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viernes, 26 de febrero de 2016

LA "NUEVA RURALIDAD" Y LA COMPRENSIÓN CONCEPTUAL DEL MEDIO RURAL MEXICANO

LA "NUEVA RURALIDAD" Y LA COMPRENSIÓN CONCEPTUAL DEL MEDIO RURAL MEXICANO

José Carlos LÓPEZ SÁNCHEZ Sociólogo. Estudiante de la Facultad de Ciencias Sociales de la UAS. 

Resumen 
    Las dificultades por homologar criterios dentro de la academia siempre han estado presentes en la historia de la ciencia y siempre han sido en beneficio de la precisión en la producción científica. 

    En el caso de la sociología rural, esto no es la excepción, y podemos decir que las discusiones que giran en torno a la falta de consenso para definir lo “rural”, son parte medular del objeto de estudio de esta rama de la sociología. 

  Los intentos por precisar las características de la ruralidad han estado condicionados por los diferentes contextos históricos que han propiciado algunas alteraciones a la concepción de lo rural por parte de la comunidad científica.  

   Haciendo un breve recorrido histórico, existen varios factores que han sido determinantes para la construcción del concepto de ruralidad. Algunos de los más estudiados son: la influencia del crecimiento poblacional, la migración, la desagrarización y el proceso de industrialización en sus distintas fases y grados en el sector rural. Estos han marcado un punto de inflexión que ha obligado a los científico-sociales a reformular el concepto de ruralidad. A partir de ahí, han surgido diferentes propuestas teóricas que han intentado interpretar las implicaciones culturales, económicas y sociales de estos factores precipitantes. 

  En las últimas décadas, los cambios generados por las políticas públicas ah doc al sistema económico capitalista y el paulatino crecimiento del intercambio cultural de regiones urbanas y rurales han dinamizado el surgimiento de nuevos fenómenos y problemas sociales, los cuales han rebasado las facultades explicativas de conceptos y teorías que intentan describir las características de la ruralidad. 

   La “Nueva Ruralidad” es un esfuerzo conceptual por interpretar el surgimiento de estos nuevos escenarios que reducen la vigencia de los criterios de diferenciación entre lo urbano y lo rural. Con él, se busca poner en su justa dimensión las características que presenta el medio rural actual y su rol en el desarrollo de la sociedad contemporánea. 

   En el presente ensayo hacemos una revisión del concepto de “Nueva Ruralidad” con la intención de identificar sus antecedentes, sus limitaciones y sus alcances para refutar algunas nociones erróneas sobre él y así poder determinar su grado de aplicabilidad para entender al medio rural mexicano. 

La construcción social de la ruralidad 

   Antes de empezar a describir las características de la Nueva Ruralidad, se considera necesario entenderla como una construcción social sujeta a negociaciones y convenciones sociales. Para ello, es menester ubicar cuales son los actores sociales involucrados, los roles que juegan y su peso dentro del proceso de construcción. 

    Siguiendo esta idea, el significado de los aspectos objetivos y subjetivos que constituyen el modo de vida rural son distintos, según desde el punto de vista en que se observe. En primera instancia, desde la óptica de la comunidad científica, se parte de un proceso de observación para el establecimiento de generalizaciones que al lograr aceptación por parte de la academia, culmina en la creación de teorías y conceptos (Berger y Luckmann, 1986) que atribuyen cualidades a lo rural

   Así, a nivel conceptual todo conocimiento legitimado como científicamente valido, tiene que apegarse a ciertas restricciones o directrices que son de naturaleza epistemológica. En el caso del concepto de Nueva Ruralidad, se debe de examinar qué tan pertinente es utilizar el término, con la intención de actualizar el concepto ya existente de “ruralidad”, para determinar si es una discusión de forma o de fondo. 

   Al hablar sobre una “nueva ruralidad” se da por sentado que las facultades explicativas del concepto de “ruralidad” son insuficientes para describir los fenómenos y problemas emergentes en el medio rural actual. Esto nos lleva a reflexionar sobre el nivel de vigencia que tendrá este “nuevo” concepto, pues si se toma en cuenta el carácter dinámico de los cambios sociales, se puede llegar a pronosticar que esta “nueva ruralidad” al tiempo perderá su cualidad “novedosa”. 

    No obstante, la intención de diferenciar la ruralidad o la ruralidad tradicional de la Nueva Ruralidad obedece a la pretensión de actualizar los esquemas de análisis con el afán de no caer en el hermetismo. El buen grado de aceptación de la comunidad científica a este concepto obedece en gran medida a una condición intrínseca de las ciencias sociales: la crítica y renovación del conocimiento científico (Bunge, 2002). 

    Por tanto, se considera que este tipo de obstáculos conceptuales no son de fondo, sino de forma y una crítica que intente refutar al concepto Nueva Ruralidad usando como argumento la desestimación de su cualidad novedosa, es trivial e intrascendente. 

La construcción social de la ruralidad 

   La asignación de significados a las cualidades de la ruralidad no es unívoca (Fernández, 2008), puesto que las condiciones objetivas y subjetivas existen y reciben un “sentido” aún y cuando no son interpretadas por la comunidad científica. Puesto que los sujetos rurales modifican el entorno en el que están inmersos por medio de un sistema de valores que da certidumbre a sus actos. 

   En ese sentido, al analizar la ruralidad se debe de resaltar la perspectiva de los actores sociales rurales, pues éstos construyen su “realidad” a través de su subjetividad, asimilando las condiciones objetivas y subjetivas que transforman constantemente sus formas de interacción social y de organización. Se coincide con Long (Gómez citando a Long, 1992) en su propuesta de analizar la ruralidad como un conjunto de acciones orientadas desde la perspectiva de los actores sociales (sujetos rurales), donde se destaca el significado de las cosas desde el punto de vista de estos y las constantes negociaciones que se desprenden de su interpretación de la “realidad”. 

Antecedentes teóricos al concepto de Nueva Ruralidad 

   Al realizar un análisis de las diferentes interpretaciones de la ruralidad a lo largo de la historia, podemos dar cuenta que las propuestas teóricas de los últimos años han mostrado tener cierta correspondencia a la progresiva aceptación de una postura crítica al paradigma de la modernidad. Para justificar esta afirmación, consideramos pertinente explicar grosso modo los antecedentes teóricos del concepto de “nueva ruralidad”, esto con la intención de despejar ciertas dudas sobre su grado de aplicabilidad del concepto para el contexto actual. 

Modelo dicotómico 

    Este posicionamiento se desprende de las primeras formulaciones de los autores clásicos como Tonníes durante el siglo XIX y perduró parte del siglo XX, con portavoces como Germani. Este modelo sostenía que lo rural se debía situar en contraposición de lo urbano, pues los dos eran sistemas sociales con características totalmente distintas entre sí. 

    Tonníes formuló una clasificación en donde dividió en dos los tipos de agrupaciones que existen dentro de la sociedad: La “Gemeinschaft”: (comunidad) lo rural y la “Gesellschaft”: (asociación) lo urbano. Esta interpretación dual, estaba caracterizada por denostar y juzgar de primitivo al estilo de vida rural y postular a lo urbano como un modelo de sociedad ideal, además, la definición de lo rural estaba basada en el reconocimiento de la otredad urbana, reduciendo a lo rural como su antítesis residual (Tonníes citado por García, 1991). 

    Este mismo esquema de interpretación se puede observar en Durkheim, pues aunque no hablaba propiamente sobre lo rural y lo urbano, desarrolló una clasificación en donde apreciaba dos formas de solidaridad: Solidaridad mecánica (de semejanza, con bajos niveles de diferenciación y especialización) y solidaridad orgánica (altos niveles de diferenciación y especialización). La primera ha sido interpretada como una característica de la ruralidad, mientras que la segunda ha sido adjudicada como un rasgo de la urbanidad (Durkheim, 2007). 

Modelo del continuum Rural-Urbano 

   El modelo del continuum, surge como una crítica a la visión bisocial del enfoque dicotómico. Como postulado principal, este enfoque se basaba en el supuesto de que no existía una línea divisoria entre lo urbano y lo rural. 

   Los principales exponentes de este modelo fueron Zorokin y Zimmerman con su obra “Principles of Rural-UrbanSociology” (1929). Estos autores intentaron poner en evidencia la ineficacia del esquema de diferenciación dicotómico, bajo el argumento de que éste no reconocía la complejidad de las relaciones entre lo urbano y lo rural. 
“Las diferencias entre lo rural y lo urbano para Zokorin y Zimmerman no consisten en la existencia o en la ausencia de ciertos rasgos, sino de un incremento o decrecimiento cuantitativo de las características que definen una u otra, en una gradación desde lo estrictamente rural a lo urbano (Gómez, 2013). 
   Años más tarde, Readfield retomó su tesis y elaboró el concepto de folk-society, con el cual sugería un tipo ideal de sociedad pequeña, aislada, homogénea, y con fuerte sentido de solidaridad de grupo (García, 1991). 

   Aunque estos autores fueron pioneros por criticar al modelo dicotómico y por reconocer la idea de interdependencia entre lo urbano y lo rural, se puede apreciar que existe una interpretación teleológica que hace apología de lo urbano, al considerarlo como un estadio posterior a lo rural. 

    Una vez descritos los antecedentes teóricos del concepto de Nueva Ruralidad, se puede apreciar que la reivindicación de lo rural es la máxima expresión de la paulatina aceptación de la interdependencia entre lo rural y lo urbano. Es decir, existe una coherencia en los planteamientos que evidencian el progresivo reconocimiento a la idea de complementariedad entre lo rural y lo urbano. 

    Así, después de revisar estos dos enfoques, se puede dar cuenta de una coherencia histórica de la producción científica de la sociología rural, podemos refutar las afirmaciones que tildan de “posmoderno” el concepto de Nueva Ruralidad. Pues si se parte de la noción de “posmodernidad” de Lyotard (1990), es posible observar que el concepto no busca marcar una ruptura con las posturas teóricas anteriores, más bien se puede percibir una suerte de continuidad en el sentido de que existe una tendencia al alza de reconocer la necesidad de dejar atrás los planteamientos desfasados donde lo rural se ajusta pasivamente y en función de factores exógenos.(Pérez, 2001) 

    Además, proponer una disertación con la posición dicotómica y teleológica de la modernidad no implica necesariamente hacerlo desde el punto de vista del posmodernismo. Pues la crítica de paradigmas es algo que ha estado presente en la ciencia a lo largo de la historia y es parte fundamental de la formación del conocimiento científico. 

Características de la Nueva Ruralidad 

    El concepto de Nueva Ruralidad es un intento por interpretar los recientes cambios en el sector rural. Este busca comprender como se ha redefinido el rol de los sujetos rurales como parte de un mecanismo de adaptación a las nuevas condiciones sociales, económicas, políticas y culturales. 

