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ALEGRÍA, HUMOR Y DOLOR: EL ANTIGUO CARNAVAL DE MAZATLÁN, 1900-1904

ALEGRÍA, HUMOR Y DOLOR: EL ANTIGUO CARNAVAL DE MAZATLÁN, 1900-1904 Rafael SANTOS CENOBIO * *  Catedrático e investigador de l...

sábado, 16 de julio de 2016

ALEGRÍA, HUMOR Y DOLOR: EL ANTIGUO CARNAVAL DE MAZATLÁN, 1900-1904

ALEGRÍA, HUMOR Y DOLOR: EL ANTIGUO CARNAVAL DE MAZATLÁN, 1900-1904


Rafael SANTOS CENOBIO*

Catedrático e investigador de la Facultad de Historia de la UAS en Culiacán.


Resumen



       Este artículo trata sobre el carnaval de Mazatlán de 1900 a 1904. Durante ese tiempo, los notables de la ciudad modernizaron y civilizaron el car- naval, lo cual trajo como consecuencia el desarrollo económico, ya que se vieron concurridos masivamente los hoteles, mesones, restaurantes, carruajes, vapores, con gran venta de máscaras y confeti. Además, este espacio sirvió para mostrar a propios y extraños los fastuosos carros alegóricos y las ostentosas indumentarias que portaba la élite.

Palabras clave: Carnaval, estatus social, modernización y civilización


Introducción



     En el lapso de1900 a 1904, la élite mazatleca se apropió de dicha festividad con el fin de afianzar sus intereses económicos y mostrar su estatus social. Empero, hubo una ruptura en 1903, cuando la peste bubónica golpeó duramente a la población porteña; eso provocó un cambio rotundo en la organización y celebración del carnaval, ya que tuvieron mayor participación los diferentes sectores sociales de la ciudad como obreros, empleados, pequeños comerciantes, profesionistas y hasta los chinos.


     Hay que resaltar que desde 1898, las élites mazatlecas desplazaron de los carnavales a los sectores populares, y para disciplinarlos, las autoridades decretaron códigos y reglas con los que buscaban la moralización pública. Todo esto buscaba neutralizar a los sectores populares. Después fueron incorporados a las festividades, aunque no como protagonistas principales, sino como actores secundarios.



     El carnaval de Mazatlán se convirtió en un espacio importante para el negocio. Los notables se dieron cuenta que el carnaval era un buen espacio para hacer jugosos negocios. Pues ayudaba a los hoteles, mesones, restaurantes, carruajes, vapores y hasta la venta de máscaras y confeti. Bajo esa idea decidieron modernizar y civilizar el carnaval. Además, este espacio sirvió para mostrar a propios y extraños los fastuosos carros alegóricos y las ostentosas indumentarias. Lo cual daba una impresión de prosperidad y poder económico del puerto.



     Las élites de Mazatlán, fueron amos y señores del carnaval de 1898 hasta 1900, pero después la peste bubónica cambio su actitud, al grado de convertir el carnaval en un espacio más igualitario y con mayor apertura para los diferentes sectores sociales. Las cosas cambiaron drásticamente, hasta llegar a 1910, momento en que las festividades carnavalescas fueron sacudidas por la Revolución Mexicana.



Sonrisas, poses y actitudes “civilizadas”



     Los comerciantes extranjeros radicados en Mazatlán implantaron y reafirmaron la visión cultural positivista de la era porfiriana; al mismo tiempo pusieron en movimiento a modelos culturales franceses, alemanes y españoles. Ciertamente sentían nostalgia y añoranza por su país y por su cultura. Bajo esa actitud organizaron los carnavales de Mazatlán.

El carnaval moderno inició desde 1898. Hubo diferentes espacios que adquirieron una serie de significados. La plaza Machado fue uno de esos lugares que se convirtió un centro donde confluyeron diferentes actores sociales. La plaza Machado estaba en un lugar estratégico, ya que se encontraba rodeada por edificios de los poderosos comerciantes de la ciudad, quienes competían en adornos y decorados, dependiendo de la festividad realizada. En la Machado, además del carnaval también se realizaban las celebraciones anuales de la pascua, las fiestas patrias y la navidad.1 Como se entiende, la plaza adquirió un uso social, que las élites, clases medias y los sectores populares le imprimieron. Aunque hay que recordar que los notables fueron los que se apropiaron del espacio para mostrar sus vesti- mentas y su poder.

Leticia Alvarado Fuentes, El viejo Mazatlán... donde todo comienza. Identidad, representaciones e historia, UAS, Culiacán, 2010 [tesis de doctorado en Ciencias Sociales], pp. 91-92.


      Fue en la plaza Machado donde se celebró del carnaval de 1900. Se preparó el escenario, los edificios que rodeaban el lugar se arreglaron con un ornato original y vistosas banderolas, guirnaldas, serpentinas y flores. Asimismo, en el muelle se improvisó una soberbia arquería de palmas y corredores de la Aduana y, sobre el triple arco que cerraba el paso, estaba una inscripción que decía: ¡Viva sus majestades Teodorico y Wilfrida Primeros!2. La calle que conducía a la playa del astillero también fue adornada con arcos de hermosos frondaje, esbeltos y llamativos; desatancándose en el centro de la explanada, sobre una altísima columna de madera labrada por la naturaleza, las infladas figurillas de un astrónomo.



     El sábado, las comisiones del Casino de Mazatlán y club de La Unión realizaron decoraron en los exteriores e interiores de sus respectivos edifiicios. El Casino fue adornado con cortinajes rojos y festonea de verdura y flores, artísticamente enlazados. Sobre los cornisamentos de las ventanas, se observaban grandes letras rojas con un fondo ambarina que decía: Casino de Mazatlán. En el coronamiento del edificio se distinguían grotescas figuras haciendo gestos demoniacos, banderitas multicolores, serpentinas, máscaras y guirnaldas. El edificio club de La Unión se decoró con cortinas tricolores combinadas, sujetas de un lienzo, vivísimo rojo, de donde pendían algunos maniquíes de chillantes colores y estrambóticas actitudes. También hubo derroche de banderines y serpentinas. La iluminación de ambos edificios, se apreciaba soberbia y de distinguido golpe de vista.3



2  El Correo de la Tarde, Mazatlán, 28 de febrero de 1900, p. 1 y 2.
3  Ibíd., p. 1.

      
      El domingo por la mañana, cerca del muelle, las descargas de la artillería anunciaban el desembarco de Teodorico I y su corte. Al poco tiempo, el silbato del acorazado Rosales se dejó oír; al mismo tiempo, el vigía hizo una señal y la banda llenó el aire de notas musicales. Mientras tanto, la multitud esperaba alrededor de la tribuna, lugar destinado para el rey Teodorico y la reina Wilfrida. Sobre ello, la siguiente nota describe el proceso:
La admiración y el entusiasmo plegaron sus alas sobre Wilfrida, la hermosa reina rubia de ojos adormidos y soñadores, sobre cuyas sienes orladas por el dorado nimbo de la cabellera, brillaba la aurea corona, símbolo del poder real. De todos los labios brotó una frase de aplauso. Los vasallos exclamaron ante aquel prodigio de hermosura: ¡Ave emperatriz! Teodorico I, en cuanto a belleza, era el reverso de la reina. Lo primero que llamaba la atención de todos era su nariz fenomenalmente larga, no sabemos si enrojecida por el sol o por la intemperancia, y sus lacias patillas, que semejabados estropajos. Teodorico debe tener cualidades morales e intelectuales en grado superlativo, y una lengua persuasiva y elocuente, pues si esto no se explica cómo haya alcanzado la blanca mano de la simpática Wílfrida. El público exclamaba: ¡Qué gusto de la reina el escoger a su esposo! Seguían a los soberanos el ministro de la guerra (Mr. Kaiser), de gran uniforme, el de las desdichas (Carlos Chávez), los astrólogos y numeroso acompañamiento de pajes, alabarderos y coraceros. La cauda de S. M. Wílfrida era llevada por un negro pursang (Juan Maldonado) parecido al chamuco. El orador oficial, Francisco A. González, saludó a los reales huéspedes con un ameno y fácil discurso. En seguida la comitiva tomó posesión del tren blindado.4  
4  Ibíd., p. 2.     
 Los personajes reales fueron sacados de la historia europea. Teodorico I y su séquito representaban el rey y la corte de los visigodos. El rey después de descender de su acorazado junto con su reina fue embarcado en un carro blindado cubierto con cañones de tiro rápido; en seguida avanzaba un carro con la comitiva del rey. Luego, abordaban el tren que los llevaba al muelle Astillero y luego a la playa, lugar donde los reyes echaban bendiciones sobre el mar y sus pescaditos.
Después de un largo recorrido, Teodorico I llegó al Casino de Mazatlán. Una vez instalado, el rey ofreció soda a todos los concurrentes, y enseguida pronunció un discurso en el que citó historias relacionadas con sus antecesores. Al terminar su perorata, los aplausos tronaron e inmediatamente la reina Wilfrida entró en escena, impuso condecoraciones a sus vasallos Natividad González, Adolfo O’Ryan, Enrique Coppel, Isaac Madrigal, Daniel O’Ryan, Jorge Ulica, Lic. Bernardo Vázquez, Lauro Muro, Manuel Oropesa, José Antonio Gaxiola, Pablo Hidalgo, Ricardo Careaga, José C. Castello, Evodio de la Peña y Carlos Cabezut; y Arturo de Cima, presidente del Club Unión.5
5  Ibíd., p. 2.


