las cifras
cubanas y su posible conversión a los estándares internacionales refiere
(Mesa-Lago: 2003, 113-114) lo siguiente que cito extensamente por la
complejidad del tema:
El Banco Mundial, en su Informe Mundial de Desarrollo, ordena anualmente a los países de todo el mundo usando el PIB por habitante (per cápita o p/c), ajustado a la inflación y convertido a dólares de EEUU con base a la tasa de cambio oficial y al PPA (en adelante PIB p/c PPA $). Los países son clasificados en 3 grupos: alto, mediano y bajo (Banco Mundial 2002). En los decenios de los sesenta y setenta, el Banco Mundial incluyó a Cuba en su Informe Mundial. Pero entonces el régimen cubano usaba el llamado <<sistema del producto material>> (SPM) típico de la URSS y los países del socialismo real, mientras que el resto del mundo utilizaba el <<sistema de cuentas nacionales>> (SCN). Ambos no son comparables ya que el SPM contaba varias veces el valor de un producto en sus diversas etapas de procesamiento en vez de sumar sólo el <<valor agregado>> en cada etapa como lo hace el SCN. Por ejemplo, el algodón se transforma sucesivamente en hilo, tela y prenda de vestir, el SPM contaba el valor del algodón cuatro veces mientras el SCN sólo sumaba el valor añadido en cada etapa de la producción del vestido. […] Además los cubanos cambiaron cuatro veces la fórmula de cálculo del SPM, de manera que había cuatro series que no podían empatarse.
A lo anterior, el autor suma otros
hechos como, i) incompatibilidad entre las cifras del IDH y las emitidas por
Cuba, ii) por lo anterior, ¿cómo hace los cálculos el IDH sin tener en cuenta
las cifras cubanas?, iii) para explicar lo anterior, sugiere ir a las notas
explicativas de los informes donde se aprecia cómo se efectuaron las
operaciones –explica algunas- y iv) se toma a Cuba a veces, ante la ausencia de
datos propios, referenciada en otros países del Caribe como los de habla
inglesa con otros parámetros internos de medición diferentes a los de Cuba y
otro modo de producción. El PNUD al reconocer la incompatibilidad de las cifras
cubanas respecto a los otros países del índice, retiró a Cuba por algunos años
del IDH y lo volvió a incluir sin corregir los errores de la medición en los
años incluido (Mesa-Lago: 2003, 127).
Cuba en la década de los 90’s pasó en la
medición mundial del lugar 61 al 89 y en el ámbito latinoamericano del 9 al 12
(Mesa-Lago: 2003, 112), pero ante el cambio de medición con el IDH tuvo un
repunte significativo -lo que Mesa-Lago llama salto milagroso- pasando del 89
al 54 lugar en el mundo y del 12 al 9 en América Latina. Llegó en el año 2000 a
los lugares 56 y 6 respectivamente. Esto frente a la falencia que presentan las
propias cifras cubanas como ya señalábamos líneas arriba. Al respecto, pienso
que las cifras aunque yerren en su medición y las indiscutibles incoherencias
detectadas por un experto como Mesa-Lago de manera abundante, se debe tener en
cuenta que se dan en el periodo de esplendor del neoliberalismo; es decir, el
reino del mercado sobre el Estado; donde los índices de calidad se deduce
bajaron y se pudieron encubrir en cifras. Lo cual detallaremos en el aparte
intitulado, Interludio: neoliberalismo y
privatización en los 90’s en América Latina.
