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ALEGRÍA, HUMOR Y DOLOR: EL ANTIGUO CARNAVAL DE MAZATLÁN, 1900-1904 Rafael SANTOS CENOBIO * *  Catedrático e investigador de l...

viernes, 15 de mayo de 2015

DE NARCOCULTURA, DE JUVENTUD Y DE VALORES

DE NARCOCULTURA, DE JUVENTUD Y DE VALORES


Ramón Ismael ALVARADO VÁZQUEZ¨
En Sinaloa, los jóvenes han venido adoptando patrones y estilos que se identifican con los síntomas de la narcocultura como forma de vida. Situación que implica una aceptación de la violencia y las desviaciones sociales. Es un escenario[1] de comportamientos transgresivos expresados en rudos estilos de vida, y también en gustos emergentes[2] derivados de los procesos de la sociedad global y la influencia del mercado. Se presentan variadas formas de actitudes, con diferentes posibilidades de convivencia social. Sin darse cuenta del significado de las acciones y expresiones de los actores en la lógica de lo que la sociedad acepta como positivo o negativo, se asumen prácticas cotidianas que rayan en la ilegalidad.


     Los jóvenes se han encontrado un estilo de vida que les puede seducir regionalmente. Ante este proceso de recomposición social y cultural, las actitudes hacia la aceptación de las expresiones de la narcocultura, se han construido socialmente por dos procesos. El primero, económico, con la transformación que traen consigo las actividades económicas derivadas de la siembra, del cultivo y tráfico de drogas, en particular la amapola y la mariguana, como un creciente negocio realizado desde el inicio del siglo pasado hasta la fecha. El segundo, derivado de las transformaciones simbólicas, históricas y culturales. En especial por los procesos significativos de la modernidad, a través del capitalismo y del abanico de posibilidades que se exponen en los medios, con el uso de las nuevas tecnologías y como partes de la globalización cultural[3]. Del segundo se deriva otro nuevo proceso de descontextualización de los valores, que es la pérdida de influencia de las instituciones como la escuela. Estudios recientes como los planteados por Dubet (2010), indican la caída de la influencia de una institución como la escuela, para la formación del ciudadano en los que van en conjunto los valores y otros procesos de socialización.

     No obstante las influencias externas y conflictivas muy fuertes, hay algunas acciones del Estado por promover valores sociales, educativos y culturales para una convivencia normativamente civilizada. Pero de poco ha servido el trabajo del gobierno estatal, vía la SEPyC por ejemplo, mediante la implementación de programas para que niños, jóvenes, adultos vayan abandonando las prácticas ligadas a la violencia,[4] oral, física, de comportamientos y actitudes, cotidiana, simbólica. Y es que los valores de una sociedad o de una cultura, pueden definirse como la suma de los bienes materiales y espirituales que le son comunes a la mayoría de la población.

    Surgen cuestionamientos: ¿Es la escuela la única institución de formación y cultivo de valores? ¿Puede el Estado contrarrestar los patrones de conducta fomentados por el mercado? y ¿qué papel juegan otras instituciones como la familia y el propio Estado, ante las actitudes sustentadas en la violencia como estilo de vida?

    Tales preguntan son parte del trabajo más amplio sobre los valores de los jóvenes en Sinaloa. Aquí, se presenta un análisis en tres apartados. En el primero, se diserta sobre cómo se ha compuesto, formulado y construido la narcocultura a través de algunos años en Sinaloa. En el segundo apartado, se analiza el concepto de éxito a partir de las expresiones que brinda el mercado en el vestir, sustentadas en los estilos de vida que ha producido la convivencia cotidiana con la cultura de la violencia. La imagen que se trata de exponer a través de la ropa y los accesorios (esclavas, pulseras, relojes, anillos, cadenas y demás joyería), son parte de ciertos estereotipos, desde el gomero, el chero hasta el buchón[5]. En el tercer apartado, se  trata de darle un sentido teórico a los conceptos y estudios de los valores en Sinaloa, haciendo hincapié en los rasgos de los estereotipos y su aceptación cultural. Y damos un vistazo sobre los jóvenes que asisten y que no asisten a la escuela, ya que se ha visto que son atraídos por la seducción de las rutas del éxito que plantea por ejemplo el negocio del tráfico de las drogas ilegales.