    Este concepto intenta dejar atrás la noción simplista de lo rural como “lo que no es urbano”, puesto que en la actualidad esta definición deja en una zona intermedia a una fracción muy grande de la realidad, tal es el caso de zonas peri-urbanas y las zonas rurales industriales, (Fernández, 2008) ya que el crecimiento demográfico ha reducido las distancias entre las periferias de las ciudades y las zonas rurales. Por otro lado, se han producidos cambios notables en la ocupación de la población económicamente activa del sector rural al disminuir el porcentaje de personas que trabajan en el sector primario como consecuencia de la diversificación laboral.

    Además, el incremento de los flujos migratorios a zonas urbanas ha producido un intercambio cultural que ha modificado las reglas de convivencia tanto rurales y urbanas, contribuyendo a la pérdida progresiva de la nitidez de las diferencias. 
 
    Por ello se considera oportuna la apreciación de Gómez, que resalta la importancia de integrar la noción de gradualidad al concepto de Nueva Ruralidad. Con la cual se puede apreciar una gama de situaciones intermedias que evidencian tanto la presencia como la ausencia de características rurales. “No se trata de una situación dicotómica o de negro y blanco, sino de grados, de tonalidades” (2013). 

    Con relación a los cambios espaciales de las zonas rurales, podemos apreciar que la explotación tradicional para la práctica de actividades agropecuarias ha ido en detrimento y esto ha propiciado cambios en las formas de apropiación simbólica de los espacios por parte de los sujetos rurales.(Grammont, 2004). 

     En ese sentido, es preciso acuñar la siguiente definición para hablar del medio rural actual, que:
"...es entendido como el conjunto de regiones o zonas con actividades diversas (agricultura, industrias pequeñas y medianas, comercio, servicios) y en las que se asientan pueblos, aldeas, pequeñas ciudades y centros regionales, espacios naturales y cultivados” (Pérez, 2001). 
    Esta nueva concepción de lo rural advierte un cambio de la visión teleológica que postulaba al proceso de urbanización o de industrialización como la panacea que sacaría del atraso a las zonas rurales. La nueva visión de lo rural, así, 
“…no va de lo atrasado a lo moderno, de lo rural a lo urbano, de lo agrícola a lo industrial. Hay más bien un buen número de características que muestran la multi-direccionalidad del proceso, sobre las cuales hay múltiples evidencias, en diferentes países, con distintos grados de desarrollo” (Pérez, Ibid). 
     Cabe señalar que existen críticas que desaprueban esta interpretación, juzgándola de romántica o ideológica por anunciar la reivindicación de la ruralidad. Sin embargo, hay bastante literatura donde se propone la eliminación del sesgo peyorativo que existe hacía esta. 
“En la sociedad globalizada, informática y (post) moderna, el individuo rural se ha tenido que reinventar y redefinir, ya no como remanente de la sociedad agraria pre-moderna ni como sobrante de la sociedad industrial, sino como un actor indispensable, en el continuo proceso de desarrollo de la sociedad” (Sánchez, 2001) 
     La redefinición de lo rural no sugiere la “emancipación” de lo urbano, ni mucho menos pretende ponderarse como el modelo de sociedad ideal. Más bien se trata del establecimiento de un nuevo contrato social (Ramos y Romero, 1993), el cual debe dotar de nuevos instrumentos para lograr un desarrollo social tanto en el medio rural, como en el urbano. 

El concepto de Nueva Ruralidad 

     Hasta este punto, resulta conveniente advertir que muchas de las descripciones del concepto de Nueva Ruralidad no se presentan de manera uniforme en todos los espacios rurales del mundo, inclusive, algunas no son aplicables en aspectos específicos. Esto se debe a que la construcción del concepto está pensada en la descripción de contextos con características peculiares. 

    Esta situación se acentúa cuando se intenta utilizar el concepto sin realizar un intento por adaptarlo a las especificidades que presenta el sector rural al que se pretende analizar. En ese sentido, se coincide con Bunge (1980) en la necesidad de contrastar los conceptos, ya que: “una idea sólo puede considerable científica sólo si es objetivamente contrastable”. 

     En otras palabras: “de lo que se trata es distinguir la representación y el concepto de las cosas, no sólo como dos formas y grados de conocimiento de la realidad, sino dos cualidades de “la cosa en sí” (Kosik, 1966). Sin embargo, el contentarse con entender a la ruralidad como concepto o como forma fenoménica, equivale a tener una comprensión pseudo concreta de ésta. 

   Así, al hablar sobre el medio rural mexicano, resulta equivoco referirse a éste, como si los individuos que lo componen fueran una población con características homogéneas. El carácter heterogéneo obedece a distintos factores. Entre los más importantes resaltan la diferencia entre las distintas profesiones u oficios que practican quienes residen en él, pues la actividad económica otorga ciertas características que ayudan a forjar una identidad cultural propia. También se debe tomar en consideración la gran cantidad de zonas rurales que tienen ascendencia indígena, que proporciona un arraigo y un sentido especial de pertenencia a la comunidad. Del mismo modo, existen sectores de la población rural que están adscritos al sistema ejidal mexicano, el cual está basado en un modelo de cooperación que lo convierten en un grupo sui generis. 

    Por otro lado, si bien es cierto que el concepto de Nueva Ruralidad advierte el surgimiento de nuevas condiciones sociales, a la hora de analizar el contexto mexicano se debe resaltar la presencia de rasgos que evidencian una resistencia cultural a los cambios impuestos por factores exógenos, pues pese a que se han generado modificaciones sustanciales a las formas de organización tradicionales y en los usos y costumbres de las comunidades rurales, se puede observar que al mismo tiempo coexisten manifestaciones que dan cuenta de que existe una continuidad de la reproducción social de las identidades culturales rurales en el país. 

  Algunas de estas manifestaciones de resistencia cultural, pueden ser tan sutiles que pueden encontrarse en los hábitos alimenticios, en las características espaciales de las viviendas rurales, en las reglas de convivencia, en el uso del lenguaje y el tipo de vecindad prolongada caracterizada por la interacción cara a cara (Gómez, 2013). 

    Podemos aseverar que el concepto de Nueva Ruralidad puede ser aplicable para estudiar al medio rural, sólo si éste se somete a un ejercicio dialéctico que busque conciliar la representación teórica y las manifestaciones fenomenológicas específicas. 

    En esta idea, las características sui generis de la ruralidad mexicana demandan una actualización de los esquemas de diferenciación que se utilizan para distinguir lo rural de lo urbano. Puesto que los criterios de diferenciación tradicionales carecen de un enfoque integral que permita identificar las características de la ruralidad que se encuentran inmersas en las relaciones interpersonales de los individuos. 

     Como botón de muestra, podemos ver que el criterio de diferenciación predominante en México es el de densidad de población. Así, para que una población sea considerada como rural debe tener menos de 2,500 habitantes (INEGI, 2011). 

     La excesiva importación de criterios demográficos y geográficos por parte de la sociología rural, lejos de contribuir a esclarecer conceptos, ha agudizado la confusión en los esfuerzos por definir lo rural o bien sólo ha vulgarizado su interpretación a través de esquemas explicativos que carecen de un enfoque sociológico. 

     Por ello se propone agregar criterios que contemplen el análisis de la interacción entre individuos. Un estudio sociológico deberá privilegiar el análisis en el tipo de relaciones sociales que caracterizan a las personas y grupos que interactúan en los territorios que son considerados rurales. Abonando a esta idea, un nuevo esquema de diferenciación requeriría la integración de criterios sociológicos y antropológicos. 
“Lo rural no es solo habitar en los campos o trabajar la tierra, en caletas o pirquines, sino más bien se trata de un tema cultural. Se trata de una cosmovisión diferente a la urbana que constituye un mundo propio, el cual se expresa en modos de conocer, procesos de pensamiento, integración de dimensiones del saber diferentes; formas de expresión propias que se revelan en el léxico, formas del discurso con predominio de lo hablado sobre lo escrito; normas de convivencia y de organización social con jerarquías que difieren de la racionalidad de las estructuras urbanas” (Gómez, 2013). 
Colofón 

     A modo de conclusión, podemos decir que el concepto de Nueva Ruralidad exhibe lo anacrónico de los criterios de diferenciación tradicionales usados para distinguir lo rural de lo urbano. Este, a su vez, evidencia la errada interpretación de concebir una relación jerárquica de lo urbano sobre lo rural, e insiste en la incorporación de nuevas variables más enfocadas en la cualificación de pautas de conducta de los individuos para tipificar lo rural, no ya como un sistema social diferenciado de lo urbano, sino más bien, intenta identificar el grado de presencia o la ausencia de características rurales que permita reconocer las nuevos problemas y exigencias del medio rural actual, y que surgen con constancia como consecuencia del intercambio cultural entre lo urbano y lo rural.

REFERENCIAS 

Durkheim, Émile. (2007)La división del trabajo social. Editorial Colofón. México 
Lyotard, Jean-François. (1990) La condición posmoderna. Red Editorial Iberoamericana. México. 
Bunge, Mario. (2002) Epistemología. Editorial Siglo XXI. México 
Berger, L Berger, Luckmann, Thomas. (2001) La construcción social de la realidad. Amorrortu Editores. Buenos Aires, Argentina. 
Fernández, E. (2008). La sociedad rural y la Nueva Ruralidad. En Chiappe, M. Carámbula, M. Fernández, E. (comp.). El campo uruguayo: una mirada desde la Sociología Rural. Grupo Disciplinario en Sociología Rural. Editorial Fin de Siglo, Uruguay 
García, B, Juan, Manuel. (1991) Sobre el concepto de Ruralidad: Crisis y renacimiento rural. Recuperado de: http://www.sumak.cl/1Por%20Temas/2Ciencias/3Ciencias_Sociales/Cultura_Interculturalidad_Ruralidad/Ruralidad/rur1_Concepto%20de%20ruralidad%20y%20RENACIMIENTO%20rural.pdf 
Gómez, Sergio. (2013) Nueva Ruralidad. Fundamentos teóricos y necesidad de avances empíricos. Recuperado de: www.fediap.com.ar/administracion/pdfs/Nueva Ruralidad. 
Pérez C. Edelmira (2001)“Hacía una nueva visión de lo rural” de Edelmira Pérez C.”. Recuperado de: biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/gt/20100929011414/2perez.pdf 
Grammont, H. (2004). “La nueva ruralidad en América Latina”. Revista Mexicana de Sociología. Núm. Especial. Instituto de Investigaciones Sociales-UNA. México. Recuperado en:http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=32109918 
Sánchez A, Armando.(2011) Sociología rural: El nuevo campesino entre la globalización y la tierra prometida. Espacio Abierto, 4. Octubre-Diciembre, Universidad de Zulia, Venezuela.Recuperado en:www.redalyc.org/articulo.oa?id=12220531001 
Ramos R. Eduardo y Romero, José Juan. (1993) La crisis del modelo de crecimiento y las nuevas funciones del medio rural, en El Desarrollo Rural Andaluz a las puertas del siglo XXI. Congresos y Jornadas. 
Instituto Nacional de Geografía y Estadística (2011). Síntesis metodológica y conceptual de la infraestructura y características socioeconómicas de las localidades de menos de 5 mil habitantes del Censo de Población y Vivienda. 2010 México 

Kosik, Karel. (1966) La dialéctica de lo concreto. Recuperado de: https://marxismocritico.files.wordpress.com/2012/05/dialecticadeloconcreto.pdf 

EL PORFIRIATO EN EL FUERTE, SINALOA: VIDA COTIDIANA, TRABAJO Y CAMBIO SOCIAL

Pedro CÁZARES ABOYTES
Licenciado y Maestro en Historia por la UAS. Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Guadalajara. Es profesor de la Maestría en Políticas Públicas de la UAS y profesor invitado en Ciencias Sociales en la Universidad Autónoma Indígena de México.