En síntesis tenemos que: a) la caída de los socios comerciales,
CAME-URSS, afectó el programa quinquenal que tendía al despunte
científico-técnico e industrializador de la Isla, comprometiendo la energía de
la Vanguardia Revolucionaria a buscar formas creativas para atender las
carencias del denominado ‘periodo
especial en tiempos de paz’, b)
por lo anterior, se pasó a un ciclo pragmatista en términos de Mesa-Lago, que
se caracteriza por la incorporación de elementos de mercado, ya vistos, c) las mediciones de índices de
política social decaen ante tal crisis, apreciándose en los escalafones para
Latinoamérica y el mundo, que veremos con cierto detalle más adelante y d) la fiabilidad de las cifras y los
sistemas de comparación con otros países del IDH, a los ojos del experto
Mesa-Lago, dejan dudas, favorables y desfavorables, pero siempre inasibles,
acerca de las condiciones de vida de la población cubana.
Se aprecia así, cómo confluye con el
‘periodo especial’ -que a nuestros días no termina- el Índice de Desarrollo
Humano IDH, creado por Mahbub ul Haq, y adoptado desde 1990 por la ONU, en su
Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD. Cuba hasta el año 1989
gozó de buenos indicadores -algunos como vimos no se sabe cómo se contrastaban
con los internacionales- pero luego de tal fecha, debido al bloqueo y la caída
de sus socios del CAME y la URSS, claramente no pudo responder a todo el nivel
de bienestar que antes entregaba a su población. Sin embargo, varios de sus
indicadores y políticas sociales aún conseguían estar en buenos lugares. La
Isla, se posiciona a niveles similares a los 80’s; por esta afinidad con los
ítem que adoptó en los 90’s el PNUD; puntos fuertes históricamente sustentados
en la Revolución.[2] Sin embargo, Mesa-Lago, como se vio en su argumentación, es
escéptico respecto a que varios indicadores puedan en verdad usarse para la
comparación con otras economías y otras realidades o si expresan la realidad
cubana.
Esta confluencia entre el periodo especial en tiempo de paz con
una baja en los índices de bienestar social, consecuente con el debilitamiento
económico que ya no goza de los créditos y subsidios soviéticos, con la
inserción del IDH ofrece un difícil cuadro de análisis por los siguientes
aspectos: a) comparar una economía
como la cubana marginada por el bloqueo, con economías disímiles del área
caribeña, muestra otra ocurrencia desafortunada del indicador internacional del
PNUD, b) se puede decir que tal
medición internacional encubre las falencias en otros aspectos de la política
social cubana ensalzando además el sostenimiento de la Revolución y generando
una cortina de humo sobre una crisis que se hace insostenible, c) también se puede apreciar que el
contexto cubano, sumergido en el bloqueo continuó aflojando en calidad y no
tanto en cobertura y ello soporta la crítica respecto a la fiabilidad de sus
datos, aun respecto a la omisión de rubros como transporte, agua potable,
alimentación, vivienda, empleo real etc., y d) los dos puntos anteriores no pueden omitir, sea cual sea la
conclusión a la que se llegue, que los años 90’s constituyen la consolidación
del neoliberalismo, punto que veremos a continuación como interludio, antes de
revisar algo de la literatura respecto al IDH vs el desarrollo económico.
Interludio: neoliberalismo y
privatización en los 90’s en América Latina
Sin perder de vista los literales
anteriores, explico cómo andaba el mundo en ese justo momento en que Cuba asume
el ‘periodo especial’ y se crea el IDH; ello de cara al mentado desarrollo
económico desde Walt W. Rostow en los 60’s.
Tras 1973, con el golpe militar dado por
Augusto Pinochet en Chile al Presidente Salvador Allende, se pasa en 1975 al
experimento neoclásico y monetarista de inspiración friedmaniana, con centro en
la Universidad de Chicago USA, denominado Chicago
Boys; por ser un grupo de cerca de veinticinco chilenos egresados de la
Universidad católica de Chile y formados en Chicago. Éstos –que luego
integrarían los gabinetes de hacienda de la dictadura argentina de Videla-
intervinieron la economía chilena con políticas privatizadoras –menos Estado y
más mercado- en los sectores propios del Estado de bienestar -ampliado durante
el breve periodo allendista- liberando la economía con inversión extranjera,
reajustando las cargas fiscales y el presupuesto nacional.
