DE NARCOCULTURA, DE JUVENTUD Y DE VALORES
En
Sinaloa, los jóvenes han venido adoptando patrones y estilos que se identifican
con los síntomas de la narcocultura
como forma de vida. Situación que implica una aceptación de la violencia y las
desviaciones sociales. Es un escenario[1]
de comportamientos transgresivos expresados en rudos estilos de vida, y también
en gustos emergentes[2] derivados de los procesos de
la sociedad global y la influencia del mercado. Se
presentan variadas formas de actitudes, con diferentes posibilidades de convivencia
social. Sin darse cuenta del significado de las acciones y expresiones de los
actores en la lógica de lo que la sociedad acepta como positivo o negativo, se
asumen prácticas cotidianas que rayan en la ilegalidad.
Los jóvenes se han
encontrado un estilo de vida que les puede seducir regionalmente. Ante este
proceso de recomposición social y cultural, las actitudes hacia la aceptación
de las expresiones de la narcocultura,
se han construido socialmente por dos procesos. El primero, económico, con la
transformación que traen consigo las actividades económicas derivadas de la
siembra, del cultivo y tráfico de drogas, en particular la amapola y la
mariguana, como un creciente negocio realizado desde el inicio del siglo pasado
hasta la fecha. El segundo, derivado de las transformaciones simbólicas,
históricas y culturales. En especial por los procesos significativos de la modernidad,
a través del capitalismo y del abanico de posibilidades que se exponen en los
medios, con el uso de las nuevas tecnologías y como partes de la globalización
cultural[3]. Del
segundo se deriva otro nuevo proceso de descontextualización de los valores,
que es la pérdida de influencia de las instituciones como la escuela. Estudios
recientes como los planteados por Dubet (2010), indican la caída de la influencia
de una institución como la escuela, para la formación del ciudadano en los que
van en conjunto los valores y otros procesos de socialización.
No obstante las
influencias externas y conflictivas muy fuertes, hay algunas acciones del
Estado por promover valores sociales, educativos y culturales para una
convivencia normativamente civilizada. Pero de poco ha servido el trabajo del
gobierno estatal, vía la SEPyC por ejemplo, mediante la implementación de
programas para que niños, jóvenes, adultos vayan abandonando las prácticas
ligadas a la violencia,[4]
oral, física, de comportamientos y actitudes, cotidiana, simbólica. Y es que
los valores de una sociedad o de una cultura, pueden definirse como la suma de
los bienes materiales y espirituales que le son comunes a la mayoría de la
población.
Surgen cuestionamientos: ¿Es la escuela la única institución de
formación y cultivo de valores? ¿Puede el Estado contrarrestar los patrones de
conducta fomentados por el mercado? y ¿qué papel juegan otras instituciones
como la familia y el propio Estado, ante las actitudes sustentadas en la
violencia como estilo de vida?
Tales preguntan son parte del trabajo más amplio sobre los valores de
los jóvenes en Sinaloa. Aquí, se presenta un análisis en tres apartados. En el
primero, se diserta sobre cómo se ha compuesto, formulado y construido la narcocultura a través de algunos años en
Sinaloa. En el segundo apartado, se analiza el concepto de éxito a partir de
las expresiones que brinda el mercado en el vestir, sustentadas en los estilos
de vida que ha producido la convivencia cotidiana con la cultura de la
violencia. La imagen que se trata de exponer a través de la ropa y los
accesorios (esclavas, pulseras, relojes, anillos, cadenas y demás joyería), son
parte de ciertos estereotipos, desde el gomero,
el chero hasta el buchón[5]. En el tercer apartado,
se trata de darle un sentido teórico a
los conceptos y estudios de los valores en Sinaloa, haciendo hincapié en los
rasgos de los estereotipos y su aceptación cultural. Y damos un vistazo sobre
los jóvenes que asisten y que no asisten a la escuela, ya que se ha visto que
son atraídos por la seducción de las rutas del éxito que plantea por ejemplo el negocio del tráfico de las drogas
ilegales.