Resumen 

      Este trabajo describe los cambios experimentados en las sociedades del norte de Sinaloa durante el periodo de 1880 a 1910. Se exponen algunas características de la dinámica social, como la movilidad poblacional interna y externa hacia el centro de Sinaloa, así como los cambios ocasionados por el arribo de extranjeros de la empresa colonizadora The Credit Foncier Company entre 1886 y 1896. Ciertos comportamientos culturales y de vida cotidiana de los trabajadores indígenas mayos, y las actividades productivas, oficios y profesiones en la región son también objeto de reconstrucción histórica. 

Contexto porfirista en el norte de Sinaloa 

      Durante los primeros años del cañedismo, las haciendas agro-ganaderas en el norte de Sinaloa modificaron su dinámica tradicional como unidades productivas para transformarse paulatinamente en ingenios azucareros. Este escenario de cambio social detonó procesos de migración interna, temporal y permanente, de indígenas y mestizos hacía la parte baja del distrito de El Fuerte en busca de trabajo, principalmente hacia el valle y la franja costera. 

     De igual manera, el arribo de inmigrantes extranjeros diversificó la composición poblacional y racial. Un fenómeno económico coyuntural de relevancia, promovido por este grupo y los hacendados nacionales ante la necesidad de mano de obra, fue la monetización y el incremento de los salarios devengados en labores del campo. En tanto, El Fuerte creció de forma notable en el periodo de estudio. En 1873 había 23, 437 habitantes y hacia el fin de siglo se contabilizaron alrededor de 45,000. Este crecimiento demográfico trajo consigo una disminución evidente de pobladores en algunas comunidades, como se observa en los datos correspondientes a la parte alta del norte de Sinaloa: 

Fuente: Eustaquio Buelna, Compendio Histórico, Geográfico y Estadístico, Culiacán, 2a. ed., 1978, p. 126; Memoria General de la Administración Pública del Estado, presentada por el Gobernador Constitucional Mariano Martínez de Castro, 1881, Culiacán, Sin., Tip. de Retes y Díaz, p.165; Memoria General presentada a la XXa Legislatura por el Gobernador Constitucional C. Gral. Francisco Cañedo que comprende de 1896 a 1902, t. II, Mazatlán, Imprenta y casa Edit. M. Retes y Cía., 1905, p. 86.

      Para 1900, los poblados de Toro, Baca, Aguacaliente, Baimena, Yecorato, Bacayopa, Tehueco y Sivirijoa, contaban con menos de 500 habitantes. Grupos numerosos de indígenas mayos originarios de pueblos como Mochicahui y Sivirijoa emigraron en búsqueda de otros lugares, como la Hacienda de Pericos en el Distrito de Mocorito, propiedad de la familia Peiro. El contingente de migrantes sumaba más de 600 personas, conformado en su mayoría por familias completas. 

     Otros tantos se asentaron en el centro de la entidad para emplearse en el ingenio azucarero La Aurora, en Navolato, propiedad de Redo y Cía. Desde 1899, individuos como Simón Valenzuela, Guadalupe Bacacegua, Felipe Bacacegua, Jesús Ayoqui, Blas García, Nemesio Velásquez, Rómulo Valdez, Nicolás y Eduardo Valenzuela, Domingo Yocopiz, Agustín y Esteban López y Domingo Gastèlum, destacan como trabajadores trucheros y cargadores de la agroindustria referida.1 

    Años después, otros grupos por elección o coerción se trasladaron a otro espacio económico cercano como lo fue la Hacienda El Cubilete, en Guasave, propiedad de Blas Valenzuela quien al no encontrar condiciones para el desarrollo de sus negocios agrícolas, se movilizó a ese espacio regional llevando consigo un número considerable de trabajadores indígenas oriundos principalmente de las poblaciones El Porvenir, El Guayabo y San Miguel Zapotitlán, de donde era oriundo el propio Valenzuela.

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1Araceli Santiago Ramírez, Trabajadores de las haciendas azucareras en Sinaloa durante el Porfiriato, Facultad de Historia-UAS, (Tesis de Maestría en Historia), Culiacán, 2010, p. 66. 
2 Wilfrido Llanes Espinoza, Sociabilidad, política y agua como estrategias de dominación en el cacicazgo de Blas Valenzuela, 1922-1940, Facultad de Historia-Universidad Autónoma de Sinaloa, (tesis de maestría en Historia, inédita), Culiacán, 2006.  



Imagen I: Arrieros en la hacienda azucarera La Florida. Fuente: California State Library 

     Respecto a establecimientos mercantiles e industriales donde la población se empleaba para ganarse la vida, en 1881 existían 26 trapiches registrados donde se producía panocha y un trapiche de azúcar, principalmente en molinos de madera, así como 6 vinaterías. Ahí se empleaban trabajadores de forma permanente y temporal en labores de corte de caña y leña, acarreo y como arrieros para el transporte hacia los puntos de comercialización de consumo interno. En esas fechas se registran 17 extranjeros habitando en el distrito de El Fuerte, como el húngaro Stephen Zakanay y el norteamericano William Lamphar, empleadores de la fuerza de trabajo local, el primero en su trapiche y el segundo en su vinatería.
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Memoria General de la Administración Pública del Estado, presentada por el Gobernador Constitucional Constitucional Mariano Martínez de Castro, el 15 de Septiembre de 1881, Culiacán, Sinaloa, Tip. de Retes y Díaz. 

     Un lustro después, en 1886, entre tendejones y comercios existían 30 establecimientos y 60 de tipo industrial. En este periodo es visible un incremento en estas empresas, lo que sugiere un aumento considerable de la mano de obra. Y poblaciones como San Miguel Zapotitlán, Mochicahui y Ahome cultivaban algodón, producto que también requería una cantidad notable de trabajadores. De la región serrana a la parte costera del distrito de El Fuerte, las poblaciones de las alcaldías de Mochicahui, San Miguel Zapotitlán, Ahome, Higuera de Zaragoza y Mavari cosecharon 65,000 fanegas de maíz, poco más del 50% de la producción del distrito. Además se cultivaba maíz, frijol y garbanzo, tanto para consumo interno como para enviar a la contra costa en la península de Baja California.

     La ganadería también destacó en ese tiempo y espacio regional. La cría de ganado vacuno representó una fuente de trabajo importante, ubicándose el distrito en el tercer lugar estatal en esa categoría, segundo lugar en la cría de caballos y tercero en la de ganado porcino. Estas actividades demandaron una buena cantidad de vaqueros. El caso de la minería fue el otro lado de la moneda; pese a existir 18 minas, apenas 3 operaban en la municipalidad de Choix y empleaban a sólo 105 trabajadores.

Por otra parte, existían tan sólo 8 escuelas que empleaban a igual número de profesores para atender a 403 alumnos, 279 hombres y 124 mujeres. Sus salarios eran cubiertos en diversas modalidades. En El Fuerte había una escuela de hombres y una de mujeres. Por acuerdo del cabildo, los salarios de los preceptores eran cubiertos por la recaudación municipal de rentas. Sin embargo, los sueldos no eran los mismos, ya que Francisco Sosa, maestro de la escuela de varones, ganaba más que su esposa, la maestra Guadalupe Sanchez de Sosa, por el hecho de ser maestro titulado y ser hombre aunque esto no se dijera abiertamente. De igual manera, la maestra María de Jesús Ríos de la escuela de Choix, pese a tener título de preceptora de primeras letras, tenía un sueldo menor que su colega fuertense y sus honorarios eran cubiertos por las personas notables de dicha población.6  
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4Memoria General de la Administración pública del Estado, presentada a la H. Legislatura del mismo por el Gobernador Constitucional C. General Francisco Cañedo, Culiacán, 1886, p. 201. 
5Ibíd, p. 208. 
6Ibíd, p. 256.  

Imagen II: Carpinteros en Mochicahui, Distrito del Fuerte.Fuente: California State Library

      Casi una década después, la composición poblacional experimentó algunas modificaciones: de los 17 extranjeros establecidos en 1881 se pasó a 110 inmigrantes para 1895, en su mayoría norteamericanos (74 en total), siendo el segundo distrito con más extranjeros y sólo detrás del de Mazatlán. Casi todos formaban parte del grupo encabezado por Albert Kimsey Owen y su proyecto colonizador llamadoThe Credit Foncier Company

     Las actividades, profesiones u oficios que desempeñaban eran25 diferentes. En el caso de la agricultura, 41 personas decían ser labradores, 3 jornaleros y 3 agricultores. Estos últimos eran personas asentadas en la región desde hacía varios años, como fue el caso de William Lamphar. En los trabajos relacionados con la construcción existían 3 ingenieros, 10 carpinteros, 1 herrero, 2 albañiles, 2 ebanistas, 1 cantero y 1 ladrillero. Destacan en otras actividades personas orientadas al trabajo industrial como 6 maquinistas, 1 hojalatero y 3 mecánicos. También había 2 cigarreros y 1 zapatero, siendo parte de los oficios con orientación intelectual 1 fotógrafo, 1 impresor, 1 traductor y 4 maestros.
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7 Memoria General presentada a la XXa Legislatura por el Gobernador Constitucional C. Gral. Francisco Cañedo que comprende los años de 1896 a 1902, t. II, Mazatlán, Imprenta y casa editorial M. Retes y Cìa, 1905. 