A tal suma de hechos –que no me interesa
detallar- se denominó ‘el milagro de Chile’. Las presiones económicas propias
de una desaceleración económica iniciada en los 60’s y manifiesta en los 70’s,
encontró en USA e Inglaterra, los nuevos espacios para la implantación de
dicho ‘exitoso’ modelo a finales de los
80’s, creado por Milton Friedman en Chicago, Illinois y respaldado por teóricos
como Friedrich Hayek y Arnold Harberger, entre los 60’s y 70’s.
El fin del mundo bipolar en 1989,
consolida la nueva hegemonía estadounidense, en lo que W. Busch padre dio en
llamar ‘nuevo orden mundial’; con ello, el Consenso de Washington, CW, se
reafirma a modo de ‘nuevo Breton Woods’ y por un lado, entrega la primera guerra
por recursos energéticos en Irak y Kuwait; por otro, se presentan varias
reformas constitucionales en América Latina, de la mano de gobiernos alineados
al CW que entregan las industrias
nacionales a una competencia insostenible con las grandes estadounidenses,
canadienses y europeas, principalmente, además de reformas a la salud y
pensiones, con privatización de la misma, así como de la educación superior y
algunos servicios otrora competencia del Estado como la telefonía o la
recolección de basuras. Contigua fue creada la Organización Mundial del
Comercio en 1995, reajustando las condiciones de mercado como elementos previos
a un nuevo ALCA –nuevo frente a la iniciativa integracionista de los 60’s
llamada Alianza Latinoamericana de Libre Comercio ALALC- que fracasó como negociación
de carácter unilateral a favor estadounidense, y que devino como varios TLC.
Los daños efectuados por tal oleada
neoliberal se ha recrudecido a nuestros días, teniendo en cuenta que: una fue
la ofensiva incesante de reformas constitucionales abriendo zonas económicas
exclusivas y reformando las ya magras leyes laborales de los 90’s y otra, las
alianzas regionales y recurrencia de TLC´s que socavan por otro lado sectores
económicos, micro empresariales, agrarios y agro-industriales medianos, con una
fuerte incidencia del ámbito supranacional como lo son las grandes
trasnacionales tipo Monsanto o Dupont.
En
síntesis, sólo asomándonos un instante a la actual ofensiva privatizadora en
México y siguiendo su deterioro desde 1993 con la firma del TLCAN, podemos
apreciar que los índices del periodo 1991-2013 pueden mostrar una realidad muy
distinta en su calidad real, debido a la manipulación de las formas en las
cuales se determina medir empleo, salud, educación etc. Esto al confrontarse
con la realidad cubana tiene que salir necesariamente del margen dudoso del
‘dato duro’ para ponerse en el plano de las desventajas que ha traído para
México y América Latina una política de más mercado que Estado, opuesta a la
cubana. En ello ahondaremos más adelante.
Lo que dice la literatura sobre
el IDH
En este apartado tocaremos los puntos
relevantes de dicha literatura, para ahondar así en esta relación entre la
política social cubana de los 90’s y el IDH. Por la inercia de una vieja
reflexión acerca del desarrollo humano que data, según comenta (ul Haq: 1995, 2) desde Aristóteles, pasando
por Kant, Marx y Mill, viene a encontrarse con la noción de crecimiento
económico. Tal contraste es un punto álgido, por lo cual mostramos un cuadro
comparativo que permita poner en evidencia las dos tendencias, en sus ideas
neurálgicas. * Uh = ul Haq / ** Sen Amartya = SA
Las anteriores son ideas básicas que permiten entender la lógica y basamento del IDH; pero miremos además cómo dice (ul Haq: 1995, 7) que se consolida tal índice:
A fines de la década de los ochenta se había madurado para una contra ofensiva. En muchos países era obvio que las vidas de las personas se estaban marchitando, a pesar de que la producción económica se estaba expandiendo. Algunas sociedades estaban logrando niveles bastante satisfactorios de bienestar humano, a pesar de contar con ingresos bastante modestos. Pero nadie podía negar los signos de angustia humana dentro de las sociedades más ricas: aumento de las tasas de criminalidad, aumento de la contaminación, propagación del virus VIH/SIDA, un debilitamiento del tejido social. Un alto ingreso, por sí mismo, no significaba defensa alguna contra la privación humana; tampoco las altas tasas de crecimiento económico se traducían automáticamente en una mejora de calidad de vida. Surgieron nuevos cuestionamientos acerca del carácter, la distribución y la calidad del crecimiento económico.