La violencia
en Sinaloa y su impacto en la cultura regional
La historia de
Sinaloa se ha construido en un escenario donde la violencia se cotidianiza con
acciones criminales conjugadas con el cultivo, venta y tráfico de drogas.
Además del nacimiento de los capos de los cárteles más grandes de México. Se ha
articulado a esto, el nacimiento de las organizaciones internacionales del
tráfico de drogas. De modo que aparece en la formación de un alto porcentaje de
jóvenes, una personalidad caracterizada por la violencia. Esto se refleja en
una región, donde es posible y aceptada la permisibilidad de las acciones
negativas, por la influencia de la cultura, el espacio regional y las prácticas
globales[6].
No obstante, en este
escenario de contraposición cultural se han formado instituciones de educación
superior que se han mantenido durante más de 130 años como la UAS. Se han
construido con base en el trabajo y el esfuerzo de muchos sinaloenses, con
escuelas primarias en toda la extensión territorial[7],
además de secundarias que dan cobertura a miles de jóvenes. Por encima de otros
estados, las preparatorias han crecido porcentualmente, así como la educación
superior.
Sin embargo a pesar
de que históricamente se ha buscado formar jóvenes, en una entidad con valores
positivos a través de instituciones como la escuela. Para Nery Córdova (2011),
investigador de la cultura y las expresiones del narcotráfico en Sinaloa, esto
no ha sido suficiente para contrarrestar los símbolos derivados de esta
subcultura. Explica que la historia de la narcocultura
y los valores de la violencia, resultan de un modelo de convivencia que se
incrusta entre el crimen y la transgresión. Para este autor, las situaciones
actuales se originan en la necesidad por subsistir y mantener el poder de los
capos de la mafia. Lo que ha incidido en la sociedad y en la cultura regional.
Las acciones y
expresiones colectivas que resultan del narcotráfico
están cargadas de los afiches manifiestos en diferentes escenarios de la
política, la sociedad, la economía y la cultura. Se pueden observar en
escenarios diversos, mediante estructuras simbólicas creadas y formadas en esta
región del país. Esto es desde la música, la pintura artística, la literatura y
el periodismo transmitidos por las industrias culturales. Donde simbólicamente
adquiere valor la forma de caminar, la mirada, las señales, las expresiones
corporales, el lenguaje, el arrancón de una camioneta. Aunado a expresiones de
poder y solvencia económica. Comprar ropa de marca que distinga, zapatos,
bolsos, relojes extravagantes o presumir las tecnologías, un celular forrado de
oro, los souvenirs tienen un significado y una connotación social, económica y
en especial como muestra de poder.
Por ello al analizar
el libro de Córdova, se hace impactante su trabajo, esencialmente porque en sus
estudios de la cultura regional sinaloense, el autor busca darle sentido a los
estudios de carácter etnográfico. Se apoya en la entrevista a profundidad como
instrumento para la recolección de la información. En una de estas, analiza lo
que dice un joven. Se trae a este espacio, porque es significativa su respuesta
y porque desnuda una visibilidad que nadie se atreve a decir, pero que está
presente en buena parte de la población. Lo que el joven afirma, es parte de
una personalidad con la que sueñan muchos como él: Prefiero vivir cinco años como Rey, que 50 como buey. Esta
expresión está marcada por los “valores negativos” que el supuesto poder o
dominio que mantienen las bandas de narcotraficantes en la región, lo que
genera dinero, poder y fortuna en su concepto de éxito.
El éxito como valor desde esta perspectiva,
hace cambiar los proyectos vida y
voltear la visión, para admirar a los líderes de grupos criminales o personajes
con poder en escenarios de violencia como el que se escenifica en Sinaloa. Es
posible que estas visiones, se hayan pasado de generación en generación y
convertirse así en valores. Al buscar e indagar algunos personajes
identificados históricamente con la relación poder, crimen, violencia y dinero.