     De los extranjeros, los norteamericanos destacaban como el grupo más numeroso con 40 individuos. Con menor presencia seguían los ingleses, alemanes, franceses, escoceses, irlandeses, suizos y escandinavos. Sus oficios eran muy diversos: labradores, carpinteros, cigarreros, mecánicos, canteros, ebanistas, maquinistas, ingenieros, fotógrafos, impresores, médicos, zapateros, entre otros. A simple vista se observa un grupo humano en su totalidad anglosajón y con una orientación a la autosuficiencia. Ellos y otros más, tomaron decisiones de vida muy diversas, unos se fueron y nunca volvieron al país, otros se mudaron a entidades como Sonora, Nayarit, Chihuahua y el entonces territorio de Baja California. Los que se quedaron poco a poco se emplearon en el floreciente emporio agroindustrial, que tiempo después se conocería como United Sugar Companies

     Respecto a la población nacional, en el predio Mochis y sus alrededores vivían dispersos algunos indígenas mayos, así como yoris mestizos dedicados principalmente a la ganadería y arriería. Aunque no se cuenta con evidencia archivística o hemerográfica que permita ordenar un registro numérico pormenorizado, el testimonio del danés Thomas Robertson, hijo de colonos de The Credit Foncier Company, ofrece una descripción detallada de la vida cotidiana de estos grupos. 

     Sus casas eran de horcones y vigas de mezquite o palo colorado, a las que se le hacían un tendido de tiras de pitahayas, encima rama gruesa, más arriba alguna paja y todo cubierto por 4 o 6 pulgadas de tierra. Las paredes eran de rama, latilla o de matas chicas, como de pulgada de grueso, usualmente emplastado de barro. Dejaban un portal amplio que servía para soportar el calor intenso del verano. Ahí también se situaban la cocina, dos hornillas atizables para cocer ollas de nixtamal, frijol o para ubicar el comal de las tortillas.8 
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8 Thomas Robertson, Utopia del Sudoeste, Los Angeles, The Ward Ritchie Press, 1964, p. 152. 

     Los muebles de casa consistían en bancos de tablón labrado sostenidos con horquetas a los dos extremos a manera de patas, así como otros banquitos redondos con fondos de petate de carrizo. Sus camas eran tarimas con correas de cuero crudo o de correa de ixtle, o bien de una serie de palos de carrizo que se enrollaban de día y se extendían sobre los bancos referidos, para formar las bases de cama, no tan duras como la de piedra pero poco les faltaba. Sobre los carrizos se usaban para calentarse petates de palma o carrizo y con suerte un par de cobijas alternadas. Los petates también se usaban en las paredes de las casas y otros se colocaban en forma circular para servir de granero de maíz. 

     En general, su indumentaria era de confección casera, confeccionada con recursos proveídos por el medio así como utensilios de la vida diaria. Para peinarse las indígenas utilizaban el forro amarillo que cubre algunas frutas de espigas largas. 
Quienes tenían mejores posibilidades se dedicaban a la cría de borregas, a las que trasquilaban para tejer cobijas, chalecos y fajas con bonitas figuras en blanco y negro o teñidas con colores de plantas del monte como la anilina que crece en los ríos, o la mora extraíble de la cáscara del árbol silvestre del mismo nombre. Las fajas eran de 4 pulgadas de ancho por unos 2 metros de largo, decoradas con figuras de color de gallos, venados, o bien las iniciales del portador. Si se veía un hombre arreando un burro con la mujer montada, significaba que el animal era propiedad de ella, y si era el hombre lo montaba entonces era de su propiedad.

     Para “ganarse la vida” la población trabajaba en las haciendas en calidad de peones, pero como señala Thomas Robertson, “En la temporada de pitahayas nos pedían permiso los mayos para ir a con sus familias al campo, a juntar y comer de esa fruta tan sabrosa. Hacían sus canastitas de tiras del tronco de la misma planta, sujetas con ixtle de mezcal. Las llenaban de pitahayas, y con dos canastas que vendían a 50 centavos cada una, sacaban su diario".9 Esto sucedía sobre todo en la parte baja del distrito, donde había tierras abiertas y generosas a la agricultura concentrándose ahí la mayoría de las haciendas, como la azucarera El Águila, que tenía sus estrategias para retener a la mano de obra que necesitaba. Trabajadores eventuales en su mayoría, los indios mayos de Sivirijoa, Tehueco, Tetaroba y Choix, nada más llegado el mes de junio se alborotaban para regresar a sembrar a su tierra. Ross Page da testimonio de una de las medidas para retenerlos: 

Eran de los mejores trabajadores y habría que hacerle frente al problema para conservarlos. Cuando llegaba el tiempo de irse, el indio iba a la oficina del auditor para gestionar un adelanto de su salario para ver si el solicitante había pagado en años anteriores. Después pedía referencias de su sobresaliente o superintendente y frecuentemente George Page o Fess Ward intercedían para que se le concediera. Estos anticipos llegaban a sumar hasta veinte mil pesos.10 
      Llegado el otoño el sobresaliente de El Águila, apodado Chico Espuma, recorría la comarca y las poblaciones alteñas, recordando a los trabajadores su adeudo y exigiéndoles se presentaran a trabajar. Pasado el plazo para su regreso, Chico Espuma también era el encargado de ir a buscar a los ausentes, que contra su voluntad eran traídos a pie y bien amarrados, para entregarlos a la hacienda.11 El peón y su familia estaban en las manos del patrón en materia de salud y bienestar. De madrugada se levantaban los caballerangos a traer la mulada de los potreros y las mujeres para hacer el desayuno a sus maridos.12 
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9 Ibíd. 
10 Ross L. Page, Remembranzas de Ross Page sobre los orígenes de las compañías azucareras Águila – Sinaloa conocidas después como United Sugar Companies y posteriormente como Compañía Azucarera de Los Mochis, S.A., fotocopia. p. 13. 
11 Ibíd... p. 14. 
12 Thomas Robertson, Op. Cit. p. 143. 

Pautas y nivel de vida en el norte de Sinaloa. 

      Hacer referencia al nivel de vida de la población, traerá una serie adicional de dificultades debido a que este término conduce desde los datos susceptibles de medición estadística (salarios o artículos de consumo) hacia aquellas satisfacciones de las necesidades que los estadísticos describen a veces como imponderables. De la alimentación se pasa a las viviendas, de las viviendas a la salud, de la salud a la vida familiar, y de aquí al ocio, a la disciplina del trabajo, etc. De un estándar de vida pasamos a un modo de vida, siendo dos caras de una misma moneda. La primera es una medición de cantidades, la segunda es una descripción (y a veces una valoración) de calidades.13 Mientras que los datos estadísticos son apropiados para la primera, en cuanto a la segunda debemos apoyarnos lo mayor posible en testimonios literarios, que desgraciadamente en nuestro caso carecemos de ellos. 

      En lo referente a la alimentación, los ejes básicos eran maíz y fríjol cocinados con manteca de puerco y picante para acompañarlos. La gente se daba a la tarea de tener alguna vaca que proveyera de leche, queso, suero y asaderas, aunado a la cría de gallinas que proporcionaba huevos y carne como variante de su dieta cotidiana. En las casas se contaba con huertas familiares donde sembraban sandía, mango, plátano, papaya, naranjas, limones, guayabas, camotes, zapotes, ciruelas y algunas hortalizas como la papa, que iniciaba para entonces su arraigo entre la población.14 

      La cacería de animales silvestres era otra forma de proveerse de carne. Venados, jabalíes, conejos, liebres, palomas, así como la caza de la iguana en los campamentos de leñadores, a la cual primero se le rompía la quijada para después ser amarrada con ixtle y ser llevada hasta el campamento para asarla a las brasas, era considerado todo un manjar. Si se corría con suerte se podía encontrar alguna penca de miel de abeja convirtiéndose en un rico postre. Estos casos eran, sin duda, una variante a la monotonía de la ración diaria de pozole con maíz, fríjol y carne acompañados de café, servidos en los campamentos. Mención aparte merece la caza del caimán, que en aquellos años se encontraba en abundancia en la desembocadura del río Fuerte, sirviendo su carne de sustento alimenticio entre las poblaciones ribereñas y sus pieles como una fuente de ingresos. Estas, probablemente vía los hacendados, eran colocaban en los mercados extranjeros donde eran muy apreciadas.15 

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13 Edward P. Thompson, La formación de la clase obrera en Inglaterra, Barcelona, Crítica, 1989, t. I, p. 221. 
14 Thomas Robertson, Op. Cit .p. 14. 
15 John R. Southworth, Sinaloa Ilustrado: El Estado de Sinaloa, sus industrias comerciales, mineras y manufactureras, Culiacán, Ed. Gobierno del Estado de Sinaloa, 1980, p. 43. 

     En las regiones costeras del distrito existían comunidades de indígenas mayos como el poblado de Ohuira, donde se asentaban alrededor de 10 familias cuyos hijos eran los encargados del pastoreo de algunas chivas y cabezas de ganado. Aunque la mayoría de sus actividades dependían de la explotación de los recursos del mar, como la pesca de lisa, pargo, curvina, ostión, almeja o camarón, siendo la caguama la especie más deseada al tener un mercado regional que iba desde Topolobampo y con la construcción de las líneas férreas llegaba hasta Los Mochis y San Blas. 

    Otro producto muy vendido por los pescadores indios y de Topolobampo eran los huevos de los patos buzos del mar, que se podían localizar en las isletas de la bahía de Ohuira. La explotación de la sal fue otra fuente de ingresos antes de que personas acaudaladas del distrito las monopolizaran, desplazando a los beneficiarios nativos. Tanto la sal como el pescado, fuera salado y seco, eran llevados en sus burritos para venderlos en Los Mochis y los ranchitos enclavados en la margen izquierda del Río Fuerte.16 

     Entre las formas de esparcimiento y diversión populares en el distrito se encontraban asistir a las corridas de toros, las peleas de gallos y los muy comunes bailes en las rancherías. Eventos que atraía gente de otros poblados lo que de vez en cuando ocasionaba problemas. Robertson señaló que tanto yoris como mayos, tenían arraigado el hábito de tomar bebidas embriagantes, mezcal principalmente, bebida del agrado de la gente y accesible a sus bolsillos. Todos los fines de semana después de rayar, se juntaban a tomar hasta quedar sin sentido. Las indias cuando hallaban con quien dejar a sus criaturas seguían a sus maridos con el fin de cuidarlos, y que no fueran asaltados o golpeados. En no pocas ocasiones, algunos hombres estaban imposibilitados para ir a trabajar el día lunes, y sus mujeres seguían cuidándolos sin más comida que un pan o una tortilla. 

    Otras veces peleaban y eran encarcelados donde se les imponían multas o se les conmutaban por días de trabajo en mejoras públicas.17 Los registros históricos tienen algunas anécdotas sobre pleitos o abusos de sujetos en estado de ebriedad. En una ocasión en el pueblo de Mochicahui, un tipo muy bravo y abusón, que por sus comportamientos se había ganado enemistad entre el grueso de los asistentes a dichas fiestas, fue asesinado de un tiro por un sujeto víctima de sus vejaciones. Al realizarse Las investigaciones y abrirse juicio, las autoridades citaron a una parte de los asistentes al baile en calidad de testigos, preguntándosele uno a uno si vieron a quien disparo el arma. La respuesta colectiva fue un no, quedando de esa forma cerrado el caso.18 

     Respecto a prácticas familiares, los indios mayos preferían vivir en grupo de casas aisladas. Por las noches se hacían lumbres en los portales de las casitas de los yoris (así llamaban los mayos a los mexicanos o mestizos, en tanto que ellos se autonombraban yoremes) y las personas se juntaban alrededor de ellas. Lo mismo hacían los mayos pero alejados de los yoris. Cada grupo cantaba sus canciones, los yoris sus corridos en español y los mayos cantaban sus canciones en su lengua. 