     Todos los mencionados, pertenecían a los círculos de Casino y del Club Unión, los dos pilares del poder en Mazatlán y como derivación principales organizadores del Carnaval y demás festividades.

El día domingo, las calles y la plaza Machado fueron invadidas por una ola de gente que portaba máscaras, disfraces y trajes originales. En otras palabras, en los espacios de usos sociales se enseñoreaban la alegría y la felicidad de manera desenfrenada. Los notables no se mezclaban con la muchedumbre, preferían observar la manifestación desde los balcones del Casino, del Club Unión y de las azoteas de sus respectivas casas. Paralelamente, los carruajes cruzaban sin interrupción por las calles adyacentes de la plaza y una lluvia continúa de confetis y serpentinas descendía de lo alto de los edificios, formando en el suelo algo parecido a un blando tapiz de múltiples colores. Mientras tanto, la banda del maestro Pérez Tejeda instalado en la plaza Machado ejecutaba brillantes piezas de su repertorio.


Ibíd., p. 2. 114



     En el carnaval entraron en escena dos principales personajes históricos: el rey Teodorico I y la reina Wilfrida. Se distinguían jerarquías entre ambos personajes. El rey era el actor principal; saludaba, pronunciaba discursos al bajarse del barco y lo volvía hacer en el Casino de Mazatlán. Todo giraba alrededor de él: sus ministros y sus súbditos. La reina era acompañante y daba realce a la figura del rey; ella se limitaba a sonreír, posar e imponer condecoraciones. Existía un gusto por lo europeo, en especial por Francia; Teodorico I, rey de los visigodos habitó en el territorio que hoy ocupa Francia, España y Alemania. Esto deja entrever que los comerciantes extranjeros radicados en Mazatlán sentían todavía nostalgia

por su terruño.
     Los usos sociales del espacio se muestran diferenciados; las calles y la plaza pertenecían a la muchedumbre, especialmente en temporada de des le de máscaras y disfraces; y en menor medida en los enfrentamientos con confeti. Cuando eso sucedía las elites se apostaban en los balcones del Club, del Casino y de sus casas, desde donde observaban la diversión de la multitud. La plaza Machado en los días de baile generalmente estaba reservada para los notables y sus familias. Asimismo, estos se apropiaron del concurso de indumentarias y de los bailes de fantasía que habitualmente se celebraban en los salones del Casino. Y para rematar el des le de carros alegóricos pertenecían a la oligarquía. Todo esto deja muy claro, que el grupo poderoso Mazatlán se apropió del carnaval para sus intereses sociales y económicos.

Tres días de festividades se efectuaban en los carnavales. En 1902, la alegría se desbordó: grupos de personas recorrían las calles armando un alboroto de todos los Dimitrix. Igual que el Carnaval de 1900, la gente esperaba la salida de los reyes para ovacionarlos con estruendosos gritos y silbidos. La espera terminó: el rey en su carroza comenzó su recorrido: La siguiente nota da fe de ello:
     El rey precedido de sus heraldos de armas, avanzó por las calles de Porfirio Díaz [...] después de un recorrido la carroza real se detuvo frente al palacio de sus graciosas majestades [la reina era la graciosa, porque lo que es el rey...] ya en el Casino, digo el Palacio Real, S. M., masculina desentendiéndose de sus súbditos, dijo: a lo que vengo vengo, vengo, y sacando un kilométrico papel, se dirigió a un ángulo del palacio, donde con voz estentórea que no era oída ni del ministro de comunicaciones que estaba a un lado, espetó a sus súbditos, epilépticos de impaciencia, un discurso que fue muy aplaudido por las frenéticas y amorosas turbas [...] no escucharon ninguna palabra debido a la debilidad de la laringe real [...] las damas de la reina no ocurrieron a la entrada triunfal ni a la ceremonia de palacio, porque al dar las doce, tanto el sábado como el domingo se quedaron muerta de la risa; y encontrándose fuera los médicos de palacio. El chambelán de la reina, Montelongo, incurrió en el real desagrado, llegando tarde a la gran ceremonia. Todo era alegría y ordenado, es orden en el Palacio; los corte- sanos siempre aduladores, huían del loco rey; pero acercándose a la reina cuya esplendorosa hermosura y magnifico traje era la admiración de todos, lo que es mas de todas. Fue entonces cuando el ministro que preside las cortes, general reservado don Julio G. Arce, personaje de la alta nobleza, tomó la palabra para contestar el mensaje del rey. Su discurso fue sarcástico pero respetuoso, y cautivó al rey de tal manera que ordenó a su banda de enanos allí presentes, que sacando fuerza de la flaqueza tocaran una estruendosa diana que conmoviera el edificio.7
     No existe un antes y un después entre los carnavales de 1900 y 1902, pues el contenido fue similar. Primeramente, aparecía la figura del rey quien vestido al estilo de los sátrapas persas, representaba la virilidad y la hombría, además encarnaba el principal personaje de festividad carnavalesca. La reina era una protagonista secundaria, que sólo sonreía y lucía una pomposa vestimenta. Al lado de ellos circulaban todo un amplio repertorio de personajes históricos.


     El domingo, por la noche, en la plaza Machado, “una multitud beligerantes de diferentes sexos, clases y condiciones en las escaramuzas, precursores del gran combate, dieron entrever que éste será reñida, como en efecto lo fue”.

Según está noticia, la multitud no olvidaba fácilmente los juegos de harina, aún permanecía fresco en la memoria de los sectores populares. Aunque, las cosas habían cambiado drásticamente, la élite se encargaba de celebrar bailes de fantasías y de disfraces en el Casino “donde S. M., estaba verdaderamente loco, improviso un baile que duró hasta media noche y que fue muy concurrido por la ninfas, náyades, hadas y duendes, que se encontraban en el parque acompañadas de endriagos, monstruos, polífomos y cancerberos”.Todo esto, representaba la cultura y la historia alemana y francesa que recobraban vida en el carnaval. En esta festividad convergían gente de diferentes nacionalidades como alemanes, franceses, ingleses y españoles.