Aparecen individuos que han proyectado formas de ser a través del tiempo, el
cultivo de estos arquetipos del éxito. Por esa razón, sin darse cuenta, muchos
jóvenes le dan sentido a las acciones de algunos mitos y personajes, como
imitaciones culturales, sin importar el significado ni sus consecuencias.
El culto a Malverde
es un ejemplo de la descomposición sociocultural. De bandolero y hasta bandido
social, pasó a ser una figura iconográfica popular y pagana de tipo religioso.
El juego de las atribuciones positivas y negativas, puede llevar al culto o a
la percepción enajenada de parte de diversos segmentos de la sociedad. En el corrido de Malverde se hace alusión a
su “bondad” para ayudar a los pobres a sabiendas que hace uso de la violencia y
el crimen. Dice el corrido:
Fue bandido más nunca un asesino.
Cuando robaba era por necesidad.
Pues lo poquito o lo mucho que robaba
Lo repartía con generosidad.
La herencia que
cultivó a través de la historia, se construyó de generación en generación, y se
hizo leyenda y mito. La generosidad trasciende al crimen, aunque haya caído en acciones
de transgresión física. Por ello logra superar lo hecho por otros hasta llegar
a ser adorado religiosamente. Al darle sentido al valor religioso, señala
Helena Simonett (2004), la transmisión cultural de las acciones heroicas para
algunos, transforma el significado de los símbolos, ya que termina por venerar
a Malverde como a un santo. Aunque la iglesia católica nunca lo ha reconocido
como tal, popularmente se le rinde culto y le solicitan todo tipo de favores.
Le llevan música, flores, objetos de oro, plata y fantasía. Un dato importante
que Simonett encontró es que los sinaloenses están orgullosos de su historia y
de sus representantes. En especial de los héroes criminales que se convierten
en benefactores y muchos han querido o quieren ser así. Se les recuerda y se
les cita en muchas reuniones que, al luchar por la justicia social, estos
individuos se han convertido en ejemplos de audacia y valentía.
Esta idea de éxito y
de poder se muestra de diferentes formas, diferentes momentos históricos, pero
siguiendo un mismo patrón cultural. Tan es así que sucede recientemente, según
señala el periodista de Televisa Carlos Loret de Mola, que en el avión de
traslado de Mazatlán a la Ciudad de México. Joaquín Guzmán, El Chapo, declara
sobre sus enemigos que nos es como la Tuta, Servando Gómez y los caballeros
templarios. Enfatiza que no era como otros, unos rateros mugrosos, y se
diferenció.
“Yo soy un narcotraficante. Yo no secuestro, ni robo, ni extorsiono, ni nada de eso”[8].
Considerando esta
expresión, los narcos sinaloenses
pueden ser, dice Córdova (1993), con evidente ironía y sarcasmo, malosos, pero
también de noble corazón. Rudos y broncos, pero leales y derechos. Asesinos,
pero bondadosos. Varios de estos personajes de viejas y actuales evocaciones
han formado parte, en diferentes generaciones, de la creencia, de valores e
historia, y del imaginario colectivo de la población. Han formado un
pensamiento, en el cual personajes como el Chapo Guzmán, han asumido y
trasladado la idea de ser parte del pueblo, de que se nació y se vive para
ayudar a los necesitados. Esto es, porque surge de esa misma gente. En los
corridos se mencionan historia y los problemas por los que el sujeto pasó. Se
reitera que es del pueblo, que es pobre y que superó esa condición social.
Otros corridos expresan un sentido de la imagen del personaje a imitar, del
sujeto que ejerce el poder con expresiones propias de la narcocultura, principalmente con las camionetas lujosas y el de
portar no una sino varias pistolas, lujosas, con cachas de oro, y otros lujos,
afiches y bienes, y acompañados de mujeres bellas.