     Los mayos encontraban en la música un gran agrado y descanso, ejecutándola con gran destreza. Gastaban sus centavos en comprar una armónica de la marca alemana Honner, de las mejores por aquellos años, y pasaban horas tocando a un lado de las fogatas. El gusto por la música se ejemplifica en otra anécdota respecto a un indio mayo que con tal de hacerse de algún instrumento, invirtió gran tiempo en labores del campo desmontando 4 hectáreas de terreno a cambio de un acordeón viejo de Louis Robertson, colono norteamericano.19 Vivían los mayos una vida aparte, eran muy religiosos y fieles en celebrar sus días festivos en las antiguas misiones de Tehueco, Sivirijoa, Charay, Mochicahui, San Miguel y Ahome. 

     Frente a las edificaciones de las antiguas misiones coloniales, construían sus enramadas y allí se juntaban las mujeres vestidas de enaguas y blusa de colores vivos, una blusa de otro color y rebozo, casi siempre de color azul entreverado con rayas blancas. Las fiestas de Semana Santa eran las más importantes para los mayos. Como en la actualidad, desde los días de cuaresma se dejaban ver grupos de indios mayos disfrazados con máscaras confeccionadas por ellos con piel de venado, jabalí o coyote, dejando en ocasiones la cabeza completa del animal. Cada año ofrecían mandas de diversa índole por favores recibidos en su persona o en alguien de su familia. 

     Respecto al matrimonio, al ser muy costoso casarse, en muchas ocasiones se recurría a la prácticade “robarse” a la muchacha, costumbre que no impedía que la nueva pareja se mantuviera unida toda una vida, tal cual se hubiesen casado formalmente. Los padres de familia tenían mucho que ver en resolver con quien se casaban sus vástagos, aunque eran muy celosos en casar a sus hijas por la iglesia. Menos responsables, según Robertson, fueron los yoris para quienes no era mal visto después de vivir unos años con una mujer, casarse con otra. Las casadas sentían cierta superioridad y seguridad sobre las otras. Los indios no juntaban sus propiedades al casarse; las borregas, cabras y sus crías posteriores, seguían siendo del dueño original.  

     Por otra parte, al ser buenos cazadores de venado, jabalí y cuanto animal o ave chica se encontrasen, no necesitaban sacrificar su ganado muy seguido. Algunos poseían un viejo rifle aunque la mayoría cazaba con arco y flecha. La piel del venado la trataban con una mezcla de semillas de calabaza, sesos del mismo venado y ceniza, le quitaban el pelo raspándolo con un hueso filoso o un cuchillo, luego tallaban hora tras hora el cuero con una cuña de madera dura hasta ablandarla y convertirla en gamuza. Con ella elaboraban chaparreras de vaquero y cueras, una especie de saco largo partido a la cintura para quedar por ambos lados del caballo.20 Las chaparreras las adornaban en forma muy vistosa con correas a los lados, las cueras con piezas de la misma gamuza prendidas a la altura del hombro a los costados, que se levantaban como par de pequeñas alas al galope del animal. 
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16 Ibíd. 
17 Thomas Robertson, Op. Cit. p.144. 
18 Ibíd., p. 147. 
19 Ibíd., p. 127.  20 Ibíd., p. 152. 
20 Ibíd., p. 152.  

      Con los carrizos que crecían a las orillas del río hacían petates, al igual que los hacían con palma los mayos que habitaban la parte serrana. Del ixtle obtenido de las pencas del maguey creaban una variedad de artículos como sogas, sudaderos para sillas, morrales, escobetas para peinar los caballos, hamacas teñidas en vistosos colores. De la región de San Blas traían a vender canastos chicos y grandes de palma. 

      Respecto a la infraestructura habitacional en el Distrito del Fuerte, la situación era la siguiente. Para el año de 1900 existían 6,180 casas de un piso, estas últimas con 6,843 habitaciones, habitadas por 6 personas en promedio; ocho casas de dos pisos casi todas localizadas en El Fuerte; 2,186 chozas o jacales donde vivían 2,170 familias de 6 o más personas. También por esos años se encontraban en construcción 39 casas, existía un solo hotel para hospedar 12 personas y únicamente había 3 posadas.21 En términos de infraestructura las casas habitación eran de una sola pieza y las familias estaban compuestas por una pareja con un promedio de 4 hijos. 

       Hasta el año de 1902, el distrito de El Fuerte carecía de hospitales públicos o privados, casas de beneficencia o asilos de ancianos, y las autoridades argumentaban que era prácticamente imposible emprender obras públicas o de beneficencia ante la falta de recursos en el erario público. Las pocas obras de esta índole se circunscribían a la cabecera de distrito y se realizaban mediante el trabajo de presos. Al no haber instituciones de esta índole, la presencia de profesionistas dedicados a estas actividades no era habitual. En el periodo de estudio tan sólo se registran 6 médicos, 3 farmacéuticos y 37 parteras,22 diseminados a lo largo y ancho del distrito, siendo estas últimas las encargadas de asumir la función de traer criaturas al mundo y los dos primeros de atender a toda la población. Sin duda tarea bastante difícil, a lo que se sumaban algunos curanderos y sobadores que suministraban remedios caseros para combatir los males comunes que aquejaban a la población, usanza muy acorde con los años en turno para suplir estas carencias. 
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21 Memoria General, 1905, p 120. 
22 Ibíd.. p. 118. 

      Dos casos de curanderos muy renombrados, uno de familia de indios mayos curanderos del poblado de Tehueco, se dedicaban a la cura de la rabia, enfermedad muy común por la enorme cantidad de perros y coyotes existentes que se “cruzaban” entre ellos, contagiándose los primeros que a su vez llevaban la enfermedad a sus poblados de originarios. Tenían gran fama de ser tan buenos para curar ese mal que hasta personas del sur de Sonora les buscaban con frecuencia. El método para erradicarla consistía en aislar al enfermo en una casita propiedad del curandero, quien mandaba quitar y quemar la ropa para después bañarles con un líquido preparado para la ocasión. Si tenían heridas les aplicaba un polvo también de su elaboración, y posteriormente les daba a tomar un líquido de color amarillo el cual los hacía vomitar, esto seguido de un baño sauna en un temascal donde sudaban a chorros. 

      El tratamiento tenía una duración de 3 días y al finalizarlo el curandero daba una botella de un líquido para que siguiera el tratamiento en casa hasta erradicarlo por completo. El curandero de Tehueco trabajó varias temporadas en el ingenio de Los Mochis, realizando labores de truchero en el corte de caña, muy probablemente varias veces se convirtió en una alternativa de auxilio para los trabajadores de dicha factoría. Hubo un caso de una india curandera indígena, que sanaba el envenenamiento urémico haciendo tomar al paciente un clavo de ajo por cada comida durante dos semanas, y una cucharada de aceite de caguama hasta acabar con un galón y medio.23 

     Con la emergencia histórica de los ingenios azucareros necesitados de trabajo temporal y mano de obra abundante,24 se estableció la modalidad de pagar en efectivo y un poco mejor remunerados que las haciendas. Los ingenios también adoptaron el sistema de adelantos en efectivo a sus peones eventuales comprometiéndolos a volver a la zafra del año entrante. Y al igual que en las haciendas, cuando los trabajadores no se presentaban a tiempo los ingenios usaron la figura del sobresaliente, quien era el encargado de recorrer toda la comarca o hasta el lejano Choix en la parte del Distrito de El Fuerte, para obligar a los morosos a volver al trabajo en la factoría. 

     Como se apuntó, en el ingenio El Águila era Chico Espuma quien desempeñaba ese rol. La ley no decía nada respecto a estas prácticas pues los hacendados contaban con el aval del gobierno. Otros factores ajenos a este régimen de explotación laboral, ocasionaron reales problemas para contratar mano de obra para los ingenios El Águila y el nuevo ingenio Los Mochis, en proceso de construcción y acondicionamiento de las tierras del predio Los Mochis para echarlas andar en el cultivo de la caña. Destaca el hecho que por esos mismos años la compañía que construía el ferrocarril Kansas City México y Oriente le pagaba un peso diario y comida a sus peones en los trabajos de terraplén. Ante esto los negocios agrícolas fueron quedándose desolados.25 
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23 Ibíd.. p. 187. 
24 Un claro ejemplo de esta cuestión lo fue el ingenio La Florida. Esta empresa ocupaba regularmente a 100 trabajadores en tiempo muerto, y durante la zafra incrementaba su nómina a 350 trabajadores, al respecto véase Gustavo Aguilar Aguilar, Sinaloa, la industria del azúcar. Los casos de La Primavera y El Dorado (1890-1910), DIFOCUR, Culiacán, 1993, p. 29. 
25 Carlos Borboa, La industria azucarera en el valle del Fuerte (1880-1913), Facultad de Historia, UAS, (tesis de maestría en historia regional, inédita), Culiacán, 1997, p. 150. 

     Respecto a los trabajadores del ingenio El Águila, quienes se desempeñaban en puestos de mando, administración y los responsables de cuestiones técnicas de la maquinaria eran en su mayoría norteamericanos. Por ejemplo, en una ocasión hubo problemas con el departamento de mecánica e ingeniería; Johnston trajo de Louisiana a personal especializado para las reparaciones;26 pocos eran los trabajadores que desempeñaban algún puesto de responsabilidad. En sus primeros años, este ingenio no contaba con dispositivo mecánico para alimentar de caña al molino, lo cual se realizaba manualmente. Como las carretas iban descargando la caña a montones en los patios, la materia prima iba quedando cada vez más y más retirada, aproximadamente hasta los 200 pies, necesitándose entre 100 a 150 hombres para movilizarla. 