La violencia en Sinaloa y su impacto en la cultura regional
La historia de Sinaloa se ha construido en un escenario donde la violencia se cotidianiza con acciones criminales conjugadas con el cultivo, venta y tráfico de drogas. Además del nacimiento de los capos de los cárteles más grandes de México. Se ha articulado a esto, el nacimiento de las organizaciones internacionales del tráfico de drogas. De modo que aparece en la formación de un alto porcentaje de jóvenes, una personalidad caracterizada por la violencia. Esto se refleja en una región, donde es posible y aceptada la permisibilidad de las acciones negativas, por la influencia de la cultura, el espacio regional y las prácticas globales[6].

   No obstante, en este escenario de contraposición cultural se han formado instituciones de educación superior que se han mantenido durante más de 130 años como la UAS. Se han construido con base en el trabajo y el esfuerzo de muchos sinaloenses, con escuelas primarias en toda la extensión territorial[7], además de secundarias que dan cobertura a miles de jóvenes. Por encima de otros estados, las preparatorias han crecido porcentualmente, así como la educación superior.

   Sin embargo a pesar de que históricamente se ha buscado formar jóvenes, en una entidad con valores positivos a través de instituciones como la escuela. Para Nery Córdova (2011), investigador de la cultura y las expresiones del narcotráfico en Sinaloa, esto no ha sido suficiente para contrarrestar los símbolos derivados de esta subcultura. Explica que la historia de la narcocultura y los valores de la violencia, resultan de un modelo de convivencia que se incrusta entre el crimen y la transgresión. Para este autor, las situaciones actuales se originan en la necesidad por subsistir y mantener el poder de los capos de la mafia. Lo que ha incidido en la sociedad y en la cultura regional.

    Las acciones y expresiones colectivas que resultan del narcotráfico están cargadas de los afiches manifiestos en diferentes escenarios de la política, la sociedad, la economía y la cultura. Se pueden observar en escenarios diversos, mediante estructuras simbólicas creadas y formadas en esta región del país. Esto es desde la música, la pintura artística, la literatura y el periodismo transmitidos por las industrias culturales. Donde simbólicamente adquiere valor la forma de caminar, la mirada, las señales, las expresiones corporales, el lenguaje, el arrancón de una camioneta. Aunado a expresiones de poder y solvencia económica. Comprar ropa de marca que distinga, zapatos, bolsos, relojes extravagantes o presumir las tecnologías, un celular forrado de oro, los souvenirs tienen un significado y una connotación social, económica y en especial como muestra de poder.

     Por ello al analizar el libro de Córdova, se hace impactante su trabajo, esencialmente porque en sus estudios de la cultura regional sinaloense, el autor busca darle sentido a los estudios de carácter etnográfico. Se apoya en la entrevista a profundidad como instrumento para la recolección de la información. En una de estas, analiza lo que dice un joven. Se trae a este espacio, porque es significativa su respuesta y porque desnuda una visibilidad que nadie se atreve a decir, pero que está presente en buena parte de la población. Lo que el joven afirma, es parte de una personalidad con la que sueñan muchos como él: Prefiero vivir cinco años como Rey, que 50 como buey. Esta expresión está marcada por los “valores negativos” que el supuesto poder o dominio que mantienen las bandas de narcotraficantes en la región, lo que genera dinero, poder y fortuna en su concepto de éxito.

     El éxito como valor desde esta perspectiva, hace cambiar los proyectos vida  y voltear la visión, para admirar a los líderes de grupos criminales o personajes con poder en escenarios de violencia como el que se escenifica en Sinaloa. Es posible que estas visiones, se hayan pasado de generación en generación y convertirse así en valores. Al buscar e indagar algunos personajes identificados históricamente con la relación poder, crimen, violencia y dinero. Aparecen individuos que han proyectado formas de ser a través del tiempo, el cultivo de estos arquetipos del éxito. Por esa razón, sin darse cuenta, muchos jóvenes le dan sentido a las acciones de algunos mitos y personajes, como imitaciones culturales, sin importar el significado ni sus consecuencias.

    El culto a Malverde es un ejemplo de la descomposición sociocultural. De bandolero y hasta bandido social, pasó a ser una figura iconográfica popular y pagana de tipo religioso. El juego de las atribuciones positivas y negativas, puede llevar al culto o a la percepción enajenada de parte de diversos segmentos de la sociedad.  En el corrido de Malverde se hace alusión a su “bondad” para ayudar a los pobres a sabiendas que hace uso de la violencia y el crimen. Dice el corrido:

Fue bandido más nunca un asesino.
Cuando robaba era por necesidad.
Pues lo poquito o lo mucho que robaba
Lo repartía con generosidad.