Si relacionamos el párrafo anterior con
nuestro ‘interludio’ podemos apreciar que hay una presión no sólo de un
capitalismo exacerbado y que delira en las tasas de crecimiento de la segunda
posguerra, sino que las demandas sociales vienen acumulando fuerzas desde los
60’s –la Primavera de Praga, en el ala socialista, el mayo francés, el
Tlatelolco mexicano- entendían la lógica guerrerista de la
expansión-acumulación capitalista y por ende, juzgan un tipo específico de
racionalidad, donde sólo lo mensurable y evaluable es tangible; encubriendo la
creciente brecha entre pobres y ricos, atrasados – desarrollados,
industrializados – primario-exportadores. Cuba desde inicios de la Revolución
valoró las políticas ahora en boga, de hecho, a falta de una hoja de ruta clara
en tal comienzo se acercó a figuras cepalinas como la IED, el desarrollo
endógeno etc., que expresaban las formas reformistas sin cambios estructurales.
Llegado su momento en alianza con la URSS y el CAME, profundizó sus sistemas de
salud y educación –para poner el ejemplo en los campos claves propios del IDH-
en relación de 1-20 cada año en la inversión en salud; es decir, entre 1959-79,
multiplicó por veinte su inversión (Araujo & Lloréns: 1985, 27). Y, ¿acaso
son los 60’s o los 70’s las décadas de la puesta en discusión de un IDH? Acaso,
¿los estudios sobre DH asumen o reconocen esta experiencia práctica, que
constituía y constituye un referente para apreciar, más allá de las cifras la
calidad y cobertura de la política social cubana?[3] Acaso ¿intentaron apreciar con buenos ojos una mayor presencia de
Estado que de mercado en la Isla? Esto lo refiero pues las críticas se volcaban
significativamente a juzgar el carácter democrático o no de la revolución,
simplificando la discusión del ‘todo cubano’. No me refiero, en este último
sentido a los teóricos del DH, sino a la lectura general anti-cubana hasta
nuestros días.
Si se revisa el cuadro comparativo, se
puede inferir que la política cubana se ha esmerado en el DH, sin negar errores
aislados de inoperancia, ineptitud, corrupción y falta de un sentido de
pertenencia necesario en la construcción de cualquier modelo socio-económico.
La lejanía de instituciones como FMI o BM -que el propio Amartya Sen reconoce
como lesivas para el DH- explica la sanidad de la hoja de ruta cubana, que pese
a estar ligada al grupo de países socialistas y los cuestionamientos que se les
pueda hacer, tuvo la independencia para actuar bajos principios singulares;
como son su base ideológica no sólo Marxista-leninista sino Martiana. Su
internacionalismo no se ha expresado como mero apoyo belicista, con tropas o
experiencia en inteligencia y tácticas de combate, pues en el campo de la salud
y la educación, centrales en el IDH, ha ofrecido brigadas de médicos y
educadores a África, Asia y América toda.[4] Es difícil en este punto no sonar pro-cubano pero quiero llamar
la atención sobre elementos básicos e inocultables entre política social cubana
vs IDH como son: a) la apuesta de la
Revolución desde el inicio no fue la economía sino lo humano –el ‘hombre nuevo’,
asunto propio de la vena guevarista y que debe matizarse por la alternancia de
los ciclos idealista y pragmatista, de Mesa-lago ya explicados-, b) el IDH se basa en las variables
salud+educación+PIB p/c, integrando dos variables propias del modelo cubano
fortalecidas en la Revolución, como se vio, c) el ingreso como factor de equidad, es un asunto que ha hecho
crisis durante el ‘periodo especial’ como apreciaremos más adelante e incide en
el tipo de servicios a los cuales accede el cubano promedio y d) hasta ahora he creído o no he
cuestionado las cifras que pueden desprenderse de tales mediciones aunque he
dado algunas aristas críticas como lo referido en el literal ‘d’ de la página 7
y la síntesis de la página 9.