7  El Correo de la Mañana, Mazatlán, 12 de febrero de 1902, p. 1. 

8  Ibíd., p. 2.
9  Ibíd., p. 2. 

     Los bailes se efectuaban simultáneamente en diferentes espacios sociales. Por ejemplo, en el carnaval de 1902, en el corredor de la aduana se realizó un baile especialmente para los pecheros; y en el salón de patinar se verificó un baile para las familias de los notables. El carnaval de Mazatlán era un espacio construido bajo la mirada y la visión de las élites locales, sin embargo, cada grupo diseñaba y modelaba su propio lugar social. La élite se divertía en el Casino de Mazatlán y en el salón de patinar; mientras que los grupos populares lo hacían en las calles y las plazuelas. En ese sentido, el carnaval de definía como una esta que implementaba mecanismo de diferenciación social, los cuales se fueron marcando de acuerdo a las transformaciones sociales y económicas producto de la urbanización y prosperidad material.10


     El carnaval de Mazatlán fue un espacio que las élites moldearon para mostrar su poder y la prosperidad de la ciudad. Similar a lo que sucedió en ciudades italianas y españolas en los siglos XVIII y XIX. La burguesía organizaba los carnavales para mostrar sus cabalgatas lujosas y ostentosas, las indumentarias y máscaras confeccionadas ex profeso, los juegos licenciosos, la permisividad relativa por lo que respecta a las sátiras de costumbres, personajes y abusos del poder; las danzas burlescas interpretadas al son de música estridente. Y los gritos y canciones obscenas, propiciaban una participación multitudinaria, que unida al anonimato, la abundancia de vino y la llegada de los forasteros, convertían al carnaval en una esta popular.11



     Hay una variante recurrente tanto en el carnaval de 1900 como en el de 1902. El lunes,12 segundo día de carnaval, desde las primeras horas de la mañana, grupos de personas con máscaras recorrían la ciudad. La plaza Machado era muy concurrida; lo mismo pasaba en las calles adyacentes al Club Unión y al Casino. Simultáneamente, la banda deleitaba espectaculares notas que atraía a la concurrencia. Más tarde, se realizaba una carrera de bicicletas, -como sucedió también en 1902- donde participaron los “señores Conde, Till y Marini tenían concertada una carrera en bicicleta al Venadillo, ida y vuelta. Los tres campeones sudorosos y agitados llegaron, uno tras de otro, frente al Club Alemán”.13 



10  Fernando Martínez Vázquez, “El Carnaval como forma de diferenciación social en San Nicolás de Bari, Panotla, Tlaxcala”, Tesis de maestría en Antropología Social, Universidad Iberoamericana, México, 2006, p. 113. 

11  Joan Prati Caros, El carnaval y sus rituales: algunas lecturas antropológicas, Insti- tuto Catala de Antropología, Barcelona, España, s/f., p. 291. 
12  El Correo de la Tarde, Mazatlán, 28 de febrero de 1900, p. 1 y 2. 
13  El Correo de la Mañana, Mazatlán, 12 de febrero de 1902, p. 2. 


     El ganador fue Zacarías quien recorrió un trayecto de 20 kilómetros en 50 minutos. En seguida se entregaron tres premios: el primero, fue un guarismo hecho de cartón, cubierto de plata; el segundo, fue una lujosa “cachimba”; el tercero, fue una fotografía tomada instantáneamente a Salomé.



     En la tarde –del carnaval de 1900- los niños, hijos de la élite mazatleca, realizaron un concurso de disfraces. La niña Manuela Castelló vistió un traje, representando a Isabel de Inglaterra; Carmelita Castello se disfrazó de Pierrot, Mercedes González lució de Mariposa, Paquito Lavín mostró una vestimenta a la usanza de un Caballero medieval; la niña Osante, con un extravagante traje tripulaba una faustuosa nave cuajada de flores; Philipi se disfrazó de Comanche; los niños Carvajal participaron en la competencia. Mientras se efectuaba la procesión, desde el balcón del Casino y del Club Unión se arrojaban serpentinas y confetis.14


     Por la noche en los salones del Casino Mazatlán15 se ejecutó el baile de fantasía. Concurrieron 500 personas. Llenaron por completo todos los espacios del Casino, y fue necesario establecer doble las de asientos para las familias invitadas. Esa esta estaba planeada y diseñada como un espacio donde se ponían de manifestó la ostentosidad de las indumentarias entre la élite mazatleca, y similares de Culiacán, El Rosario y San Ignacio. Nadie de los miembros de la élite sinaloense podía faltar, y todos estaban a la mirada del cacique estatal: general Francisco Cañedo, “quien permaneció hasta horas avanzadas de la noche”.16 Para recordar lo faustuoso de la esta, los asistentes pidieron al afamado fotógrafo Dunel, que realizara varias tomas.

La indumentaria era muy variada entre los concurrentes a la esta de fantasía. Rosalba Lavín lucía una veste de Hija de Faraón. Era el fragmento de un celaje escarchado de plata, “que ceñía las esculturales formas de su dueña, esa hermosura soberana, en que el color y la línea han hecho derroche de seducciones”.17 Celia Retes vestía de rumana, y su traje primoroso, daba mayor realce a su belleza apacible y casta; María Bustamante mostraba un trasunto real de fantasía huguiana de Esmeralda. Y las señoritas Laura Hidalgo, Virginia Muro y María y Emilia Ferreira, se disfrazaron para la ocasión, representando las “cuatro estaciones”. Romana de la Peña se disfrazó de Cleopatra. Su lujoso traje llamó la atención de “los inteligentes por su semejanza, bastante los menores detalles, con el modelo que nos pinta la leyenda. Romanita tenía toda la distinción y la majestad del personaje que representaba”.18Aurelia Oardinault era una espiritual marquesa escapada de la Corte del Rey Sol Luis XIV, evocando las memorias de la época de los delicados galanteos.

14  Ibíd., p. 2. 
15  Los corredores del Casino funcionaron como salón, decorado con guirnaldas de flores, en forma artística; poseía lazos, coronas, espejos, banderas y máscaras. Se había construido una tradición: al Casino Mazatlán, el centro social más exclusivo del puerto, asistían miembros de una casta privilegiada. Para pertenecer al club se necesitaba además de tener mucho dinero, ser seleccionado por un Consejo de Notables, cuya decisión era inapelable. El Casino estaba acondicionado con un Parket con incrustaciones de teca importado de Austria y decorado con enormes espejos venecianos, candelabros de cristal cortado de Bohemia, pesadas cortinas de seda y brocados franceses y regios muebles de muy finas maderas y tallas. Los bailes de gala, incluidos los de año nuevo y carnaval eran de antología. Fueron muy famosos en toda la costa del Pacífico y los banquetes congregaban a las mejores y más pudientes familias, que se deleitaban con la rica variedad y calidad de los platillos. Y se acostumbraba que hasta los menús utilizados en estos saraos se imprimían en Francés. Leticia Alvarado Fuentes, op. cit., pp. 154-155. 
16  Ibíd., p. 2. 
17  Ibíd., p. 2. 

18  Ibíd., p. 2. 117

     Pastora Escudero vestía de pastora; y bajo las alas del blanco sombrerito que cubría su cabeza, semiocultaba su cabellera obscura, “su dulce faz resplandecía iluminada por la radiación de la mirada”. Sofía Escudero se disfrazó de verano, pequeña escultura de ojos negros y negra y ondulante cabellera. Las señoritas Sabina Maldonado y Concepción Morales se presentaron de graciosísimos rorros, llevando su traje con gracia y elegancia. Flora Mc. Hattones y Lupe Vega llevaban un atuendo de Juana de Arco; Lupe González portaba un artístico traje de veleta; Lolita Sotomayor traía un atuendo de cielo; y las tapatías Graciela Valadés y Jose na Rocha daban un distintivo a la esta.


    Margarita Mc. Hatton, llevaba un traje que velaba como una bruma azul la plenitud de “las líneas de su cuerpo de diosa”. Elvira Rivas se disfrazó de Desdémona,19“cuyo rostro de inmaculada blancura, circuido por la abundosa y blonda cabellera, hacía más interesante el tipo que representaba”.20 Hortensia Paredes traía el albo traje de Julieta Capuleto y Marina Cardinault el de la dulce Ofelia. Rosaura Schober surgió del mundo de la quimera, convertida en hada; y Concha Schober se disfrazó de Diablesa; María Luisa Reynanaud vestía de Flor de Cordón; Indalecia Olave ostentaba un traje de maja.