Este panorama del
imaginario regional, ayuda para sostener que en la idea del éxito y las herencias culturales,
influyen un conjunto de factores, que hacen las acciones transgresivas sean
vistas con tolerancia y terminen siendo valoradas como positivas. Los efectos
son paradojas o contradicciones de la vida social. Históricamente han sido un
factor determinante en la cultura sinaloense. En esta región se aceptan con
mayor énfasis un conjunto de valores que han sido configurados por una
subcultura como lo es la de herencia de la violencia y el crimen.
Al configurar un
conjunto de expresiones particulares, se contribuye en la cultura de una
región. Entonces se puede plantear que, en un momento determinado, ciertas
acciones toman un sentido positivo, pues los valores que mantienen a una
comunidad son homogéneamente aceptados por ciertas comunidades y culturas[9].
Los valores
en la escuela y en la cultura regional
La imagen del éxito al vestir, sustentada en los
estilos de vida de la cultura de la violencia, ha construido estereotipos,
desde el gomero, narco, chero hasta el buchón[10]. Lo
que también puede ser un valor significativo en muchos jóvenes, que, al no ver
alternativas que le puede dar la escuela, han creído en la adopción del
concepto del éxito o valor, que
definen los jóvenes, o en muchos casos, aquellos que suspiran por ser un líder,
un capo o un jefe de la mafia[11];
manejar una camioneta último modelo, jalar la banda y los chirrines[12] con
mucha bebida alcohólica, conquistar mujeres, mostrar y exhibir los celulares
más caros y de moda, utilizar motos extravagantes y ordenar a muchos jóvenes
que hacer, es decir, ser un chacalozo[13]. Se
hace creer a los jóvenes que buscan un futuro o un proyecto de vida, que
mediante la incorporación a las actividades del narco les puede mejorar la vida o ser otros, y con poder, en la
vida.
Acaso es seductor el
proceso que implica encontrase con la burbuja que crea el “éxito”. Un
porcentaje elevado de los jóvenes utiliza la vestimenta del buchón. Un gusto que se deriva de un estilo
de vida que expresa un modelo de vestir de las industrias del consumo y del
mercado de la región.[14] Una
forma del éxito es la imagen que se quiere expresar. El significado con el
sentido simbólico de lo que compra y se consume, se manifiesta en un estilo de
vida particular. Un gusto que ha sido adoptado también por las mujeres. El
género femenino ha jugado un papel importante en la imitación o adopción de la narcocultura, especialmente porque han
promovido un gusto de distinción que busca retar a las masculinidades que
promueven las industrias culturales.
Es posible también,
que el éxito de la imitación en los
jóvenes, se deba a que han crecido con la idea de parecer o parecerse a los
grandes capos que han surgido en la región[15].
También han creído que no quedan o no existen otras opciones de convivencia,
diferentes a las que se han construido a través de la narcocultura. Un ejemplo de esto, son las marchas que realizaron
algunas personas de la ciudad de Culiacán, entre los que destacaban jóvenes y
un número considerable de estudiantes universitarios, exigiendo la liberación
del “Chapo” Guzmán (Osorno, 2009).
No obstante las
intenciones planteadas en una política sobre el reconocimiento de los valores
en Sinaloa para una mejor convivencia, se suscitan un conjunto de reflexiones
sobre los mecanismos culturales que obstaculizan la propuesta de proyectos
educativos y culturales. Aunque hemos sostenido que la escuela funciona, entre
otras cosas, como un espacio de construcción, negociación, aceptación o rechazo
a los valores y símbolos cultivados en la familia, y también, respecto a
aquellos valores y símbolos propuestos por el mercado de consumo. Ya que, como
resultado de los valores negativos incrustados en acciones relacionadas con la
violencia, se ha formado en las últimas décadas un escenario cultural de
permisibilidad de las transgresiones y la ilegalidad.