Las cifras: verdad o mentira
El detallado análisis de Mesa-Lago
respecto a la poca fiabilidad de las cifras cubanas, la imposibilidad de
homologarlas por su estándar de corte soviético, lo errático de los métodos de
conversión o analogización de índices cubanos con los de las antillas por parte
del IDH, sumado a la referida decaída de los índices de bienestar propios de la
implantación del modelo neoliberal, que conllevaron a un cambio en los esquemas
de medición para demostrar resultados que no estaban ocurriendo o encubrir
otros, -¿será el caso del IDH?- son algunos problemas que por ahora puedo
detectar al momento de aproximarme a certidumbres frente a cómo hacer la
lectura de datos.
Lo claro es que Cuba revolucionaria
nunca ha buscado el crecimiento económico como fin social, más allá de los
ciclos pragmáticos que haya debido asumir. También es claro que la preocupación
por la salud y la educación es primera en Cuba –desde los 60’s- que en el IDH
adoptado por PNUD a inicios de los 90’s. Asimismo, la expresión concreta de esa
política cubana de bienestar se puede apreciar en la cantidad de médicos por
cada mil habitantes, en sus acciones humanitarias internacionalistas que se
afincan en la contemplación de la política social, no sólo como un asunto
nacional sino internacional (CPC: 1976, 7), en la protección fundamental a la
infancia desde el periodo prenatal hasta los 5 años de edad y en la ampliación
de la expectativa de vida, entre otras. De esta forma las preguntas frente a
las cifras que me planteo ahora es: ¿las cifras de bienestar social sustentan
políticas de gobierno? o ¿los gobiernos sustentan las cifras de bienestar
social? Las cifras son una guía y como todo lo teorizado, una representación
ideal de la realidad. Si asumo la primera pregunta como una afirmación, infiero
que el dato debe ser expresión teórica de la realidad social. Si asumo la
segunda, lo que acepto, es que es el poder gubernamental quien adecua el dato
para sustentar una ‘realidad irreal’.
Pero lejos podría estar con estas afirmaciones
de acercarme a las gamas de grises que se interponen entre el blanco y el
negro. Es necesario reconocer que son prácticas simultáneas o alternadas que
hacen que la política social, el IDH y el CE, fluctúen y se escondan o finjan
cuando tiendan a aparecer decrecientes, pues son ante todo, expresiones de
ciencia aplicada y mediada por el poder, cualquiera que éste sea. Esto nos pone
frente al modelo de ciencia y medición, como referentes propios de la
modernidad que abarca al capitalismo y al socialismo, sin negar la sustancia y
calidad mayor o menor en su proximidad con las calidades a potenciar en el
humano en el modelo socialista. El hecho de llamarlas ‘calidades’ ya plantea un
lío como parte de una estructura mental de la que quizá, por ahora no pueda
escapar.