     María Zayas y su hermana Chole, concurrieron con traje de mariposa; Marina Osuna, Concha Bustamante y Altagracia Uzeta se disfrazaron de gitanas. Lupe Salazar iba ataviado con traje de Locura turca; Jesús Guerrero y Virginia Mendía portaba traje de Alcanas; Violeta Farmer se disfrazó de princesa real de Alsaciana; mientras que Pachita Roa se vistió de Locura, Rosario Gaxiola de Princesa, Pachita Gómez Castaños de Urania; Del na Malcampo, Carolina Ramírez y María Bermúdez de Floristas; Lupe Maldonado de Pierrot; Jose na Maxemín de Escocesa; Elena Rivas de Tamburini y Elvira Guevara de Ineroyable. De entre todas destacaba la reina del carnaval, Wilfrida Farmer, con su faustuoso traje de Catalina de Medicis. 



19  Desdémona es un personaje de la obra de teatro Otelo, de William Shakespeare, escrita el año 1603 aproximadamente. 

20  Ibíd., p. 2. 


      Los jóvenes también concurrieron al baile con trajes de fantasías. José Luis Reynaud y Jorge Hidalgo de Incroyables; Eugenio Hidalgo, Miguel Ezquerro, Miguel Ezquerro, Rafael Oropesa y Bernardo González vestían de payaso; Antonio Lavín de Bandido Calabrés; Benjamín Retes de Mefistófeles; Genaro Noria de Rey Lordhe; Otto Meyer, de Fantoche alemán, J. C. Jensen de Cazador antiguo; José Antonio Gaxiola y Aurelio Pereira de Cortesano de Luis XIV; Juvencio Gaxiola de Tío San; Antonio Bustamante de Cortesano Luis XV; Genaro Fárber, Manuel L. Rodríguez de Pierrot; Antonio Híjar de Príncipe Charmy; Enrique Rousse,Cecilio Ocón, José de Cima y Rafael Raíz de Etiqueta inglesa; Ignacio L. Portillo de Diplomático mexicano; Guillermo Ocón de Diablo; Daniel Schober de Comendador; Gustavo Patrón de Alférez de lanceros del Rey, Jesús Escobar de Frégoli; Fernando Montaño, Ignacio Galván de Capricho; Alfredo Ezquerra de Cervantes; Alfredo Gorostiza de Tipo jerezano; Federico Unger de Caballero de la edad media; Enrique Kulhman de Lausquenet; Enrique Hagens de Lansquenete; Alfonso Menéndez de Turco; Lucas Anaya, Antonio Díaz de León y los jóvenes Bermúdez vistieron de fantasía.


     Lo curioso de la esta en el Casino era que se mostraba el gusto predominante por lo francés, pues era la cultura hegemónica durante el porfiriato. Paralelamente, se erigía una inclinación por el alemán, el inglés y en menos medida por el español. En suma, lo pro-europeo fue muy notable en la sociedad sinaloense. Si se hace un recuento del des le de vestuarios, las mujeres en su mayoría se inclinaron por personajes históricos franceses. Aparecían disfrazadas de Juana de Arco, marquesas de la Corte del rey Sol Luis XIV; así como de Catalina de Medicis y Enrique II. En otro nivel figuraban las gitanas, las hadas y las diablas.


     Los hombres y también las mujeres se disfrazaron de Pierrot. Fue hegemónico el gusto por los personajes franceses: nobles de la corte de Luis XIV y Luis XV;21 así como por los trajes de Incroyables, que expresaba la moda aristocrática de Paris. La indumentaria, así como el comportamiento de la gente que asistía a ese tipo de reuniones era regulada por manuales de urbanidad, que estaban dirigidos al sector educado que sabía leer y escribir. Entre los manuales destacaba la de Antonio Carreño: Manual de Urbanidad que ofrecía un pormenorizado de reglas de etiquetas y comportamientos tanto para mujeres como para hombres.22 Las diversiones durante el porfiriato fueron el reflejo de una sociedad con una marcada diferenciación social de clases, en donde el deseo de la sociedad ilustrada por alcanzar el fin utópico de orden y progreso se hizo manifiesto en casi todos los niveles de la vida cotidiana.23



21  La Nobleza en torno al Rey, http://es.chateauversailles.fr/?option=com_ cdv che&idf=D49E0D38-2622-D151-2217-6E71CAB84BE0 

22  Cielo Yolanda Inzunza Rodríguez, Usos e imaginarios de la indumentaria en Sina- loa durante el Por riato (1877-1910), Facultad de Historia-UAS, Culiacán, 2010 [tesis de maestría en Historia, inédita], p. 73. 
23  Ibíd., p. 75. 

     Mientras la élite se divertía en el Casino y otros espacios privados; los sectores populares concurrían a la plaza Colón, donde ocupaban las gradas, los palcos, las barreras. El escenario lucía espectacular, los adornos eran sencillos, pero la cena se vislumbraba suculenta. En la explanada se ubicaban las mesas de vendimias, un gran castillo con su buey de oro. En el centro de la plazuela la gente con máscaras se movía al son de las notas musicales como El Quelite. El gremio de Abasteros repartió algunos premios y acompañó a la reina en su recorrido por el salón de baile.
Otro baile se celebró en el teatro de Variedades con el siguiente distintivo:
Un joven de buen humor tuvo la ocurrencia de provocar un escándalo de la manera más curiosa. Se presentó en el salón con una enmascarada en quien nadie fijó su atención y empezó a bailar, con descomunal entusiasmo. Repentinamente, los curiosos aglomerados alrededor del salón, oyen un sonora ¡paf! Y ven al joven lanzarse contra su acompañante, hecho una furia. Los dos ruedan por el piso revolcándose mientras los de buenos bailadores se precipitan a separarlos. Al fin se presenta la policía detiene al joven y al levantarse a la enmascarada nota que es... Una mona de carrizo.24
     La nota muestra un elemento particular, no se observa una esta basado en el manual de urbanidad. Por la actitud asumida de los jóvenes en el baile, se advierte que pertenecían a los sectores populares o clase media. Por lo tanto, el teatro de Variedades y la plaza Colón a diferencia de La Machado estaban rodeados por barrios populares y sectores medios. Había una marcada diferenciación de usos sociales de los espacios: en el Casino desfilaban los miembros de la élite de Mazatlán con los mejores disfraces, exquisita comida y música de vals. Esto contrastaba con la plaza Colón, lugar donde los sectores populares pernoctaban y bailaban al son de los papaquis.25


     En la mañana del día martes, de 1901, una banda dirigida por el maestro Viderique tomó pos asaltó la plaza Machado. Tocaron alegres piezas; y a la una de la tarde, “cuando ya el hambre les impedía lanzar al viento una nota más evacuaron la plaza”.26A continuación, se veri có un concurso de carros, en la cual tomó parte La Cárcel Modelo donde la reina encerró aquellos súbditos que se hacían reos del delito de seriedad. Al poco tiempo vinieron los premios para ganadores de los concursos: el primero lo obtuvo el Verdugo; el segundo, se entregó a La Gran Duquesa del señor Liborio Gallardo; el tercero lo recibió el carruaje de la reina; y la mención honorifica se le otorgó al carruaje ocupado por las niñas Luisita Ferrer y Esther Álvarez.27


     En el carnaval de 1900, el concurso de carruajes, se mostró ostentoso y faustuoso. Desde los balcones y las azoteas una multitud de señoritas y caballeros dejaban caer sobre los carruajes una lluvia de confetis y serpentina. Ya muy entrada la tarde, en el kiosco de la plaza Machado, se instaló un Jurado que procedió a otorgar los premios destinados a los mejores carruajes adornados y, los más vistosos y originales trajes y disfraces. El Jurado lo integraron las Señoras Emilia P, G. de Philippi, Isabel R. de Coppel, Veneranda C. de Choza y Elena C. de González; las señoritas Margarita Mc. Hatton, Catalina Koerdell, Rosalba Lavín y Emilia Ferreira y varios Caballeros. Los carros mejor adornados fueron los de la señora de Osante, que era representada por una concha nacaranada; también tuvieron una distinción importante los carros de Carvajal y Philipi; y el carro del Ayuntamiento despertó admiración.28 Finalmente, el carnaval de 1900 cerró con un baile en el teatro Rubio.