En consecuencia, al
observar que un alto porcentaje de jóvenes ha decidido buscar un mejor proyecto
de vida, construido desde un escenario ilícito, desde un escenario que no es
parte de las normas que rigen la vida en sociedad. Algunos de los muchachos
rechazados de la escuela[16],
sostienen la creencia de que les puede ir mejor si aceptan incorporase a
algunas de las actividades que trae la industria del narcotráfico. Por ello
construyen un valor del éxito[17]
sustentado en las actividades que traen como consecuencia acciones y estilos de
vida que se expresan en esta región.
Esto es posible que
sea una respuesta al panorama que les espera en Sinaloa a los jóvenes que no
son aceptados o son rechazados del bachillerato y la educación superior. El
panorama no es alentador ya que, además, cuando el joven se decide por la
opción del trabajo, le resulta otra nueva desventura: al solicitar un empleo,
se encuentran con que no son aceptados por la falta de estudios o de
experiencia.
Así pues en este
escenario regional, a los jóvenes que no asisten a la escuela o que no son
aceptados en ésta, se les complican las posibilidades de una trayectoria de
éxito o de mejora de calidad de vida. Según las estadísticas, les espera un
futuro contradictorio, con elevadas posibilidades de incorporase a algunas de
las actividades ilícitas relacionadas con el narcotráfico. Se prevé o anticipa
este incierto futuro como proyecto de vida, porque han crecido el número de
acciones violentas que acaso son resultado simbólico de las imitaciones o de la
aceptación de valores negativos que ha formado un sector de la sociedad del
consumo, de la globalización y de la falta de educación, capacitación y
oportunidades de trabajo.
Las acciones comunes
relacionadas con la narcocultura que
se han legitimado socialmente, y que tienen que ver no sólo con la violencia
y/o el tráfico de drogas, han resultado también de un estilo de vida, de una
imagen, de un gusto musical y de convivencia social. De modo que se han
configurado e impuesto representaciones sociales ligadas a las desviaciones
sociales. Y cuestionar tales representaciones es difícil, porque la sociedad no
contrarresta las imágenes de la violencia. Algunas instituciones como la
iglesia y la escuela se han visto débiles; no pueden competir con lo que
ofrecen las industrias culturales, y con las mismas representaciones
colectivas, que el mercado ha consolidado. En el proceso de construcción de la
socialización[18];
las instituciones son un factor influyente. Sin embargo, algunas de éstas han
perdido su influencia en la formación de valores, esencialmente porque ya no
impactan por la ausencia de legitimidad y credibilidad social y cultural.
De manera empírica se
puede señalar desde una perspectiva tradicional, que al preservase los valores
como acciones colectivas socialmente aceptadas, se van conformando también en
la historia ciertos valores que se manifiestan con el sentido de las acciones
sociales de la cultura de una región. Emergen ante la necesidad de explicar los
nuevos símbolos, la aparición de diferentes formas de reconocimiento entre las
colectividades y la diversidad social. Al hacerse comunes los valores
emergentes, son aprovechados por el mercado, al comercializar souvenirs, música
e imágenes de los estilos de vida. En este proceso se reconoce la plusvalía que
ha dado vender un nuevo estilo de vida, ya que se ha explotado un nicho
comercial con un vasto potencial económico. Los jóvenes son también grandes
consumidores.
Estas actitudes y
patrones de conducta se convierten en un gran problema, cuando son aceptados
por una comunidad o región. Cuando una generación no encuentra otros valores
que logren mejorar sus condiciones de vida, pues termina por aceptar y asimilar
lo que la sociedad ofrece. La escuela según Dubet (2010), por su evolución y su
situación ha sido relegada a un segundo plano de reconocimiento para tal fin.
Los tomadores de decisiones poco se han preocupado por formular proyectos de
valores diferentes, tomando en cuenta que los valores colectivos de moda,
afectan a un alto porcentaje de niños y jóvenes, que orientan la construcción
de valores en torno a las imágenes propias de una época o una región.