Con lo argumentado, decir que las cifras
son verdad o mentira, que ayudan o no, sería un debate maniqueo que debe
trascenderse más allá del tipo de modelo económico-social -en tanto que en
cualquier tipo de sociedad hay hombres y mujeres con la capacidad de falsear o
mostrar de manera fiable- para ponerlo en términos de aproximación más
verosímil a la ‘realidad real’ de la política social para los humanos y la
naturaleza. Este asunto del dato es una preocupación como soporte de la
investigación central para mi método de investigación y por ende, de exposición
de lo que será analizar los cambios y continuidades en la política social
cubana.
¿Por qué un IDH en pleno
periodo neoliberal?
Líneas arriba me preguntaba –página 12-
si la implantación del IDH, respondía a una estrategia para mostrar hechos que
no estarían ocurriendo u ocultar otros, en pleno inicio del periodo
neoliberal. En tal sentido, recabar en
que responde a una expresión de un poder que encuentra algunas ‘bondades’ en el
mentado índice como herramienta para mostrar resultados de impacto social. Es
decir, me pregunto ahora por el factor político que conlleva a implantar al IDH
como vector –por contener más de una variable- de lo que sería llamado los
‘Objetivos del Milenio’; que antecedidos por el fracaso de los incentivos al
desarrollo, el IDH mismo y la Cumbre del Milenio, acontecida en septiembre de
2000 en New York, se plantean metas de erradicación de la pobreza,
escolarización primaria universalizada, igualdad de género, medio ambiente,
control y erradicación de muerte infantil y materna así como del VIH-SIDA. No
quiero ser pesimista frente a la posible presión positiva de los movimientos
anti-globalización o anti-sistémicos, pero es curioso aceptar que en el momento
en el cual USA logra la hegemonía como manifestación del capitalismo más
salvaje -que es no sólo el capital financiero en acción sino el éxito de una
economía de guerra fundada o al menos reafirmada desde 1945- acuerde y consense
establecer un IDH en 1990 a través del PNUD, y una década más tarde los referidos
‘objetivos’.
Mi percepción es la siguiente y claro no es
más que un esbozo de lo que significaría adentrarse a analizar: la iniquidad es
un asunto que la teoría del desarrollo y el subdesarrollo económico desde el ‘Manifiesto no comunista’ de Rostow, tenían
claro no traería el desarrollo ni económico ni social al ‘tercer mundo’. Fue
una reedición del colonialismo para penetrar con inversión extranjera las
economías del ala atrasada, la misma que se llenaba las arcas con los dineros
aportados por ALPRO y entidades supranacionales de crédito. Al iniciar la
hegemonía estadounidense –nuevo orden mundial dijo Busch padre- ya los índices
de desigualdad andaban altos. Entonces, ¿qué garantiza el IDH? A mi modo de
ver, encubrir la falacia de una posibilidad de desarrollo igual al de los
países industriales calibrada mediante la variable ingresos. Si mediante los
salarios se hubiera podido tener acceso a bienes y servicios, ¿para qué un IDH?
En mi concepto el IDH no es más que una
cara amable para deslindarse de medidas economicistas y pensar en una suerte de
capitalismo amable u otro. Simplemente encubre el fracaso de la política
mundial para establecer mediante el ingreso y el crecimiento económico por
muchos años, la forma de medir las formas de bienestar social.
En suma, al no poder arribar a índices
salariales y de ingresos mejores y universalizados, al paradójicamente ir
direccionando políticas de austeridad en los Estados, y reformas
constitucionales frente a pensiones y seguridad laboral, al golpear las economías
y las precarias industrializaciones latinoamericanas con una nueva fase de
importaciones con pérdidas al llegar abaratados productos elaborados en
Suramérica y el Sur en general, no se puede entender un IDH que como descaro,
ahora pretenda medir índices de bienestar evadiendo la variable ingreso al
sumar ingreso p/c + salud + educación. Donde los últimos dos factores, son
muchos más manipulables que la variable ingreso. Esto último pues, cuando
Ernest Labrousse decide una historia cuantitativa –denominada Cliometría- se
basa en la revisión de precios y salarios (asunto que retoma la escuela
regulacionista) porque son los datos más fiables para analizar los procesos
económicos de cara a las personas del común, a trabajadores, asalariados, al
Pueblo. No se puede publicar un informe donde figure un salario que no fue el
verdadero para tal o cual año. Un precio de la gasolina es el precio de la
gasolina socialmente manejado; ninguno de los dos se puede fingir de manera tan
franca como, un índice de empleo, escolaridad, expectativa de vida, etc. Por
ello creo que el IDH al integrar variables permite retirar la atención del
salario; expresión de un ‘posible’ crecimiento económico y reinventar estos
objetivos del milenio que entonces, nos hablan de: o un Estado más fuerte o un
mercado más ‘amable’ –mercado de servicios- para jalonar salud y educación.