     Los desfiles y juegos pomposos del carnaval de Mazatlán se asemejaban o más bien se retomaban de algunas ciudades europeas, que la burguesía utilizaba para mostrar a propios y extraños la fuerza, las riquezas y el prestigio social del propio grupo.29 Y el espíritu de competición que se manifiesta exteriormente a través del gusto por lo faustuoso y la ostentación, redundaba en el prestigio de la propia ciudad, que de esta forma se mostraba capaz de satisfacer los deseos de sus muchedumbres con festines, cabalgatas y otras diversiones. De ahí que los gobiernos de las ciudades a menudo, subvencionaban el mayor lucimiento y ostentación de sus festejos.30



24  El Correo de la Tarde, Mazatlán, 25 de febrero de 1900, p.1. 

25  El Correo de la Tarde, Mazatlán, 1 de marzo de 1900, p. 1. 
26  El Correo de la Mañana, Mazatlán, 12 de febrero de 1902, p. 2. 
27  Ibíd., p. 2. 
28  El Correo de la Tarde, 22 de febrero de 1900, p. 2. 
29  El clásico ejemplo de apropiación ocurrió en la Florencia de los Mèndicis. Lorenzo de Mèdicis (1449-1492) convirtió el Carnaval florentino en una pantalla de lujo y ostentación, en una gran espectáculo de pompas deslumbrantes que excitaban la imaginación de las masas, pero que redundaban en beneficio de su gloria personal de su linaje, de su ciudad y contra sus enemigos de su poder. En estos carnavales renacentistas los carros triunfales estaban ornamentados magníficamente por artistas de renombre, así como los diseños que lucían las comparsas. La ostentación a través de la indumentaria, los adornos y la búsqueda del lujo más desenfrenado cimentaban la arrogancia del poder establecido con fiándole con componente público y teatral del primer orden. Joan Prati Caros, op. cit., p. 291. 
30  Ibíd., p. 291. 


    Nítido se muestra este proceder de las élites de Mazatlán, ligados muy estrechamente con la autoridad municipal. Aprovechaban el carnaval para mostrar a los visitantes el prestigio y el poder del puerto. Deseaban y tenían la intención de manifestar su poder económico frente a sus antiguos rivales de Culiacán y del Fuerte. El geopoder entre regiones fue muy claro antes del porfiriato; pero durante esta etapa, los comerciantes se disciplinaron. Sin embargo, después de la Revolución mexicana volvió a resurgir un potente conflicto entre Mazatlán y Culiacán-EL Fuerte.31


Nada es igual después de la peste bubónica



      El pomposo y fastuoso carnaval iniciado en 1899 fue interrumpido en 1903 por la peste bubónica. Los primeros brotes se dieron en una vecindad popular ubicada cerca de los cobertizos de la aduana marítima y del muelle principal de embarque. En los primeros siete días aparecieron las primeras víctimas.32 El gobernador Francisco Cañedo llegó al Puerto el 20 de diciembre de 1902, quien fungió como presidente del Consejo de Sanidad (CS) desde el 5 de enero de 1903, momento cuando fue creado por disposición de la Secretaría de Gobernación.33

Dicho organismo emprendió contundentes y drásticas acciones.34 Los deudos de los enfermos y los sospechosos en general eran observados en unas barrancas construidas para tal efecto en Lomas de Velódromo, una zona inmediata a la playa y en las afueras de la ciudad; si llegaban a presentar calentura y dolor inguinal, se les trasladaba al Lazareto. Las personas que atendían también se encontraban aisladas en barrancas. Hasta el 14 de abril fueron aisladas 2,146 personas. A su llegada se les hacía bañar y se les daba una muda de ropa nueva. Recibían luz, combustible, agua y 35 centavos diarios con los que se surtían de alimentos. Se dio el caso de enfermos insolventes que eran abandonados a la intemperie, pero fue mucho más frecuente que la población ocultara o tratara de ocultar a los enfermos, incluso cambiándose de casa, para evitar el secuestro de sus familiares por parte de las autoridades sanitarias.35 Cuando era imposible desinfectar las casas, Cañedo ordenaba su inmediata destrucción y aseguraba a los afectados que serían indemnizados.


31  En Sinaloa desde principios de la década de 1830 se instauró el clan de la Vega, con Rafael de la Vega y Rábago; Pomposo Verdugo y Placido Vega. Estos se enfrenta- ron en una guerra abierta contra los poderosos comerciantes de Mazatlán quienes se alinearon del lado de los conservadores e incluso proyectaron separar el Puerto del estado. Encabezaba el movimiento separatista el comerciante español Martín Echeguren. Para mayor profundización véase en Antonio Nakayama Arce, Sinaloa. Un bosquejo de su historia, Universidad Autónoma de Sinaloa, 1998, pp. 279-392; Sergio Ortega y Edgar López Mañón (compiladores), Sinaloa textos de su historia, Gobierno del Estado de Sinaloa, DIFOCUR, 1997, pp. 233-195. Durante 1923 se enfrentaron dos proyectos políticos, uno lo encabezaba el poderoso cacique Ángel Flores, quien tenía como aspirante a sucederle en el gobierno del estado a Alejandro R. Vega. Su base social se componía de la poderosa oligarquía de Culiacán y del Fuerte. Entre los notables aparecían comerciantes, hacendados y algunos escritores. Mientras que en el sur de Sinaloa, especialmente en Mazatlán apareció Guillermo Nelsón, él agrupaba un amplio sector popular, que pugnaba por arribar al poder. Además, que cabe comentar que los poderosos comerciantes de Mazatlán nunca figuraron en la estructura de poder de Ángel Flores. Se observa una lucha abierta contra Culiacán. Véase para mayor profundización en Rafael Santos Cenobio, Entre las aspiraciones agrarias y los vaivenes de la política en Sinaloa, 1915-1969, Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades-Universidad de Guadalajara, 2013 [tesis de Doctorado en Ciencias Sociales], pp. 108-182. 

32  La llegada de la peste negra al Puerto de Mazatlán, http://mazatlan.gob.mx/tu- rismo/historia-de-mazatlan/la-peste-negra/la-llegada-de-la-peste-negra-al-puerto- de-mazatlan/ 
33  Ana María Carrillo, ¿Estado de peste o Estado de sitio?: Sinaloa y Baja California, 1902-1903, Universidad Nacional Autónoma de México, México, s/f. p. 1071. 
34  12 mil de sus 18000 habitantes acabaron abandonando Mazatlán: dependiendo de sus posibilidades, salieron en barco, en carruaje, acaballo, en burro, en bicicleta o a pie. 
35  Ibíd., p. 1076. 

      El descontento fue el establecimiento, a principios de 1903, de un cordón sanitario alrededor de la ciudad que dejó a los habitantes atrapados entre sus chozas arrasadas y el ejército que les impedía salir de la ciudad. Hubo quienes burlaban la vigilancia sanitaria, sólo para ir a morir a algún camino. En el puerto se clausuró el tráfico marítimo y terrestre, lo cual provocó el aumento del precio de la harina y otros artículos de primera necesidad. Esto generó una exaltación popular; la gente estaba furiosa; la prensa solicitó que se auxiliaran a los que pasaban hambre.36


     En fin, se presentaron desacuerdos entre los miembros de la oligarquía y los sectores pobres. Muchos comerciantes se opusieron a las medidas sanitarias; también hubo enfrentamientos entre los grandes y pequeños comerciantes de Mazatlán, y entre comerciantes de Sinaloa y de otras zonas del país. La peste propició el racismo, particularmente contra los chinos, a los que se les acusaba de haber llevado a las costas mexicanas la “aficción oriental”. La enfermedad también agudizó la discriminación contra los pobres, a cuya miseria se achacaba la propagación de la epidemia. Ya para cerrar, la peste provocó que se suspendiera los actos cotidianos de sociabilidad vecinal a las que estaban acostumbrados y las estas públicas se suspendieron.37 Fue hasta junio de 1903 cuando fue erradicado la enferme- dad, dejando alrededor de 2 000 muertos, es decir el 10% de la población.