      La herencia que cultivó a través de la historia, se construyó de generación en generación, y se hizo leyenda y mito. La generosidad trasciende al crimen, aunque haya caído en acciones de transgresión física. Por ello logra superar lo hecho por otros hasta llegar a ser adorado religiosamente. Al darle sentido al valor religioso, señala Helena Simonett (2004), la transmisión cultural de las acciones heroicas para algunos, transforma el significado de los símbolos, ya que termina por venerar a Malverde como a un santo. Aunque la iglesia católica nunca lo ha reconocido como tal, popularmente se le rinde culto y le solicitan todo tipo de favores. Le llevan música, flores, objetos de oro, plata y fantasía. Un dato importante que Simonett encontró es que los sinaloenses están orgullosos de su historia y de sus representantes. En especial de los héroes criminales que se convierten en benefactores y muchos han querido o quieren ser así. Se les recuerda y se les cita en muchas reuniones que, al luchar por la justicia social, estos individuos se han convertido en ejemplos de audacia y valentía.

     Esta idea de éxito y de poder se muestra de diferentes formas, diferentes momentos históricos, pero siguiendo un mismo patrón cultural. Tan es así que sucede recientemente, según señala el periodista de Televisa Carlos Loret de Mola, que en el avión de traslado de Mazatlán a la Ciudad de México. Joaquín Guzmán, El Chapo, declara sobre sus enemigos que nos es como la Tuta, Servando Gómez y los caballeros templarios. Enfatiza que no era como otros, unos rateros mugrosos, y se diferenció.
“Yo soy un narcotraficante. Yo no secuestro, ni robo, ni extorsiono, ni nada de eso”[8].
    Considerando esta expresión, los narcos sinaloenses pueden ser, dice Córdova (1993), con evidente ironía y sarcasmo, malosos, pero también de noble corazón. Rudos y broncos, pero leales y derechos. Asesinos, pero bondadosos. Varios de estos personajes de viejas y actuales evocaciones han formado parte, en diferentes generaciones, de la creencia, de valores e historia, y del imaginario colectivo de la población. Han formado un pensamiento, en el cual personajes como el Chapo Guzmán, han asumido y trasladado la idea de ser parte del pueblo, de que se nació y se vive para ayudar a los necesitados. Esto es, porque surge de esa misma gente. En los corridos se mencionan historia y los problemas por los que el sujeto pasó. Se reitera que es del pueblo, que es pobre y que superó esa condición social. Otros corridos expresan un sentido de la imagen del personaje a imitar, del sujeto que ejerce el poder con expresiones propias de la narcocultura, principalmente con las camionetas lujosas y el de portar no una sino varias pistolas, lujosas, con cachas de oro, y otros lujos, afiches y bienes, y acompañados de mujeres bellas.

     Este panorama del imaginario regional, ayuda para sostener que en la idea del éxito y las herencias culturales, influyen un conjunto de factores, que hacen las acciones transgresivas sean vistas con tolerancia y terminen siendo valoradas como positivas. Los efectos son paradojas o contradicciones de la vida social. Históricamente han sido un factor determinante en la cultura sinaloense. En esta región se aceptan con mayor énfasis un conjunto de valores que han sido configurados por una subcultura como lo es la de herencia de la violencia y el crimen.

    Al configurar un conjunto de expresiones particulares, se contribuye en la cultura de una región. Entonces se puede plantear que, en un momento determinado, ciertas acciones toman un sentido positivo, pues los valores que mantienen a una comunidad son homogéneamente aceptados por ciertas comunidades y culturas[9].

Los valores en la escuela y en la cultura regional
La imagen del éxito al vestir, sustentada en los estilos de vida de la cultura de la violencia, ha construido estereotipos, desde el gomero, narco, chero hasta el buchón[10]. Lo que también puede ser un valor significativo en muchos jóvenes, que, al no ver alternativas que le puede dar la escuela, han creído en la adopción del concepto del éxito o valor, que definen los jóvenes, o en muchos casos, aquellos que suspiran por ser un líder, un capo o un jefe de la mafia[11]; manejar una camioneta último modelo, jalar la banda y los chirrines[12] con mucha bebida alcohólica, conquistar mujeres, mostrar y exhibir los celulares más caros y de moda, utilizar motos extravagantes y ordenar a muchos jóvenes que hacer, es decir, ser un chacalozo[13]. Se hace creer a los jóvenes que buscan un futuro o un proyecto de vida, que mediante la incorporación a las actividades del narco les puede mejorar la vida o ser otros, y con poder, en la vida.