Obviamente, esta disyunción, sólo la puede resolver un Estado más fuerte, que
se manifiesta desde los años 60’s en la política social cubana, con todas las
críticas que puedan caber.
La actualidad de Cuba en cifras
Más allá de las cifras ofrecidas por
Cuba desde inicios de la Revolución, de las cuales en los investigadores de la
economía cubana siempre se sentirá tal querella (Mesa-Lago 2003, 76) lo
verosímil es que durante el periodo 1959-1989, hubo las condiciones económicas
para sostener unos índices de calidad de vida altos para los habitantes de la
Isla. La implantación del ‘periodo
especial en tiempos de paz’ como vimos, apretó las condiciones y obligó al
arribo a un nuevo ciclo pragmatista tras haber pasado por un ciclo idealista en
los 80’s con la denominada ‘rectificación
de errores’. Lo que se pude apreciar tanto al leer a Mesa-Lago como por
experiencia propia es algo que el propio Fidel Castro advertía en 1993 y señala
puntualmente (Mesa-Lago: 2003, 76):
Una de las cosas por las que la Revolución puede ser reprochada, es que trajo demasiada igualdad, estableció el igualitarismo y eso tiene que ser rectificado porque no estaba funcionando y funciona aún menos en una situación de pobreza. Mientras más pobreza [hay], menos funcional el igualitarismo… Estos cambios [las reformas introducidas] fueron inevitables y tenemos que hacer algunos más que promoverán el individualismo, el egoísmo, harán más importante el valor del dinero, [ellos] tienen efectos alienantes.[5]
Así, en la actualidad se aprecia una cobertura siempre esmerada en
su universalidad. Pero el acceso a bienes y servicios se está viendo
condicionado por: a) el recibo de
remesas del exterior -que supera los 2600 millones de dólares al 2012- crea una
brecha de acceso e iniquidad en habitantes de la Isla, teniendo un impacto en
el aspecto racial; en tanto de un 100% de receptores el 65% son blancos
(Mesa-Lago. 2003, 84), b) los
militares consuetudinariamente han tenido un régimen de salud especial que los
distancia de la población en general, c)
la calidad de diplomático, artista o deportista abre oportunidades de
diferencial de oportunidad a accesos a bienes y servicios para familiares de
tales personas. De los tres anteriores, el literal ‘a’ lo considero el más
significativo. Con tal panorama se advierten las cifras de la Isla y las que
presenta el IDH, que como se vio, ha sacado del mismo a Cuba en algunas
ocasiones y otras tantas han interpretado a su modo las mismas; a veces de
manera más alentadora que la propia Isla lo manifiesta.