     La peste bubónica es un referente necesario para entender el proceder del carnaval de 1904. La élite y los sectores populares fueron golpeados por una inminente pandemia. Más de dos años aproximadamente sufrieron los estragos de la enfermedad; pero sobre todo estuvieron sometidos a un estado de sitio por las autoridades sanitarias y por el ejército. Acertadamente, podría decirse que la población mazatleca había quedado atolondrada, lleno de tristeza y en ruinas. Los comerciantes resintieron en el bolsillo, les urgía reactivar el carnaval de Mazatlán, ya que era un espacio por excelencia para el negocio.



36  Ibíd., pp.1099-1080. 

37  Ibíd., p. 1080. 

       El carnaval de 1904 estuvo auspiciado por los miembros del Casino de Mazatlán38 y por el Club Unión.39 En una reunión conformaron el Comité del Carnaval de 1904, la cual quedó integrado así: Presidente Honorario, Teniente Coronel Ricardo Carrcarte; Presidente, Maximino Rivero; Vice- Presidente, Ing. R. Ortiz; Secretario, Maximiliano L. Ortiz; ProSecretario, José G. Ortiz; Tesorero, Carlos R. Bastidas; vocales, Jorge G. Clausen, M. Herrería, Carlos L. Volquardsen; J. R. Fárber, G. Eimbeck; A. Guarneros, Eduardo P. Villanueva, Luis Arcéluz, Ing. Natividad González y José C. Castelo. Las comisiones se conformaron así: Organización de funciones de teatro, Víctor Patrón, José C. Castello y Guillermo A. Haas; Corrida de toros, Luis Arcéluz, Jorge Hidalgo y Martín Partida; Colectar fondos con los comerciantes, Guillermo Haas, Rafael L. Portillo, Emilio Philippi y General García; Colectar fondos entre industriales, Antonio Díaz de León, Enrique Coppel y Ernesto Lorda; Colectar fondos entre empleados, Juan B. Rojo, Francisco Montero y Carlos Cabezut; Colectar fondos entre profesionales, Dr. Salesio Cannobio, Lic. Eutiminio B. Gómez y el Lic. Alfonso I. Gastélum; Colectar fondos en el comercio de menudeo, José G. Velarde, Jorge Hidalgo y Vicente González Valadés; para colectar entre en la colonia china, Agustín S. León; para propaganda, Dr. Martiniano Carvajal, José G. Ortiz y Pablo Lohmann.40

38  Su Presidente era Guillermo Haas y su Secretario Ernesto Lorda. En reunión integraron una comisión para que se encargara de organizar el comité del carnaval. Dicha comisión lo integraron: Ing. Natividad González, Marcelino Herrías, Arturo Bastidas, Maximiliano López Portillo, J. R. Fárber, Alberto Guarneros, Isaac Madrigal, Eduardo Pérez Villanueva, Ing. Ricardo Ortiz y Francisco Valdés. 
39  “Carta del Comité del Casino de Mazatlán, a la prefectura del Distrito de Maza- tlán”, Mazatlán, 5 de enero de 1904, p. 1, El Correo de la Tarde, Mazatlán, 6 de enero de 1904, p.1. 
40  “Reunión para conformar el Comité del Carnaval”, en El Correo de la Tarde, Mazatlán, 7-I- 1904, p.1. 

      La mayoría de los miembros del comité formaban parte del Casino de Mazatlán; éste representaba el símbolo de poder de la élite y de la ciudad. Para hacer posible el carnaval, se organizaron corridas de toros,41  que eran promovidas por las reinas y sus chambelanes. Estaban presentes, Leonor Hidalgo, Sofía Careaga, Emilia Ferreira y Elisa Cardinult; llevaban como acompañantes a los jóvenes Guillermo A. Haas, José G. Velarde, Alfredo Wohler y Lic. Eutimio B. Gómez. Los toreros eran aficionados y trabajadores del Rastro “muy familiarizados con los chines del toreo y aunque carecen de arte suplen éste con su admirable sangre fría y agilidad”.42 Contribuyeron con su parte, las compañías de vapores y las empresas de diligencias, pues disminuyeron el 50% los pasajes para los estados limítrofes y del litoral.43 Otra comisión organizó una función teatral en teatro Rubio. La Compañía Herrera Moro efectuó una divertida zarzuela: El Señor Joaquín, la Marcha de Cádiz y Los Granjeros. Como regalo al público, las hermanas Adela y Xóchil Hidalgo ejecutaron un baile sevillano.44

41  El ganado escogido para lidiar resultó carnavalesco y apenas cumplió: la cuadrilla de Ángel Ramírez estuvo trabajadora, luciendo en varios lances; el joven José Llanos trató de banderillas a caballo una de las reses lidiadas; pero como la era no se prestara dejó los aretes en el suelo y abandonó el coso. La colonia china obsequió a la cuadrilla “Partida” un vale por cuatro cajas de cerveza y los otros aficionados fueron premiados con bandas por divinas reinas. El Correo de la Tarde, Mazatlán, 11-I-1904, p.1. 
     El carnaval había sido diferente antes de la peste bubónica. El financiamiento corría por cuenta de los poderosos comerciantes, industriales y del Ayuntamiento. La gente del Casino era la encargada de promover y organizar el carnaval. No obstante para el carnaval de 1904, el abanico de recaudación alcanzó amplios sectores de la población: obreros, pequeños comerciantes, profesionistas, hasta los chinos que fueron despreciados durante la pandemia, aparecieron incluidos. En otras palabras, el carnaval adquirió algunos rasgos populares.

     El carnaval de Mazatlán a las nueve de la noche inició con una gran procesión.45 Dicha manifestación partió del Cuartel Rosales, para luego arribar la plaza de República, donde se llevó a la hoguera el cadáver del Mal humor. La procesión se componía de un grupo de enmascarados jinetes del gremio de abasteros, quienes montaban briosos caballos y llevaban antorchas para alumbrar el camino.

     Detrás de los jinetes, marchaban monjes de todas órdenes y en medio de ellos una carroza fúnebre que contenía el cadáver del Mal Humor. Las trompetas resonaban y las lúgubres salmodias se destemplaban en graves voces que “elevaban al cielo pidiendo misericordia para aquel; que iba en el féretro y para los oyentes a quienes destrozaban sus orejas con tan enforados gritos de dolor, que salían de los pechos”.46 Para una representación de los monjes. Las trompetas acompañaban el coro monjil y el “conjunto resultaba tan homogéneos, que era cosa de llorar a moco y haba”.

     Las órdenes de monjes se diversificaban en negros, amarillos, blancos y grises; los cuales estaban conformados por los obreros de la Fundición de Sinaloa y los músicos de una banda. Los filarmónicos acompañados por las orquestas, entonaron lúgubres himnos, graves responsos y salmodias tristísimas. Llevaban tres luces verdes. En seguida, del grupo de monjes, se ubicaba la multitud de gente enmascarada.

42  Ibíd., p.1. 
43  El Correo de la Tarde, Mazatlán, 9 de enero de 1904, p.1. 
44  El Correo de la Tarde, Mazatlán, 12 de enero de 1904, p.1. 
45  La trayectoria fue la siguiente: recorrer la calle 5 de mayo; para posteriormente, marchar hasta la calle del Carnaval; para luego dar vuelta completa a la Plaza Machado, tomando en seguida la calle Constitución hasta la Calle Por rio Díaz; de allí a la del Vigía, hasta la Plaza de la República. 
46  El Correo de la Tarde, Mazatlán, 17 de febrero de 1904, p. 4. 