   Acaso es seductor el proceso que implica encontrase con la burbuja que crea el “éxito”. Un porcentaje elevado de los jóvenes utiliza la vestimenta del buchón. Un gusto que se deriva de un estilo de vida que expresa un modelo de vestir de las industrias del consumo y del mercado de la región.[14] Una forma del éxito es la imagen que se quiere expresar. El significado con el sentido simbólico de lo que compra y se consume, se manifiesta en un estilo de vida particular. Un gusto que ha sido adoptado también por las mujeres. El género femenino ha jugado un papel importante en la imitación o adopción de la narcocultura, especialmente porque han promovido un gusto de distinción que busca retar a las masculinidades que promueven las industrias culturales.
 
    Es posible también, que el éxito de la imitación en los jóvenes, se deba a que han crecido con la idea de parecer o parecerse a los grandes capos que han surgido en la región[15]. También han creído que no quedan o no existen otras opciones de convivencia, diferentes a las que se han construido a través de la narcocultura. Un ejemplo de esto, son las marchas que realizaron algunas personas de la ciudad de Culiacán, entre los que destacaban jóvenes y un número considerable de estudiantes universitarios, exigiendo la liberación del “Chapo” Guzmán (Osorno, 2009).

    No obstante las intenciones planteadas en una política sobre el reconocimiento de los valores en Sinaloa para una mejor convivencia, se suscitan un conjunto de reflexiones sobre los mecanismos culturales que obstaculizan la propuesta de proyectos educativos y culturales. Aunque hemos sostenido que la escuela funciona, entre otras cosas, como un espacio de construcción, negociación, aceptación o rechazo a los valores y símbolos cultivados en la familia, y también, respecto a aquellos valores y símbolos propuestos por el mercado de consumo. Ya que, como resultado de los valores negativos incrustados en acciones relacionadas con la violencia, se ha formado en las últimas décadas un escenario cultural de permisibilidad de las transgresiones y la ilegalidad.

   En consecuencia, al observar que un alto porcentaje de jóvenes ha decidido buscar un mejor proyecto de vida, construido desde un escenario ilícito, desde un escenario que no es parte de las normas que rigen la vida en sociedad. Algunos de los muchachos rechazados de la escuela[16], sostienen la creencia de que les puede ir mejor si aceptan incorporase a algunas de las actividades que trae la industria del narcotráfico. Por ello construyen un valor del éxito[17] sustentado en las actividades que traen como consecuencia acciones y estilos de vida que se expresan en esta región.

     Esto es posible que sea una respuesta al panorama que les espera en Sinaloa a los jóvenes que no son aceptados o son rechazados del bachillerato y la educación superior. El panorama no es alentador ya que, además, cuando el joven se decide por la opción del trabajo, le resulta otra nueva desventura: al solicitar un empleo, se encuentran con que no son aceptados por la falta de estudios o de experiencia.

    Así pues en este escenario regional, a los jóvenes que no asisten a la escuela o que no son aceptados en ésta, se les complican las posibilidades de una trayectoria de éxito o de mejora de calidad de vida. Según las estadísticas, les espera un futuro contradictorio, con elevadas posibilidades de incorporase a algunas de las actividades ilícitas relacionadas con el narcotráfico. Se prevé o anticipa este incierto futuro como proyecto de vida, porque han crecido el número de acciones violentas que acaso son resultado simbólico de las imitaciones o de la aceptación de valores negativos que ha formado un sector de la sociedad del consumo, de la globalización y de la falta de educación, capacitación y oportunidades de trabajo.