Creemos que las
configuraciones de las nuevas diversidades de las familias, la mercantilización
de lo íntimo han debilitado lo privado. La familia se ha reducido a un espacio
de refugio interno y no a un escenario de cultivo y construcción de valores.
Los valores
en los escenarios de la violencia
Configurar un valor
epistemológico para el estudio de las prácticas culturales del narco en una
región se hace difícil, porque posiblemente sea poco reconocido en las
apreciaciones de la investigación social. Las expresiones de las responsabilidades
colectivas de los valores que se expresan en actitudes de Villoro, nos ayudan
para sostener los conceptos del gusto y los estilos de vida de Bourdieu (2012).
Estos se articulan con los simbolismos de capo,
chacalozo, y jefe de la mafia con el de la forma de convivir, de vestir, de
compra y consumo de artículos, la música y expresiones simbólicas como una
señal, tomar una bebida y adoptar una imagen.
Las expresiones colectivas como
partes de la cotidianidad son también de la cultura. En esta cuestión y con
base en la suma de actividades colectivas y el estilo de vida, es viable decir
que los valores como factores simbólicos dan significado y orientación a
los seres humanos cuando interactúan con el mundo social. Si el estilo de vida es una parte central de
la cultura y las manifestaciones de los actores en una región, en la lógica de
Villoro (1997), los valores son expresiones de los estilos de vida, que se
manifiestan a través de acciones consideradas extrínsecas, para las cuales se
utilizan o se valen de medios para lograr un fin.
Al ser fines y acciones colectivas, Touraine (2004) considera por su
lado que en toda sociedad operan sistemas de valores que le dan cohesión y
determinan su funcionamiento. De ahí devienen, por ende, las actitudes y expresiones
colectivas emergentes como influencia del mercado y la globalización. En
Touraine observamos la idea de la relatividad del valor. De Astorga (2005) se
retoman los conceptos de actitudes y responsabilidades colectivas para aceptar
y convivir con ciertos valores de la cultura regional. El concepto de cultura
se analiza desde Giménez (2007), aunado a la identidad colectiva en los que se
articulan los estudios de Bourdieu (2012), con el gusto y estilo de vida para
explicar el concepto de éxito como imitación.
Para justificar el sentido de los valores adoptados por los jóvenes en
Sinaloa en un espacio y en una región, nos basamos en las actitudes
relacionadas con la narcocultura, y
que tienen que ver con la identidad. Por ello resultan importantes los aportes
de Touraine (2004), para fundamentar el concepto de relativismo sociológico. Se
articula para darle sentido a la condición del intercambio de simbolismos
culturales, que configuran las expresiones de los sujetos. Este proceso se
elabora con la significación de las
formas y acciones de convivencia, con los contenidos sociales, el estilo de
vida y la orientación e interacción del sentido de vida con los demás.
Al darle un sentido relativo a los valores, Touraine, señala que éstos
asumen una función central en la edificación de la identidad de los individuos
y de los colectivos. Dice que forjan la imagen y la estimación de sí mismo. El
individuo que está consciente de sus valores puede considerarse como una
persona para encontrar un lugar en el mundo, tener confianza en sí mismo,
interpretar y evaluar su medio ambiente social. Su status se determina en parte
según el valor acordado a su posición.
Astorga (1995) señala
que lo positivo y lo negativo se explica y toma forma según las condiciones
culturales, sociales y económicas en particular de una región. Al analizar los
valores en una visión considerada positiva, se hace una comparación entre
valores distintos. Un valor positivo puede ser la escuela, y uno negativo la
violencia. Así, los valores son acciones comunes socialmente aceptadas.
Se analizan los
valores como forma de institucionalización en la perspectiva de Giddens (2012).