     Después del recorrido por las diferentes calles, la comitiva por fin llegó a la plaza República en cuyo centro se formó una pira, la cual quedó reducida a cenizas para que no resucitara, el fatídico Mal Humor. Llegó “el momento fatal; los canto se hicieron más tristes, las notas de los clarines más destempladas, el llanto de los monjes alcanzó su máximum de intensidad, y el cadáver fue sacado de la carroza conducido en hombros a la pira y allí incinerado”.47 Los truenos sonaban estruendosamente aludiendo la incineración del Mal Humor. Los mazatlecos sentían urgente y necesario exorcizar al Mal Humor, pues la peste bubónica les había acarreado dolor, sufrimiento y amargura. En ese sentido, se puede a formar que la epidemia fue un parte aguas en la vida de la sociedad mazatleca, pues los marcó para siempre.

     El sacrificio del Mal Humor y el reinado del Buen Humor, fue una costumbre que se instauró y pervivió en las posteriores celebraciones carnavalescas. En 1907, por ejemplo, el sábados por la tarde se verificó una procesión en el que se llevaba el Mal Humor en un féretro, para luego incinerarlo y enterrarlo.48

     Vale una comparación con el carnaval de Veracruz. Pasada la Revolución mexicana quedaron cansados, angustiados y agotados de tanta inestabilidad, violencia y muerte. Fue necesario abrir una nueva época; los porteños empezaron a instrumentar una variedad de actividades recreativas como el beisbol, los bailes sociales y cine.49 Para 1925 reactivaron el carnaval; los miembros de la Alianza de Ferrocarrileros constituyeron un Comité formado por representantes de varias asociaciones comunitarias. El 21 de febrero, cientos de veracruzanos tomaron parte en el desfile que atravesó la ciudad; llevaban varios instrumentos musicales para alegrar el ambiente y para participar en la caza-ritual del “enemigo del pueblo” el Mal Humor”.

     Después de la cruenta caza, algunas personas atraparon a su presa, un tribunal encabezado por el Rey Juan Carnaval procesó al ofensor y lo sentenció a pena de muerte. Mientras se congregaban los esteros; algunos automóviles, pitando el claxon, inauguraron un des le en el que iba el condenado Mal Humor seguido por una banda militar y un coro popular de los súbditos del Rey, cuyos integrantes iban disfrazados de diablos, brujas, calaveras, soldados romanos, científicos locos, músicos, payasos y demás personajes. Por fin, el recorrido terminó en el Parque Ciriaco Vázquez donde más de mil almas le dieron muerte a su reo.50

47  El Correo de la Tarde, Mazatlán, 17 de febrero de 1904, p. 4. 
48  Cabe una aclaración: para 1907, el entusiasmo por el Carnaval había disminuido, pues los comerciantes se quejaban de la poca venta de caretas, serpentinas y confeti, pero tenían la esperanza se recuperarse el día siguiente, pues habría alboroto. Un grupo de jóvenes acordó salir con su comparsa tras de una gran cabalgata. El Monitor Sinaloense, Culiacán, 9 de febrero de 1907, p. 2. 
49  Andrew Grant Wood, Carnaval de Veracruz: celebraciones públicas, identidad y el inicio del turismo, Ulúa, s/ed., Xalapa, 2004, p. 139. 

      Existía una similitud entre los carnavales de Mazatlán y Veracruz. En ambos casos la aprehensión, el juicio y la ejecución de Mal Humor, durante el primer día de la esta representaba la purgación de cualquier elemento infeliz del ambiente local y la unión de la sociedad en el convivio. Con los desfiles y bailes, los organizadores buscaban la reintegración social. En Mazatlán, la gente experimentó una situación angustiosa y de muerte por la peste bubónica; en Veracruz por la Revolución y la Guerra Civil que había arrojado un trago muy amargo para la población porteña.
El día domingo –del carnaval de 1904- todavía no amanecía cuando las bandas recorrían las calles anunciando, “que era día de gran alboroto y de bulla”. Se describe:
El rey de los locos, e inconmensurable y nunca bien alabado Pacus I estaba ya en las goteras de la población, con su gran séquito de gentiles hombres y ricas-hembras esperando sólo que aclarase el día para hacer su entrada triun- fal. Como los cortejos reales son difíciles de organizarse porque cada quien debe ir en su lugar que por su rango le corresponde, no fue posible que S M. entrará a su reino a las diez, como el programa rezaba. Un grupo de chicos ciclistas deseosos de que Pacus intervenga en el embrollo del extremo Orien- te para que ni rusos ni japoneses hagan tajadas el Imperio Celeste, precedían el Monarca. Iba este en una carroza tirada por 4 híbridos solípedos orgulloso de arrastrar tanta gracia y majestad. Como el monarca es modesto y sencillo en sus gusto dispuso que el carruaje en que decía hacer su entrada no solo no fuera el guarnecido de pedrería; pero ni siquiera de los mejores, sino al me- nos lujoso para demostrar a su pueblo que no es de aquellos reyes fastuosos que como Teodorico I y Dimytrix, agradables las arcas para deslumbrar al pueblo que les rinde vasallaje y humildemente prosterna ellos.51
     La comitiva del rey del carnaval partió su recorrido desde la explanada de la Cervecería del Pacífico, siguió por la calle Constitución hasta la plaza Machado, continúo por la calle Vigía hasta Olas Altas y de ahí nuevamente regresó a la Machado; en seguida prosiguió su recorrido rumbo al Casino.52 La multitud se agolpaba a su alrededor para saludarlo “él respondía con amabilidad y tiraba besitos volando a sus vasallos que admiradas y suspensas contemplaban la arrogante gura y gozaba en mirar las negras guías del retorcido bigote de su S.M”.53 El rey vestía un traje análogo a los usados por Francisco I de Francia; su Guardia Real se componía por jinetes del gremio de Abasteros. Después de un largo recorrido Pacus I arribó al Casino; la artillería y una detonación producida desde el club Alemán anunciaron la llegada del rey al “Palacio Imperial”.

50  Ibíd., p. 140. 
51  El Correo de la Tarde, Mazatlán, 17 de febrero de 1904, p. 4. 
52  El Correo de la Tarde, Mazatlán, 12 de febrero de 1904, p. 4. 
53  Ibíd., p. 4. 

     El Casino de Mazatlán lucía espectacular, sin embargo, el club Alemán resultó más atractivo ya que “atraía las miradas de todos por el buen gusto carnavalesco con que estaba adornado el infundía temor por su formidables piezas de artillería, no necesitaban más para hacer trizas”.54 El edificio del Casino estaba coronado por trompetas que simulaban una formidable fortaleza al estilo medieval. Las cornisas y las ventanas enlazadas mostraban un tinglado multicolor; que estaba sostenido por tridentes o por tajantes hachas. De los balcones abatía una cortina a granes cuadros rojos, blancos y amarillos como de cuatro metros, sobre la cual caían guirlandas que hacían pedante colas colocadas en la parte superior. El mejor adorno no era, sin duda alguna, “lo mismo que el Palacio Real, la multitud de bellas mazatlecas que lucían sus embobados y suspensas a los que hacía ellas dirigían sus miradas”.55

     Existe un antes y un después de la peste bubónica. Nada fue igual, el Casino no se adornó rimbombante como se había hecho antes; ahora resultó mejor atractivo el club Alemán. El mismo rey del carnaval Pacus I en su peroración manifestó que su indumentaria y entrada difería des- comunalmente con sus antecesores, Teodorico I y Dimytrix reyes de los carnavales de 1900 y 1902.