     Las acciones comunes relacionadas con la narcocultura que se han legitimado socialmente, y que tienen que ver no sólo con la violencia y/o el tráfico de drogas, han resultado también de un estilo de vida, de una imagen, de un gusto musical y de convivencia social. De modo que se han configurado e impuesto representaciones sociales ligadas a las desviaciones sociales. Y cuestionar tales representaciones es difícil, porque la sociedad no contrarresta las imágenes de la violencia. Algunas instituciones como la iglesia y la escuela se han visto débiles; no pueden competir con lo que ofrecen las industrias culturales, y con las mismas representaciones colectivas, que el mercado ha consolidado. En el proceso de construcción de la socialización[18]; las instituciones son un factor influyente. Sin embargo, algunas de éstas han perdido su influencia en la formación de valores, esencialmente porque ya no impactan por la ausencia de legitimidad y credibilidad social y cultural.

    De manera empírica se puede señalar desde una perspectiva tradicional, que al preservase los valores como acciones colectivas socialmente aceptadas, se van conformando también en la historia ciertos valores que se manifiestan con el sentido de las acciones sociales de la cultura de una región. Emergen ante la necesidad de explicar los nuevos símbolos, la aparición de diferentes formas de reconocimiento entre las colectividades y la diversidad social. Al hacerse comunes los valores emergentes, son aprovechados por el mercado, al comercializar souvenirs, música e imágenes de los estilos de vida. En este proceso se reconoce la plusvalía que ha dado vender un nuevo estilo de vida, ya que se ha explotado un nicho comercial con un vasto potencial económico. Los jóvenes son también grandes consumidores.

     Estas actitudes y patrones de conducta se convierten en un gran problema, cuando son aceptados por una comunidad o región. Cuando una generación no encuentra otros valores que logren mejorar sus condiciones de vida, pues termina por aceptar y asimilar lo que la sociedad ofrece. La escuela según Dubet (2010), por su evolución y su situación ha sido relegada a un segundo plano de reconocimiento para tal fin. Los tomadores de decisiones poco se han preocupado por formular proyectos de valores diferentes, tomando en cuenta que los valores colectivos de moda, afectan a un alto porcentaje de niños y jóvenes, que orientan la construcción de valores en torno a las imágenes propias de una época o una región.

     Creemos que las configuraciones de las nuevas diversidades de las familias, la mercantilización de lo íntimo han debilitado lo privado. La familia se ha reducido a un espacio de refugio interno y no a un escenario de cultivo y construcción de valores.

Los valores en los escenarios de la violencia
Configurar un valor epistemológico para el estudio de las prácticas culturales del narco en una región se hace difícil, porque posiblemente sea poco reconocido en las apreciaciones de la investigación social. Las expresiones de las responsabilidades colectivas de los valores que se expresan en actitudes de Villoro, nos ayudan para sostener los conceptos del gusto y los estilos de vida de Bourdieu (2012). Estos se articulan con los simbolismos de capo, chacalozo, y jefe de la mafia con el de la forma de convivir, de vestir, de compra y consumo de artículos, la música y expresiones simbólicas como una señal, tomar una bebida y adoptar una imagen. 

    Las expresiones colectivas como partes de la cotidianidad son también de la cultura. En esta cuestión y con base en la suma de actividades colectivas y el estilo de vida, es viable decir que los valores como factores simbólicos dan significado y orientación a los seres humanos cuando interactúan con el mundo social. Si el estilo de vida es una parte central de la cultura y las manifestaciones de los actores en una región, en la lógica de Villoro (1997), los valores son expresiones de los estilos de vida, que se manifiestan a través de acciones consideradas extrínsecas, para las cuales se utilizan o se valen de medios para lograr un fin.

    Al ser fines y acciones colectivas, Touraine (2004) considera por su lado que en toda sociedad operan sistemas de valores que le dan cohesión y determinan su funcionamiento. De ahí devienen, por ende, las actitudes y expresiones colectivas emergentes como influencia del mercado y la globalización. En Touraine observamos la idea de la relatividad del valor. De Astorga (2005) se retoman los conceptos de actitudes y responsabilidades colectivas para aceptar y convivir con ciertos valores de la cultura regional. El concepto de cultura se analiza desde Giménez (2007), aunado a la identidad colectiva en los que se articulan los estudios de Bourdieu (2012), con el gusto y estilo de vida para explicar el concepto de éxito como imitación.