Señala que dan significado y orientación a los seres humanos cuando interactúan
con el mundo social. Si se parte de la
institucionalización de la cultura y los valores para formular un programa educativo,
entonces la institucionalización cultural transita por un proceso de
transformación de las memorias colectivas. Así, cuando se observa el problema
de la caída de la escuela como principal institución de socialización, en
este nuevo esquema emergente la separación y la marginación social son procesos
progresivos. Las tendencias neoliberales, que reflejan y articulan las
vivencias de los beneficiarios de la globalización, son hijos tan legítimos de
ésta como los de la tan festejada “hibridación” de la cultura globalizada.
Cómo educar a los
niños en Sinaloa cuando se vive y se plantean políticas en una doble moral. Se
prohíben los narcocorridos en medios electrónicos, mientras la población los
escucha en sus hogares, en la fiesta y en la vía pública. En tanto, se emulan
poses, miradas, gustos y estilos de la moda narco. Algunos, por no contar con
un gusto y estilo de vida diferente al de este espacio geográfico, terminan
imitando los modelos de la mayoría. La actitud como creencia, identificación y
afectividad.
Esto se relaciona con
una cultura que evoca al México bárbaro, de la carne asada, del norte rico,
ostentoso y violento, de la montaña escondida en el noroeste del país, de la sierra
madre occidental que sirve como refugio para esconderse de las autoridades o
persecuciones debido a lo accidentado de su geografía. La región, toma un
sentido particular y una manera específica, donde se construye de manera
histórica y social una cultura del reconocimiento, aceptación y convivencia con
la violencia, la imitación y admiración por los capos como figuras de la
sociedad y que ratifican los medios, casi de igual manera que las estrellas del
espectáculo y los deportes.
A manera de
conclusión
Al convivir en este
espacio que tiene una cotidianidad particular, se observa que los valores toman
un significado regional, subjetivo y territorial. Giddens (2012) dice que los
valores dan significado y orientación a los seres humanos cuando interactúan
con el mundo social. De modo que al ser los valores un sentido de orientación
significativa, la interacción social se vuelve una relación cotidiana con la
violencia.
La aceptación y
asimilación de nuevos valores ponen en juego las acciones cotidianas mediante
los mecanismos culturales de aceptación simbólica, y se van configurando en el
sentido común de las expresiones colectivas. La desintegración social es tanto
una afección como un resultado de la nueva técnica del poder, que emplea como
principales instrumentos el descompromiso y el arte de la huida. Hoy para el
Estado y la escuela ya no es prioritario establecer programas, por ejemplo para
la socialización; sus prioridades son más bien en el sentido de sostener las
políticas globales manteniendo valores globales relativos.
ALVARADO VÁQUEZ, R. (2015).DE NARCOCULTURA, DE JUVENTUD Y DE VALORES (U. A. Sinaloa, Ed.) ARENAS 39(39), 119-135.
¨Doctor en Educación por la Universidad Autónoma
del Estado de Morelos. Investigador de Tiempo Completo de la Facultad de
Ciencias Sociales de la UAS y de la Universidad Pedagógica de Sinaloa. Autor de
La construcción de la identidad de los
estudiantes de bachillerato, Ed. UAS, 2011, Cul., Sin.
[1] Por
valores positivos se entienden aquellos que se expresan a través del esfuerzo,
el estudio, la disciplina, el trabajo, la convivencia por ser un buen ciudadano
y la armonía de una sociedad. Por valores negativos o emergentes se consideran
las actitudes derivadas de la violencia y el crimen que se expresan a través de
la Narcocultura con acciones ilícitas
como el cultivo, tráfico y negociación de la droga.
[2] Por
estilo de vida se define en este trabajo desde los planteamientos de Bourdieu
(2012), se relaciona con las preferencias personales en materia de consumo.