     En la tarde del mismo día domingo, Jorge Claussen organizó el concurso de carros alegóricos. Solamente tres carruajes se presentaron: una era ocupada por las señoritas Josefa Rocha y María Alcalde, cuyo vehículo estaba adornado de ores purpurinas; el segundo, lo comandaba Jorge Hidalgo del club White and Blue,56 que era “un precioso carro enteramente blanco; blancos los caballos, blancos los arneses, blancas las ores, blanco todo lo que intervino en el arreglo del vehículo”;57 el tercer carruaje -blanco con adornos dorados- tirado por dos briosos caballos era conducido por Eugenio Hidalgo, junto a él iban María y Carmen Hidalgo y Elena y Elvira Rivas. Finalmente, los carros llegaron a la plaza Machado, al frente iba el carruaje del rey Pacus; dieron varias vueltas saludando a los concurrentes.
En un segundo acto, subieron al kiosco las niñas Concepción Sepúlveda, Rafaela Monterde, Amada Cruz, Enriqueta Cota, Berta Cruz, Josefa Corrales, Lidia Sánchez, Natalia Ochoa, María Urgel, Catalina Fitch, Josefina Machado, Inés Fitch, Carmen Careaga, Carmen Barraza, Enrique Urgel. Ellas cantaron el coro de los Cocineros y al terminar los aplausos tronaron estruendosamente.

54  Ibíd., p. 4. 
55  Ibíd., p. 4. 
56  Al lado de Hidalgo iba la señorita Leonor Hidalgo; ocupaban el carro también las señoritas Lolita Guerrero, Emelina Aguirre, Emilia Ferreira, Celia Retes, Angelita Haas, Clementina Alcalde y Clotilde Douglas; todas vestidas de blanco. Llevaban una gran provisión de serpentinas y al pasar por donde estaba el enemigo malo le arrojaban papel. 
57  Ibíd., p. 2. 

     Después de las niñas, siguió un coro de niños en traje de doctores, entre ellos figuraban: Emilio Urriolagoitia, Rafael Farber, Enrique Coppel, Ernesto J. Berúmen, Miguel M. Tarriba, Ernesto Andrade, Miguel Retes, Javier Maxemín, José Siordia, Antonio López Portillo, Miguel Tarriba, Agustín Herrera, Ángel Beltrán, Martín Careaga, Joaquín Avedaño, José Z. Campa y Miguel Osante. Las coplas entonadas fueron premiadas con aplausos, derroche de confeti y serpentina. Al mismo tiempo, los enmascarados discurrían por la plaza Machado “fuera de sus diabluras y saltos no sabían decir otra cosa que ¿me conoces? Mírame las manos y otras agudezas como estas”.58 A las diez de la noche terminó la serenata y la plaza quedó desierta.

      El lunes muy de mañana, una banda apostada en el kiosco de la plaza Machado tocó piezas alegres de sus repertorios; mientras tanto, la gente con mascaritas discurría o yacía en lugares como los balcones del Casino y del club Unión, las plazuelas, balcones y calles adyacentes que ofrecían un cuadro de los más pintoresco y animado.59 Por la tarde, una multitud de carruajes recorrió las calles; en tanto, los enmascarados aumentaron por encanto: los había de todas clases, tamaños y colores, unos mudos, otros con logorrea aguda, algunos inválidos, otros saltones; y los ojos de los paseantes iban de un lado a otro, turbios de curiosidad.

     Al caer la tarde, en la plaza Machado se trabó un reñido combate con confeti, serpentina y demás proyectiles como cacahuete.60 Participaron en el combate las señoritas Leonor Hidalgo, Celia Retes, Angelita Haas, Clementina Alcalde y Lolita Guerrero. También entró en escena el carruaje comandado por Jorge Hidalgo, quien fue blanco de ataque de todo un ejército apostado en los balcones y terrazas de las casas. En seguida llegó el rey disfrazado de Luís XVI y al “percibir de que no había música mostro el más vivo disgusto”.61 El día cerró con la música de la orquesta de Jarero y Rivas, mientras que en el mercado Romero Rubio se efectuó un baile popular organizado por la Junta Patriótica, conmemorando el aniversario de la Constitución.62

58  Ibíd., p. 6; El Correo de la Tarde, Mazatlán, 14 de febrero de 1904, p. 1. 
59  El Correo de la Tarde, Mazatlán, 17 de febrero de 1904, p. 6. 
60  Ibíd., p. 6. 
61  Ibíd., p. 6. 
62  El Correo de la Tarde, Mazatlán, 14 de febrero de 1904, p. 1

     El martes de carnaval, no varió demasiado, persistió la misma dinámica, centenares de personas recorrían las calles a pie y a caballo y en carruaje, quienes portaban disfraces de pirrotos, de toreros, de rorros, de mendigos, de diablos y de apaches. El dios Dionisio estaba desatado, pues la gente bailaba, brincaban, aullaban, bromeaban a los conocidos y a los desconocidos, arrojaban serpentinas y confeti y se divertían a placer.63 Por la tarde, el instinto, la lujuria y exceso se enseñorearon: “entre música, baile, guasa, gritos y sombrerazos llegó la hora de ir a asaltar las viandas, y la concurrencia disminuyó en la plaza para volver poco después considerablemente engrosada”64 Los comportamientos y los valores que rigen durante el Carnaval, que serían inadmisibles desde la moral religiosa cotidiana. En pocas palabras, en tanto el Diablo rige el tiempo del carnaval, este se vuelve un tiempo de exceso y de lujuria, pues queda fuera del do- minio de Dios. Justamente por ese quedar fuera del control de Dios es que, a pesar de ser un tiempo de pecado, no es punible en cuanto es permitido, celebrado y cobijado por el Diablo.65

63  El Correo de la Tarde, Mazatlán, 17 de febrero de 1904, p. 6. 
64  Ibíd., p. 6. 
65  Anatilde Idoyaga Molina y Soledad Torres, op. cit., pp. 96. 

Conclusión

     El mundo, México y Sinaloa entraron en una fase de modernidad; donde el capitalismo comenzó a reclamar mejores mercadores, mayor producción y más consumidores. Asimismo, la filosofía del positivismo comenzó a permear la política económica y cultural del país. Las élites aprovecharon esas mutaciones y como derivación se dieron cuenta que el juego de harina, --la diversión de los sectores populares-- no contribuía a la prosperidad económica y al desarrollo del turismo; entonces decidieron tomar por asalto y desplazar a las masas del carnaval. Así fue como 1898 nació el carnaval moderno auspiciando por las autoridades del distrito, por los comerciantes e industriales del puerto. Conjuntamente lanzaron una cruzada contra el juego de harina y sus practicantes. Construyeron un discurso de la moralización y la modernización del carnaval de Mazatlán. Se realizó una amplia propaganda con el fin de atraer el turismo a la ciudad.

     La escena fue dominada por la oligarquía y sus familias en dos sentidos: primero vieron en el carnaval un espacio fértil para el negocio, ya que atraía miles de personas que derramaban su dinero en los hoteles, mesones, restaurantes, centros de diversión, ferrocarril, vapores y el comercio local; luego, la oligarquía aprovechaba el carnaval para exponer sus pomposas y fastuosas vestimentas adquiridas en Europa, en especial en Francia. Las elites lucieron su fastuosidad en los desfiles, las procesiones y la competencia de los carros alegóricos. En otras palabras, el carnaval de Mazatlán sirvió a las élites para exponer a propios y extraños el poder y la prosperidad del puerto. El financiamiento del carnaval provenía de los poderosos comerciantes, industriales y del Ayuntamiento.

     Todo parecía alegría, felicidad y prosperidad, sin embargo en 1903 apareció la pandemia de la peste bubónica que azotó drásticamente a la población mazatleca sin hacer distinciones de clase social. El resultado arrojado fue miles de muertos, la población disminuyó violentamente; el comercio y la industria se debilitaron. Las elites mazatlecas tuvieron que exibilizar su actitud frente a las masas populares y otros sectores como los chinos. Por ejemplo, en el Carnaval de 1904, el abanico de recaudación se amplió, incluyendo empresas, comerciantes, obreros, pequeños comerciantes, profesionistas y chinos. Además, se dio mayor cobertura en las festividades a los sectores populares. No obstante, la oligarquía siguió dominado el escenario; pues fungiendo como organizadores y protagonistas de los desfiles y competencia de carros alegóricos.

Bibliografía y hemerografía

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el correo de la tarde, 1900-1904. 

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