    Para justificar el sentido de los valores adoptados por los jóvenes en Sinaloa en un espacio y en una región, nos basamos en las actitudes relacionadas con la narcocultura, y que tienen que ver con la identidad. Por ello resultan importantes los aportes de Touraine (2004), para fundamentar el concepto de relativismo sociológico. Se articula para darle sentido a la condición del intercambio de simbolismos culturales, que configuran las expresiones de los sujetos. Este proceso se elabora con  la significación de las formas y acciones de convivencia, con los contenidos sociales, el estilo de vida y la orientación e interacción del sentido de vida con los demás.

     Al darle un sentido relativo a los valores, Touraine, señala que éstos asumen una función central en la edificación de la identidad de los individuos y de los colectivos. Dice que forjan la imagen y la estimación de sí mismo. El individuo que está consciente de sus valores puede considerarse como una persona para encontrar un lugar en el mundo, tener confianza en sí mismo, interpretar y evaluar su medio ambiente social. Su status se determina en parte según el valor acordado a su posición. 

     Astorga (1995) señala que lo positivo y lo negativo se explica y toma forma según las condiciones culturales, sociales y económicas en particular de una región. Al analizar los valores en una visión considerada positiva, se hace una comparación entre valores distintos. Un valor positivo puede ser la escuela, y uno negativo la violencia. Así, los valores son acciones comunes socialmente aceptadas.

   Se analizan los valores como forma de institucionalización en la perspectiva de Giddens (2012). Señala que dan significado y orientación a los seres humanos cuando interactúan con el mundo social. Si se parte de la institucionalización de la cultura y los valores para formular un programa educativo, entonces la institucionalización cultural transita por un proceso de transformación de las memorias colectivas. Así, cuando se observa el problema de la caída de la escuela como principal institución de socialización, en este nuevo esquema emergente la separación y la marginación social son procesos progresivos. Las tendencias neoliberales, que reflejan y articulan las vivencias de los beneficiarios de la globalización, son hijos tan legítimos de ésta como los de la tan festejada “hibridación” de la cultura globalizada.

     Cómo educar a los niños en Sinaloa cuando se vive y se plantean políticas en una doble moral. Se prohíben los narcocorridos en medios electrónicos, mientras la población los escucha en sus hogares, en la fiesta y en la vía pública. En tanto, se emulan poses, miradas, gustos y estilos de la moda narco. Algunos, por no contar con un gusto y estilo de vida diferente al de este espacio geográfico, terminan imitando los modelos de la mayoría. La actitud como creencia, identificación y afectividad.

    Esto se relaciona con una cultura que evoca al México bárbaro, de la carne asada, del norte rico, ostentoso y violento, de la montaña escondida en el noroeste del país, de la sierra madre occidental que sirve como refugio para esconderse de las autoridades o persecuciones debido a lo accidentado de su geografía. La región, toma un sentido particular y una manera específica, donde se construye de manera histórica y social una cultura del reconocimiento, aceptación y convivencia con la violencia, la imitación y admiración por los capos como figuras de la sociedad y que ratifican los medios, casi de igual manera que las estrellas del espectáculo y los deportes.

A manera de conclusión
Al convivir en este espacio que tiene una cotidianidad particular, se observa que los valores toman un significado regional, subjetivo y territorial. Giddens (2012) dice que los valores dan significado y orientación a los seres humanos cuando interactúan con el mundo social. De modo que al ser los valores un sentido de orientación significativa, la interacción social se vuelve una relación cotidiana con la violencia.

     La aceptación y asimilación de nuevos valores ponen en juego las acciones cotidianas mediante los mecanismos culturales de aceptación simbólica, y se van configurando en el sentido común de las expresiones colectivas. La desintegración social es tanto una afección como un resultado de la nueva técnica del poder, que emplea como principales instrumentos el descompromiso y el arte de la huida. Hoy para el Estado y la escuela ya no es prioritario establecer programas, por ejemplo para la socialización; sus prioridades son más bien en el sentido de sostener las políticas globales manteniendo valores globales relativos.



 ALVARADO VÁQUEZ, R.  (2015).DE NARCOCULTURA, DE JUVENTUD Y DE VALORES    (U. A. Sinaloa, Ed.) ARENAS 39(39), 119-135.     








¨Doctor en Educación por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Investigador de Tiempo Completo de la Facultad de Ciencias Sociales de la UAS y de la Universidad Pedagógica de Sinaloa. Autor de La construcción de la identidad de los estudiantes de bachillerato, Ed. UAS, 2011, Cul., Sin.