      Para salvar esta situación se contrató un grupo de 40 chinos de Guaymas, Sonora, a quienes se les pagaba un salario 1.25 de jornal.27 Esto aminoró temporalmente la falta de brazos en el ingenio El Águila respecto a los trabajos de carga de las faenas agrícolas. Los chinos fueron alojados en la vieja panochería de Zacarías Ochoa. En sus momentos de descanso jugaban y fumaban opio la mayor parte de la noche. Cierta mañana encontraron a uno de ellos muerto flotando bocabajo en un charco cercano a donde se alojaban. Se hizo una investigación y no se encontró culpable a nadie, aún así una buena parte de los sospechosos estuvieron un tiempo encarcelados.28 

     Durante las primeras zafras la empresa prefirió embarcar su producción desde Topolobampo en lugar de los esteros utilizados por los demás hacendados, ya que en el puerto atracaban barcos de vapor. Pero al no contar en el muelle con una bodega adecuada para almacenar la carga, los carros de carga comenzaban a acarrear el azúcar amontonándola a un costado de un cerro a 200 pies del muelle, que permanecía tapada con lonas hasta el arribo del barco de vapor. Cuando ya se conocía la fecha de arribo, entre 100 y 150 indios mayos (según el tamaño del barco) recorrían a trote 25 millas en 3 ó 4 horas, desde El Águila hasta el puerto de Topolobampo. 

     Al no contar con dispositivos mecánicos para cargar el embarque o carretillas para acercar el azúcar a un costado del buque, todo se reducía a fuerza de brazos y piernas. Los indios más corpulentos se paraban junto al montón de sacos y formando una cadena, aventaban los primeros un saco o caja mientras el siguiente se colocaba abajo y la recibía en sus hombros y trotaba hacia el muelle, subía por el tablón y entraba al barco. Si había demasiados hombres se formaba otra cadena, empezándola otro par de indios fuertes para aventar la carga a los hombros de los otros. 

     En general llevaban el azúcar a bordo tan aprisa como las plumas podían bajarla a las bodegas. Cuando la mercancía estaba a bordo emprendían la marcha de regreso a El Águila sin acusar un cansancio evidente. Ross Page comenta el final de esta jornada de trabajo y algunos rasgos de la idiosincrasia de los indios mayos: “Ciertamente les sacaban todo el jugo a esos indios, pero eran muy resistentes y durante toda la faena no cesaban de reír, cantar, jugarse bromas y gritar. El indio Mayo es uno de los mejores de la raza india. Con su gran capacidad para trabajar, su amigable temperamento y su carácter jovial, podría hacer más llevadera sus años de servidumbre.29 Los adjetivos benévolos de parte de Page pretenden ocultar el nivel de explotación de la empresa hacia sus trabajadores, como ha analizado E. P. Thompson: 
     
     La ascensión de una clase de patronos que no tenía autoridad tradicional ni obligaciones, la creciente distancia entre el patrono y el hombre, la transparencia de la explotación es el origen de su nueva riqueza y poder, el empeoramiento de la condición del trabajador y sobre todo su pérdida de independencia, su reducción a la dependencia total con respecto a los instrumentos de producción del patrono, la parcialidad de la ley, la descomposición de la economía familiar tradicional, la disciplina, la monotonía, las horas y las condiciones de trabajo, la pérdida del tiempo libre y de distracciones, la reducción del hombre a la categoría de un instrumento.30
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26 Ross L. Page, Op. Cit. p. 21. 
27 Filiberto Leandro Quintero, Historia Integral de la región de la región del Río Fuerte, Ed. El Debate, Los Mochis, 1978, p. 551. 
28 Ross L. Page, Op. Cit. p. 8. 
29 Ibíd., p. 12. 
30 Edward P. Thompson, Op. Cit. p. 212. 

Conclusiones 

      Los cambios en las comunidades indígenas y no indígenas durante el porfiriato, como el lento pero visible despoblamiento y su reubicación en otros poblados dentro y fuera del mismo distrito, destacan como transformaciones sociales de relevancia en este proceso histórico. De igual manera, el arribo de contingentes de inmigrantes extranjeros con el fin de asentarse y explotar los recursos de la región, las condiciones en que nacieron dichos proyectos y su desarrollo con un sin fin de penurias, agregaron otros elementos que modificaron las relaciones laborales tradicionales. Si bien en el distrito de El Fuerte se experimentó un crecimiento económico considerable, esto no se tradujo en una mejora de las condiciones de vida del grueso de la clase trabajadora o en una distribución equitativa de esta riqueza. Ya que como señala Eric Hobsbawm; 

     No hay ninguna razón a priori para que el nivel de vida haya tenido que elevarse (…) Es casi seguro que se produjo una elevación inicial por causas demográficas, pero la misma debió ser muy leve en realidad y no se mantuvo necesariamente una vez establecido el nuevo ritmo de aumento de la población (…) Esto sucede cuando no existen mecanismos igualitarios y efectivos de distribución de la riqueza. (Eric Hobsbawm, Trabajadores: Estudios de la Clase Obrera, Barcelona, Critica, 1979, p. 85.) 

      En las comunidades del norte de Sinaloa se vivió un proceso de reubicación poblacional con flujos dentro y fuera del mismo distrito, ya que al privarse a los indígenas mayos de sus tierras donde araban y cazaban, al perder también el acceso a talar árboles para tener leña o para hacer carbón y venderlo, al quitarles el derecho a pastorear su ganado, hacer uso de los caminos y al no poder echar mano todos estos recursos, se aceleró la ruptura del tegumento de las costumbres de las comunidades indígenas. Estos detalles que pudieran parecer insignificantes en el curso del desarrollo económico, vinieron a socavar las relaciones tradicionales de los hombres con su entorno y sus medios de producción. 

Bibliografía 

Aguilar Aguilar Gustavo, Sinaloa, la industria del azúcar. Los casos de La Primavera y El Dorado (1890-1910), Culiacán, DIFOCUR, 1993. 
Borboa Carlos, La industria azucarera en el valle del Fuerte (1880-1913), Facultad de Historia, UAS, (tesis de maestría en historia regional, inédita), Culiacán, 1997. 
Hobsbawm Eric, Trabajadores: Estudios de la Clase Obrera, Barcelona, Critica, 1979. 
Leandro Quintero Filiberto, Historia Integral de la Región del Valle del Fuerte, Los Mochis, Ed. El Debate, 1978. 
Llanes Espinoza Wilfrido, Sociabilidad, política y agua como estrategias de dominación en el cacicazgo de Blas Valenzuela, 1922-1940, Facultad de Historia-Universidad Autónoma de Sinaloa, (tesis de maestría en Historia, inédita), Culiacán, 2006. 
Ojeda Gastelum Samuel Octavio, El mezcal en Sinaloa. Una fuente de riqueza durante el Porfiriato, Colegio de Sinaloa, Culiacán, 2006. 
Page L. Ross, Remembranzas de Ross L. Page sobre los orígenes de las compañías azucareras Águila-Sinaloa, conocidas después como United Sugar Companies y posteriormente como Compañía Azucarera de Los Mochis S.A., Trabajo mecano inédito. 
Robertson Thomas, Utopia del Sudoeste, The Ward Ritchie Press, Los Angeles, 1964. 
Santiago Ramírez Araceli, Trabajadores de las haciendas azucareras en Sinaloa durante el Porfiriato, Facultad de Historia-Universidad Autónoma de Sinaloa, (tesis de maestría en Historia, inédita), Culiacán, 2010 
Southworth R. John, Sinaloa Ilustrado: El Estado de Sinaloa, sus industrias comerciales, mineras y manufactureras, Culiacán, Sinaloa, Ed. Gobierno del Estado de Sinaloa, 1980. 
Thompson Edward Palmer; La formación de la clase obrera en Inglaterra, Barcelona, Crítica, t. I, 1989. 

Fuentes 

California State Library 
Archivo del Congreso del Estado de Sinaloa 
Memoria General de la Administración Pública del Estado, presentada por el Gobernador Constitucional Mariano Martínez de Castro, el 15 de Septiembre de 1881, Culiacán, Sinaloa, Tip. de Retes y Díaz. 
Memoria General de la Administración pública del Estado, presentada a la H. Legislatura del mismo por el Gobernador Constitucional C. General Francisco Cañedo, Culiacán, 1886. 
Memoria General, presentada a la 17ª legislatura por el Gobernador Constitucional C. Gral Francisco Cañedo, el 16 de Marzo de 1895, Culiacán, Imprenta de Retes y Díaz, 1896. 

Memoria General presentada a la XXa Legislatura por el Gobernador Constitucional C. Gral. Francisco Cañedo que comprende los años de 1896 a 1902, t. II, Mazatlán, Imprenta y casa editorial M. Retes y Cia., 1905. 

DE IDEOLOGÍA, DISNEY, FANTASÍA Y REALIDAD: LA MUJER Y LOS CUENTOS

DE IDEOLOGÍA, DISNEY, FANTASÍA Y REALIDAD: LA MUJER Y LOS CUENTOS 

Norma Miriam RODRÍGUEZ DOMÍNGUEZ* 
Introducción: 

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*Responsable de Investigación y Posgrado de la Facultad de Ciencias Sociales de la UAS. Estudió Comunicación en la UNAM y el Doctorado en Comunicación Educativa en la Universidad de Baja California. 

    Había una vez…. es pequeña la frase con una fuerza tan especial, que con sólo leerla o mencionarla nos remonta a una época que contiene un caudal de sensaciones y recuerdos y que nos trasladan al maravilloso mundo de la imaginación. Pero, ¿son los cuentos algo más que inocentes fantasías destinadas a entretener a los niños y niñas? ¿Se habrán escrito con el propósito de sembrar una falsa ideología en las mentes de los pequeños? Dichos cuentos no sólo sirven para poder dormir, ya que detrás de su fachada inocente se esconden poderosos elementos claves del desarrollo infantil, pues son un espejo mágico en el que se nos invita a entrar para reconocernos. 

      Para algunas personas, el mundo de los cuentos quedó en la infancia, en la que convivían sin conflictos el mundo real con un universo de fantasía. Para otros, como Walt Disney, Pixar o Dreamworks, se convirtió en un gran negocio que creció a pasos agigantados y con connotaciones globales. Y para algunos más, en material de estudio en los que han encontrado sesgos de un imperialismo cultural e ideológico que exalta e impone valores clasistas, de reproducción de roles y estereotipos sexistas que impulsan la discriminación y sumisión femenina. 

     Las princesas Disney han sido catalogadas como sexistas ya que representan modelos de feminidad sumisos, adscritos al ámbito doméstico, y con apenas margen para la acción; aunque en las últimas décadas han venido presentado leves cambios, un tanto visibles, en sus características y roles, pues se miran más decididas, sagaces, aventureras y en ciertos casos hasta transgresoras. ¿Será que estas nuevas princesas han dado paso a una mujer distinta, empoderada, o estaremos viendo puros cuentos? 