[3] Beck
(1998), habla de una globalización en la que existen también procesos de
globalización cultural. En estos procesos los Estados nacionales soberanos se
entremezclan e imbrican mediante actores transnacionales y sus respectivas
probabilidades de poder, orientaciones, identidades y entramados varios.
[4] La
cultura de Sinaloa tiene raíces profundas en la violencia con las historias en
los corridos de los narcos contemporáneos que embonan con las leyendas de
Heraclio Bernal y Jesús Malverde. Este último representa una imagen sagrada y
popular, de mucho arraigo en el noroeste de México. Esta imagen ha comunicado
diferentes formas de violencia.
[5] Son
las diferentes connotaciones para señalar a los que se dedican a algunas de las
acciones derivadas del tráfico de drogas en Sinaloa, a través de la historia.
[6] Para Bauman (2006), la articulación
entre las acciones de los jóvenes con los nuevos valores se caracterizan por el
pluralismo de elecciones morales así como la conciencia moral que dejan como
secuela, nos parecen intrínseca e irreparablemente ambivalentes. Vivimos en una
fuerte ambigüedad moral que ofrece libertad de acción nunca antes vista que nos
lleva a nuevas incertidumbres.
[7] Según
el gobernador Mario López Valdez en Sinaloa no se quedó ni un niño, ni un joven
sin escuela en el 2014 de los que solicitaron su ingreso.
[8] Periódico el Universal. Martes 25 de
febrero. Historias de un reportero. Carlos Loret de Mola. Historias de un
reportero.
[9] En la perspectiva de Giménez (2007), la
acciones colectivas de los actores son factores del proceso de la
interiorización de la cultura que se manifiesta a través del hábitus y se
explica en las experiencias sociales y los mundos de de vida de los actores en
interacción.
[10]
Diferentes connotaciones para señalar a los que se dedican a algunas de las
acciones derivadas del tráfico de drogas en Sinaloa, a través de la historia.
[11] Para
Villoro (1999) El sentido del éxito será en el valor que alivia una privación,
lo cual aplacaría la tensión del deseo, cumpliría el anhelo, volvería pleno un
mundo de carencias, es entonces que en este caso el éxito es la acumulación de un valor.
[12] Son
los conjuntos norteños, que cantan corridos y música regional mexicana en las
calles o en las fiestas.
[13]
Chacalozo se le llama a persona con poder en Sinaloa, una persona que controla
a un número mayor, con dinero, lujos e intimidación.
[14]
Según Arturo Santamaría (2009), señala que en nuestro estado hay tantos
imitadores del estilo de vida y conducta de los señores narcos que no es nada
fácil saber quién lo es y quién no. Por la apariencia no podemos juzgar ni
llegar muy lejos en nuestros juicios objetivos.
[15]
Desde Heraclio Bernal, Ernesto Fonseca (Don Neto), Miguel Félix Gallardo,
Rafael Caro Quintero, Joaquín el Chapo Guzmán Además de Juan José Esparragoza
(el azul), Benjamín Arellano, Los
hermanos Arellano Félix, Amado Carrillo Fuentes. Hermanos Beltrán Leyva.
[16]
Según un estudio realizado con 1500 jóvenes en el estado de Sinaloa, en edad
escolar del bachillerato y superior que
no asisten a la escuela indican que es mejor buscar un trabajo e actividades
ilícitas que asistir a la escuela.
[17] La
idea de éxito, en este estado para los jóvenes que han construido sus valores,
con base en los valores que les ha fomentado la narcocultura y el estilo de
vida consiste en expresar una actitud ganadora, de prepotencia, carros y
camionetas de lujo con vidrios polarizados, arrancones en la ciudad con música
de corridos escuchada con alto volumen, vestir con ropa de marca según los
estereotipos de buchón y de la época, tomar whiskies Buchanan, hasta que se
fatiguen los músicos, traer mujeres y enseñar el poder a través del dinero y los
dólares.
[18]
Berger y Luckmann hablan de una
socialización primaria y de una secundaria.
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