[1] Por valores positivos se entienden aquellos que se expresan a través del esfuerzo, el estudio, la disciplina, el trabajo, la convivencia por ser un buen ciudadano y la armonía de una sociedad. Por valores negativos o emergentes se consideran las actitudes derivadas de la violencia y el crimen que se expresan a través de la Narcocultura con acciones ilícitas como el cultivo, tráfico y negociación de la droga.
[2] Por estilo de vida se define en este trabajo desde los planteamientos de Bourdieu (2012), se relaciona con las preferencias personales en materia de consumo.
[3] Beck (1998), habla de una globalización en la que existen también procesos de globalización cultural. En estos procesos los Estados nacionales soberanos se entremezclan e imbrican mediante actores transnacionales y sus respectivas probabilidades de poder, orientaciones, identidades y entramados varios.
[4] La cultura de Sinaloa tiene raíces profundas en la violencia con las historias en los corridos de los narcos contemporáneos que embonan con las leyendas de Heraclio Bernal y Jesús Malverde. Este último representa una imagen sagrada y popular, de mucho arraigo en el noroeste de México. Esta imagen ha comunicado diferentes formas de violencia.
[5] Son las diferentes connotaciones para señalar a los que se dedican a algunas de las acciones derivadas del tráfico de drogas en Sinaloa, a través de la historia.
[6] Para Bauman (2006), la articulación entre las acciones de los jóvenes con los nuevos valores se caracterizan por el pluralismo de elecciones morales así como la conciencia moral que dejan como secuela, nos parecen intrínseca e irreparablemente ambivalentes. Vivimos en una fuerte ambigüedad moral que ofrece libertad de acción nunca antes vista que nos lleva a nuevas incertidumbres.
[7] Según el gobernador Mario López Valdez en Sinaloa no se quedó ni un niño, ni un joven sin escuela en el 2014 de los que solicitaron su ingreso.
[8] Periódico el Universal. Martes 25 de febrero. Historias de un reportero. Carlos Loret de Mola. Historias de un reportero.
[9]  En la perspectiva de Giménez (2007), la acciones colectivas de los actores son factores del proceso de la interiorización de la cultura que se manifiesta a través del hábitus y se explica en las experiencias sociales y los mundos de de vida de los actores en interacción.
[10] Diferentes connotaciones para señalar a los que se dedican a algunas de las acciones derivadas del tráfico de drogas en Sinaloa, a través de la historia.
[11] Para Villoro (1999) El sentido del éxito será en el valor que alivia una privación, lo cual aplacaría la tensión del deseo, cumpliría el anhelo, volvería pleno un mundo de carencias, es entonces que en este caso el éxito es  la acumulación de un valor.
[12] Son los conjuntos norteños, que cantan corridos y música regional mexicana en las calles o en las fiestas.
[13] Chacalozo se le llama a persona con poder en Sinaloa, una persona que controla a un número mayor, con dinero, lujos e intimidación.
[14] Según Arturo Santamaría (2009), señala que en nuestro estado hay tantos imitadores del estilo de vida y conducta de los señores narcos que no es nada fácil saber quién lo es y quién no. Por la apariencia no podemos juzgar ni llegar muy lejos en nuestros juicios objetivos.
[15] Desde Heraclio Bernal, Ernesto Fonseca (Don Neto), Miguel Félix Gallardo, Rafael Caro Quintero, Joaquín el Chapo Guzmán Además de Juan José Esparragoza (el azul),  Benjamín Arellano, Los hermanos Arellano Félix, Amado Carrillo Fuentes. Hermanos Beltrán Leyva.
[16] Según un estudio realizado con 1500 jóvenes en el estado de Sinaloa, en edad escolar del bachillerato y superior  que no asisten a la escuela indican que es mejor buscar un trabajo e actividades ilícitas que asistir a la escuela.
[17] La idea de éxito, en este estado para los jóvenes que han construido sus valores, con base en los valores que les ha fomentado la narcocultura y el estilo de vida consiste en expresar una actitud ganadora, de prepotencia, carros y camionetas de lujo con vidrios polarizados, arrancones en la ciudad con música de corridos escuchada con alto volumen, vestir con ropa de marca según los estereotipos de buchón y de la época, tomar whiskies Buchanan, hasta que se fatiguen los músicos, traer mujeres y enseñar el poder a través del dinero y los dólares.               
[18] Berger y Luckmann  hablan de una socialización primaria y de una secundaria.

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