El maravilloso mundo de Disney 

       Una nueva forma de contar las historias fantásticas nace en un garaje de Kansas City, donde Walt Disney comenzó a crear un mundo de ensueño en el que los personajes son animales o seres fantásticos que se comportan como humanos, donde la imaginación y la fábula no tienen fronteras; así, en 1922 junto con su socio Ubbe Iwerks fundó la empresa Laugh-O-Gram Films, Inc., dedicada a la realización de cortometrajes animados basados en cuentos de hadas populares y relatos para niños, como La Cenicienta El gato con botas
En los años cuarenta funda sus nuevos estudios en Burbank y despliega su crecimiento en la producción fílmica; en julio de 1955 abre sus puertas Disneyland en Anaheim, California, considerado como uno de los parques temáticos más visitados enfocado a revivir las fantasías y el mundo mágico de los personajes de sus películas. Para 1971 se abrió al público Disneyworld en Orlando, Florida, un parque adecuado a la diversión de adultos; en 1983, la compañía inauguró en Japón el Tokio Disneyland y en 1992 abrió sus puertas el Euro Disney de París. 

       En el transcurso de los años Disney adquirió renombre como productor de cine, como innovador en el campo de la animación y como diseñador de parques de atracciones. Junto a su equipo creó algunos de los personajes de animación más famosos, en especial Mickey Mouse, una caricatura de un ratón, a la que el propio Disney puso su voz original. Durante su extensa y exitosa carrera en el cine de animación fue galardonado con 26 premios Óscar de un total de 59 nominaciones, y recibió otros cuatro premios honoríficos, lo que le convierte en la persona que más premios de la Academia ha ganado. También fue honrado con siete premios Emmy. 

     El imperio de Disney se diversifica en 5 sectores de negocios: Media Networks, parques, resorts, estudios dedicados al cine, productos de consumo y productos interactivos. Según la revista Forbes, este imperio genera cerca de 5.7 billones de dólares en beneficios, sus recursos están valorados en 75 billones de dólares y dispone de más de 165 mil trabajadores en todo el mundo (Andbank, 2013). 

    De acuerdo a Jiménez (2014) Claudio Chiaromonte, vicepresidente y director general para América Latina y el Caribe de la casa pionera de la animación, dice que hoy la casa Disney está reconfigurando sus estrategias de negocio. Sus baterías apuntan al desarrollo de contenidos online, la producción de series juveniles para televisión, la creación de videojuegos y la comercialización de productos de consumo. 

    Por tanto, The Walt Disney Company se convierte en la mayor empresa de medios de comunicación y esparcimiento del mundo, en años recientes ha realizado importantes adquisiciones como: Touchstone Pictures, Fox Family Worldwide, Pixar Animation Studios, Vooz Inc. con su personaje Pucca y Marvel Entertainment con cerca de 5,000 personajes como The Avengers, Iron Man, Capitán América, X- Men, Thor, y otros; es dueña de Lucas Film y sus franquicias fílmicas Star Wars e Indiana Jones, convirtiéndola en la industria transnacional más poderosa del entretenimiento.

       Es importante señalar que, cuando ya se había hecho de un nombre en la industria de Hollywood, Walt Disney emprendió una iniciativa arriesgada y sin precedentes: producir el primer largometraje de dibujos animados de la historia del cine; así surge Blancanieves y los siete enanitos (1937); mostró no sólo que Disney y su equipo eran unos virtuosos de la animación, sino que los dibujos animados podían ser todo un género cinematográfico y muy rentable. 

    Fue el primer ejemplo de que el cine de animación de la escuela Disney tenía un sólido procedimiento narrativo: los personajes humanos eran descritos a partir de la mirada de los animales humanizados o de los seres fantásticos. Se hizo patente en los filmes el gusto de Disney por los cuentos clásicos de princesas, que inició una nueva era de los dibujos animados y de las historias de féminas con príncipe azul. 

     Las producciones Disney, ya varios años antes pero en especial a partir de los setenta y tras la muerte de Walt, comienzan a reflejar ideales cada vez más conservadores y con una nueva imagen de inocencia y diversión, más dirigida al público infantil aunque sin olvidar al adulto. Los filmes Disney con sus personajes dulcificados cuentan historias de buenos y malos, de lo moralmente correcto y lo inapropiado, transmitiendo concepciones conservadoras del mundo (Digón, 2006). 

     Las películas no sólo son un producto comercial, sino un discurso que responde a un esquema de ideas, valores y una visión particular de la sociedad y cultura. Representan historias provenientes de épocas viejas, que mantienen su vigencia como modelo de referencia por su arraigo en el imaginario colectivo, amén de que sus protagonistas siguen presentes en diversos artículos como mochilas, playeras, muñecas, disfraces y una infinidad de mercancías. 

    Desde el imperialismo cultural subyacente en las producciones de esta compañía, se influye significativamente en la cultura popular y la cultura infantil de otros países. Disney, como mega compañía que abarca un gran número de sectores de la industria cultural, mediática y de la comunicación, intenta monopolizar importantes ámbitos de nuestras vidas relacionados con el acceso a la información y el ocio. 

     Del mismo modo, es importante reflexionar lo que Giroux (2001) asevera en torno a Disney, su cultura y sus mensajes, pues no sólo entretiene sino también educa en determinados valores relacionados con el respeto a la autoridad, la jerarquización social, el papel central de la familia nuclear tradicional, el mantenimiento de la ideología patriarcal, el refuerzo de las diferencias raciales y la desigualdad de clase, la defensa del consumismo, el patriotismo, la democracia entendida como libertad individual para elegir entre distintos productos de consumo, etc. 

    La mundialización de la cultura Disney está presente, si tomamos en cuenta que más de 200 millones de personas visionan cada año un vídeo de Disney o que son 395 los millones de personas que ven sus programas de televisión, sin obviar que 212 millones de personas escuchan su música o que 50 millones de personas deciden pasar sus vacaciones en cualquier parque temático (Ramos, 2006). 

     Por consiguiente, diversos estudios se han realizado en torno a los contenidos realizados por la industria cinematográfica destinados para el mercado infantil como los dibujos animados y las películas Disney. Desde el feminismo se ha denunciado enérgicamente, cómo la visión androcéntrica es reproducida a través de roles y estereotipos sexistas presentes en dichos contenidos. 

     El despertar de las mujeres se marca como un movimiento social y político de reivindicación de sus derechos, atropellados desde que se tiene conciencia. Largas han sido las centurias que han pasado y férrea la lucha del feminismo para que la voz de las mujeres se haga escuchar. A lo largo de la historia del pensamiento y movimiento feminista grandes avances conceptuales y políticos se han sucedido, fruto de polémicos debates, encuentros y desencuentros teóricos y luchas sociales encabezadas por las mujeres empecinadas en acabar con el sistema de dominación patriarcal. 

    Ahora bien, cuando se hace una síntesis al conceptualizar, primero, la diferencia entre sexo y género, y segundo, la división sexual del trabajo, cuestionando el rol reproductivo asignado a las mujeres y el rol productivo asignado a los hombres, se avanza política, social y culturalmente. El feminismo descubre la construcción simbólica del androcentrismo, su producción y reproducción en valores, roles y estereotipos sexistas en los medios de comunicación, que Horkheimer y Adorno (1988) denominan industria cultural, la que provoca la estandarización de la cultura, construyendo estereotipos para facilitar la comprensión del relato a las masas. 

     Por ello, en las últimas cuatro décadas los medios han sido objeto de numerosas investigaciones centradas en el estudio de los roles y estereotipos de género. Buena parte del conocimiento se debe a las aportaciones llegadas desde disciplinas y ámbitos diversos, como la psicología, la sociología, la antropología, la lingüística, la semiótica y la comunicación. La mayoría de ellas expresan la reiterada presencia de estereotipos tradicionales y la escasa práctica de representaciones no sexistas. 

     Para Ruble y Ruble (1982) las subjetividades colectivas e identidades de género son constituidas a través de procesos de estructuración, provistos y sustentados en la memoria social que incluye reminiscencias, actitudes y sentimientos, reglas sociales, normas, patrones cognitivos, el conocimiento científico y tecnológico. 

    Así que las identidades individuales de hombres y mujeres y las identidades colectivas formadas a partir de los papeles y estereotipos masculinos y femeninos son, sin duda, dimensiones analíticas centrales en el debate sobre género e identidad. Para Lamas (2000) la sociedad establece roles diferentes a mujeres y hombres, lo cual está muy vinculado con la división sexual del trabajo: lo privado para las primeras y lo público para los segundos. Así, los roles asignados a la mujeres son de esposa-madre-hijas y para los hombres les atañe las relaciones de poder y de autoridad. 

    Asimismo, para Bustos (2005) los roles de género marcan una desigualdad en la participación de unas y otros a nivel familiar, económico, político, cultural, laboral, educativo, etc., al poner en serias desventajas a las mujeres en comparación con los hombres, con repercusiones también a nivel de la autoestima de las mujeres. Y Disney los reproduce en sus contenidos infantiles. 
    
     En este sentido, Giroux (2001) observó que la mujer es presentada como sumisa y obediente, que se guía por sus emociones, se orienta al amor y matrimonio, es quien cuida de la familia y de la casa y en muchas ocasiones la presentan o en rol de la mujer “malvada” o la de la niña “inocente”. 

    Los estereotipos han funcionado durante muchos años como fuertes obstáculos para que las mujeres sean tratadas de manera digna y equitativa, y como limitantes de sus derechos a la igualdad de oportunidades en la educación, el trabajo, la familia y la sociedad. Loría (1998) considera que a los varones les ha negado el derecho a expresar sus afectos bajo el supuesto de la fortaleza y la insensibilidad. De tal suerte que los estereotipos se han erigido en agentes de desigualdad y discriminación entre los sexos impidiendo su desarrollo personal e integral. 

      Por ejemplo, los estereotipos que presentan en historias como la de El Rey León o Hércules donde las figuras femeninas o se dedican al hogar y los hijos o aparecen como mujeres con fuertes intereses y atracción por varones físicamente "atractivos", fuertes y musculosos (Digón, 2006). En el análisis de López y de Miguel (2013), se visualiza el surgimiento de diferentes modelos de representación en la historia del cine que vinculan cada filme con un momento histórico y social determinado. Estos cambios sociales también se han visto reflejados en los cambios de las figuras estereotipadas de las princesas Disney. 

     Se ponen de manifiesto dos cuestiones: tanto la infra-representación de la mujer en ese espacio simbólico, como su representación estereotipada. La mayor parte de las investigaciones desarrolladas en este ámbito destacan que las representaciones que ofrecen los medios de mujeres y hombres se basan, en gran medida, en la inercia de la cultura tradicional, ajustándose tardíamente a los cambios sociales que se vienen produciendo en las últimas décadas (Gallego, 2002, citado por Espinar, 2006). 

Las Princesas Disney se transforman… 

     Había una vez una pequeña princesa que tenía la piel blanca como la nieve, los labios y mejillas rojos como la sangre y los cabellos negros como la noche. Su nombre Blancanieves, la niña era huérfana, vivía con su cruel y malvada madrastra, la Reina Grimhilde, que la vestía con harapos para ocultar su belleza y la obligaba a trabajar como sirvienta del castillo... 