Para
finalizar sin concluir, aunque analizamos lo que
ha significado la medición a lo largo del periodo Revolucionario, centrándonos
en el ‘periodo especial’, el presente texto lo que evidencia es la urgencia de
encontrar una forma de aproximarse a las mediciones nacionales de Cuba y las
tablas de ranking internacional vía IDH. Esto pone de manifiesto la necesidad
de un análisis histórico-político de las circunstancias que las engendra, así
como de desarrollar una metodología para acercarse a tales cifras; u omitir
indicadores para centrarse en un análisis cualitativo e histórico, así como
ideológico, socio-económico y político. O tal vez, contemplar cómo desde
salarios y precios –más subvenciones propias del ‘igualitarismo’ referido por
Fidel Castro, en salud, educación, servicios residenciales, vivienda,
recreación etc.- para acercarse con hondura a lo que expresa la política social
cubana. En tal sentido, el IDH sería ideal como medida de comparación
internacional pero depurando los vicios que puede tener tal índice. ¿Con qué
comparar? De cara a la utilidad para la Isla como para otras experiencias de
política social o pública, lo aquí tratado debe verse en este sentido literal: como
un ensayo y una reflexión.
Barbosa Domínguez, J. (2014). CUBA: 'PERIODO ESPECIAL EN TIEMPO DE PAZ' Y DESARROLLO HUMANO. UNA REFLEXIÓN CRÍTICA. (U. A. Sinaloa, Ed.) ARENAS 38(38), 109-123.
Bibliografía
ARAUJO Bernal Leopoldo &Lloréns
Figueroa José. 1985, La lucha por la salud en Cuba. México Editorial Siglo XXI.
382 Págs.
BARBOSA Domínguez Jhosman Gerliud.
2012 Ideología y economía en transición.
Cuba 1959-1991 Una aproximación. Tesis de Maestría UNAM México 136 Págs.
CPC Carta política de Cuba. 1994
Preámbulo. México. FCE. 41 Págs.
DÍAZ Vázquez Julio. 1988 Cuba y el
CAME. Editorial Ciencias Sociales. La Habana 196 Págs.
MESA-LAGO Carmelo 2003 Economía y
bienestar social en Cuba a comienzos del siglo XXI Editorial Colibrí. Madrid.
210 Págs.
SEN Amartya. 2006, Desarrollo como
libertad. Entrevista Cuadernos del CENDES Año 23 N° 63 tercera época septiembre-diciembre.
UAEM México 16 Págs.
UL HAQ Mahbub. 1995 El paradigma
del desarrollo humano. 27 Págs. A partir de extractos de “Reflexiones sobre
desarrollo humano” capítulos 2 y 3 de Oxford University Press. N.E.
· Historiador colombiano por la Universidad Nacional de Colombia.
Maestro en Estudios Latinoamericanos por la UNAM. Cursa el Doctorado en
Economía Política del Desarrollo en el Centro de Estudios del Desarrollo
Económico y Social, de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
[1] En la siguiente dirección electrónica se puede apreciar desde los 44
segundos de su presentación, la forma en que Fidel advierte de la continuidad
del socialismo en la Isla; hecho interesante de cara a lo que pasaría en los
90´s. http://www.youtube.com/watch?v=Vw3-942C6Lo&feature=share&list=PL2CC53840D947D9B2.
Un video más puntual, existe, pero ya no lo pude hallar.
[2] No se
puede pensar que sólo la favorece como dádiva de su creador. Si tales elementos
se hacen centrales para establecer unas calidades de vida mínima satisfechas y
Cuba las contemplaba y eran su fuerte, es asunto a detallar cuando aborde a la literatura
acerca de tal índice y de cara al desarrollo económico.
[3] En lo
personal me da la impresión de un IDH que se muestra como una teorización de
los elementos estructuralmente negativos del capitalismo pero, sin reconocer referentes que demuestren otra
posible ruta. Es el mismo caso que contemplo en Prebisch cuando enuncia su
teoría del desarrollo endógeno e IED, como de propia cosecha, cuando el
‘milagro mexicano’ a través de la banca de desarrollo NAFIN, hacía desde
finales de los 30’s los logros prácticos de tal teoría.
[4] No
olvidar que cuando el huracán Catrina, Cuba ofreció un grupo de médicos para
apoyar afectados del sur de los Estados Unidos.
[5] La
negrilla es mía para resaltar lo que se advierte actualmente.
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