   Así comienza la historia narrada por los hermanos Grimm en 1812 y que fue llevada magistralmente a la pantalla por Walt Disney en 1937 considerada como el primer largometraje de animación y el primer trabajo fílmico incluido en el canon de clásicos de Disney, pero también la iniciadora de una era de personajes protagónicos femeninos en los que su magia y fantasía fueron y son parte de la imaginación y los sueños de varias generaciones de niñas y niños que crecieron con los roles y estereotipos sexistas presentes en dichos cuentos. 

    Al respecto, tres son las películas clásicas que ha trascendido en el tiempo y que ponderan a la imagen femenina, formando parte del canon de las princesitas Disney, Blancanieves (1937), Cenicienta (1950) y La Bella Durmiente (1959); representan modelos de feminidad sumisos, amables, adscritos al ámbito doméstico, y con apenas margen para la acción. Son las protagonistas de las historias, pero necesitan de un príncipe que las salve y dote a sus vidas de significado. 

    Es cierto que Blancanieves, Cenicienta y la Bella Durmiente son modelos clásicos de princesas caracterizadas por la dulzura, el candor, una vida sacrificada y en espera de su príncipe azul al rescate; estos modelos de princesas han transitado de viejos a nuevos escenarios acordes a las exigencias y demandas que la sociedad actual, el mercado o la percepción crítica de su target femenino demanda. 

     La imagen femenina se tornó más audaz. Recordemos a Mary Poppins (1964) una joven niñera, trabajadora y libre que marcaba las reglas del juego en su relación cuasi sentimental con el deshollinador y que al final se elevaba por el cielo londinense hacia un futuro elegido por ella, quizá a cuidar a los niños de otra madre rica. 

     Con el trascurso de los años, las princesas fueron adquiriendo nuevas formas de empoderamiento como “La Sirenita” (1989). En este filme, aunque parece mostrarse a la mujer en un papel más rebelde e independiente, la rebeldía se reduce a lograr el amor de un hombre, siendo capaz de dar su voz para conseguirlo. En “La bella y la bestia” (1991) la hija de un comerciante viudo, desempeña un rol hogareño, protector y maternal, cuyo destino es salvar primero a su padre del castigo por robar una rosa del castillo encantado de la bestia, y segundo salvar a la bestia del hechizo. 

      Por otra parte, en la película “Los Increíbles” (2008), madre e hija se convierten en las heroínas de la historia, y en “La Princesa y el sapo” (2009), y aparece Tiana, la primera princesa negra protagonista de la historia; es una chica contemporánea que trabaja en un restaurante en Nueva Orleans, una historia que presenta al príncipe Naveen transformado en rana y en espera a que una chica lo bese y rompa el hechizo. 

    Así, entre otros personajes femeninos aguerridos tenemos a Mulan (1998) la audaz guerrera travestida que lucha contra la deshonra que implica trascender su destino de casadera; además, Brave (2012) rompe con las convenciones del cine principesco femenino de Disney. Una princesa casadera que no acepta su destino. Si bien no existe un príncipe, hay tres pretendientes herederos de los clanes vecinos: los Macintosh, McGuffin y Dingwall que no se adscriben al modelo de príncipe azul. 

     Por otro lado, aparece una nueva Rapunzel inquieta y deseosa de experimentar el mundo, en la película “Enredados” del 2010. Por azares del destino conoce al amor de su vida: Flynn Rider, un ladronzuelo que junto a otros, roba la corona de la princesa perdida, Rapunzel; viven una serie de aventuras y compartirán su vida felizmente. 

      Frozen (2013) es diferente. Las protagonistas son mujeres (dos hermanas princesas): Elsa y Anna. No dudan en seguir su destino en ningún momento. Elsa, la mayorse hace cargo del reino. Cuando ve que sus extraños poderes de hielo le imposibilitan reinar, no pide ayuda a nadie; se marcha a la montaña a crear con sus manos su propio reino de hielo. Sin embargo, su hermana Anna no está conforme con su decisión y resuelve salir a buscarla con valentía y determinación. En esta película Disney se abre a otras posibilidades como el amor fraternal. 

     La evolución de los roles y estereotipos sexistas es clara. En los primeros filmes la mujer es sumisa y obediente, se guía por sus emociones, se orienta al amor y al matrimonio, es la que cuida de la familia y de la casa; actualmente vemos que el rol de la mujer “malvada” como en el caso de las madrastras y las brujas en los cuentos de Disney se moderniza. En las películas recientes, las madrastras son sofisticadas y las brujas ya no son tan maquiavélicas como en las anteriores. En Maléfica (2014) se rompe el esquema tradicional de las brujas o hadas malvadas, ahora resulta toda una redención del personaje maligno de las historias clásicas, se dulcifica la maldad y se justifica ante una historia donde la villana también es heroína. 
    
     En su caso, Cenicienta (2015), la reciente historia romántica de Disney, hechiza con su estilo arrebatador y su atemporal mensaje de resiliencia, decencia y bondad que triunfa al final. Una historia que se apega al cuento original de Charles Perrault y donde los roles femeninos adquieren un aire de modernidad. Ella (cenicienta) de ser niña consentida pasa a sufrir estoicamente duras humillaciones, que se recompensan con el amor del príncipe Kit. Interesante es el papel de la madrastra, la Señora Tremaine, una villana épica, modernamente estilizada, glamorosa y bien justificado el porqué de su crueldad; ya no es el revanchismo por la belleza sino, por la ley de la supervivencia, para proteger a sus hijas y no perder su estatus social. 

     Cenicienta se marca como una de las películas más encantadoras vistas en mucho tiempo. Emotiva, sentimental, llena de valores y mejores intenciones y sin renunciar al sentido del humor y al romanticismo. Los clásicos roles sexistas están presentes pero con un dejo de modernismo acorde a las demandas de las nuevas princesas. ¿Estaremos presenciando el empoderamiento femenino en la industria de las fantasías? 

Los Cuentos, cuentos son…. 

       Los cuentos son relatos antiguos que pasaron de generación en generación como tradición oral y que fueron compilados como tradiciones y leyendas del folklore europeo por escritores como Perrault, Andersen, Dickens y los Hermanos Grimm, entre otros. Estas historias que fueron escritas hace siglos se encuentran presentes en todas las culturas, tanto en Occidente como en África y Asia. 

     De acuerdo con Zipes (1991), como tradición oral o tradición literaria, el cuento popular hunde sus raíces en la historia: los cuentos representan batallas contra la bestialidad y la barbarie, fuerzas éstas que han aterrorizado nuestras mentes y también comunidades concretas, amenazando con destruir la libertad y la compasión humanas. 

      Para Yolen (2002) el cuento constituye un intento de vencer este terror por medio de metáforas; esos cuentos no eran en un principio como ahora los conocemos. Tatar (1987) explica cómo estos cuentos de transmisión oral no eran historias para niños, sino para adultos, e incluían elementos relacionados con el sexo y la violencia. Después, los cuentos fueron re-escritos por los Hermanos Grimm, entre otros, que crearon un híbrido entre la literatura popular y la literatura infantil. 

       Las alteraciones continuaron en el siglo XX, reflejando los prejuicios de cada sociedad a lo largo del tiempo. Sin embargo, según Windling (2000), lo mejor de estos cuentos radica en la mezcla de elementos opuestos, no sólo en la luz sino también en la tenebrosa oscuridad que los cuentos originales contienen. 

       Hoy, gracias a Disney, los cuentos de hadas se dulcificaron y tienen un valor significativo, puesto que ofrecen a la imaginación de la niñez nuevas dimensiones a las que les sería imposible llegar por sí solos. Y algo muy importante: la forma y la estructura de los cuentos de hadas sugieren a los infantes imágenes que les servirán para estructurar sus propios ensueños y canalizar mejor su vida dentro de la cultura patriarcal. Bettelheim (1994) considera que cuando un niño lee o escucha un cuento popular, pone en juego el poder de su fantasía y hasta puede reconocerse en el personaje central, en sus peripecias y en la solución de sus dificultades, en virtud de que los temas le permiten trabajar con los conflictos de su fuero interno. 

      La industria Disney como pionera en los largometrajes de animación y máximo referente en la industria del entretenimiento infantil, crea una serie de relatos, gran parte adaptados de cuentos clásicos. Sus personajes, convincentes por su fuerza moral, propagan ideales y valores a la audiencia, aunque también son reproductores de roles y estereotipos que impulsan la discriminación y sumisión femenina. En suma, Disney es una “filosofía” de ocio que ha sabido superar las diferencias culturales de los cientos de países donde está presente y contar con la confianza de millones de personas que no dudan de su idoneidad para contar las más bellas historias, erigiéndose en el albacea de los cuentos clásicos populares (Ramos, 2006). 

       Disney ha hecho de las princesas una industria que transnacionaliza patrones culturales, estilo de vida, conductas y prototipos amorosos. Los cuentos expresan muy claro los valores y contexto social patriarcal que ya imperaba en la época en la que se crearon las historias. Disney las retoma y adapta; es decir, reproduce los roles sexistas con un afán mercantilista. Las princesas y su príncipe azul son historias vigentes. 

Ejemplos: seguimos las noticias de las bodas reales de Diana Spencer y el príncipe Carlos, o el matrimonio del príncipe William y Kate Middleton y los nacimientos de los herederos al trono. La monarquía y sus historias románticas sólo se comercializan. 

       En esta idea, para Tatar (2012) la llegada de un príncipe, o el ascenso a un trono, podría leerse en los cuentos como la gratificación de un esfuerzo, de una aventura, la recompensa tras un intenso viaje personal. Los niños no ven a la monarquía como algo histórico. Deberíamos ver ese ascenso al trono como algo similar al éxito profesional o el ascenso social, al alcance de cualquiera, donde el esfuerzo se recompensa. 

        La solución no está en acabar con el mundo de la ilusión y la fantasía. La problemática estriba en cómo derribar los estereotipos del romanticismo sentimental, los clichés del flechazo, las escenas de castos abrazos, suspiros y miradas encendidas, los sueños acerca de un hombre tierno y adinerado, ya que se han convertido, en el siglo XX, en una evasión y un consumo femenino de masas (Lipovetsky, 1997). 

      Mientras siga prevaleciendo la asimetría sexual de los roles afectivos; es decir, predomine la desigualdad amorosa entre hombres y mujeres, aunque avancen las costumbres igualitarias en la esfera política, social o cultural, seguirá prevaleciendo el manejo emocional y sentimental de las féminas porque el amor, de acuerdo a Lipovetsky (1997) permanece como una pieza constitutiva de la identidad femenina. 
  
       Finalmente, si las mujeres quieren un cambio en la representación de las figuras femeninas de los cuentos de hadas, hay que incentivar la creación y realizar obras con un discurso renovado donde la mujer, sin renunciar al romanticismo, no sea objeto de sumisión o empoderamiento equivoco. Pero de seguir así serían puros cuentos. 

Referencias bibliográficas 

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