NOTAS SOBRE EL MARXISMO Y LA FLEXIBILIDAD LABORAL
Carlos Alberto OLIVARRÍA
NÚÑEZ·
· Licenciado en Turismo, actualmente cursa la Maestría en Ciencias Sociales con Énfasis en Estudios Regionales, en la UAS.
RESUMEN
Planteamos aquí que las ideas del
marxismo siguen vigentes para explicar los problemas que aquejan a la sociedad
y sus distintos actores sociales. Como metodología sigue vigente en cuanto que
como contexto, la historia, la economía, las instituciones y la cultura son
determinantes en la explicación de los fenómenos del hombre y la sociedad.
Para solventar las crisis en el proceso
de acumulación, el capitalismo necesita del trabajo y de la mano de obra del
trabajador como sugiere Harvey (2007). Una herramienta actual del
neoliberalismo que sirve como estrategia acumuladora de capital es la flexibilidad laboral, que está afectando
a la clase trabajadora del mundo y reafirma la metodología marxista. El
pensamiento marxista resulta fundamental para explicar la explotación moderna
del hombre por el hombre y las desigualdades económicas y sociales.
Los
medios y las relaciones de producción
Para entender
las problemáticas que en la actualidad afectan a la sociedad es necesario
interpretar y analizar a fondo el modelo económico que rige al mundo, y adentrarnos en la historia
para tener una visión más amplia sobre la evolución histórica y las
contradicciones generales del sistema capitalista.
Si bien la flexibilidad
laboral,[1] como se conoce hoy no tuvo sus orígenes
en el siglo XVIII, tuvo manifestaciones como las que ahora se presentan en el
mercado laboral. Las cargas elevadas de trabajo y la sobreexplotación de la
mano de obra del asalariado, a cambio de una escasa remuneración económica fue
una de ellas. Partimos aquí de ciertos cambios que se dieron en el siglo XVIII
en las relaciones de los medios de producción, gracias a la aparición de nuevas
tecnologías, la transición de la sociedad tradicional a la moderna y a la
especialización en las diversas áreas de la producción y del conocimiento.
Sobre la división del trabajo Adam Smith
(2002), consideraba que la riqueza de las naciones tenía que ver con el aumento
de su productividad, asociado con la división del trabajo cada vez mayor a
través de la innovación, el desarrollo de nuevas tecnologías y por medio de la generación de nuevos
conocimientos que, si bien no aportaban monetariamente al desarrollo de la economía,
sí lo hacían con sus aportaciones para del progreso. El autor aseguraba que la
mayor productividad del trabajo dependía de su división, la cual consistía en
la separación del proceso productivo necesario para crear una cosa en diversas
fases, asignada cada una de ellas a un operario.
Para Smith, la
división del trabajo era necesaria porque producía a su vez más trabajo, se
volvía más especializado, generaba mayor destreza en el trabajador, ahorraba
tiempo en los procesos de producción, y el uso de las maquinas facilitaba las
labores, al reducir la intervención del trabajador en el proceso de producción.
Así, tuvo lugar la separación de los trabajos y oficios. La visión de Smith
estaba adecuada a la realidad de su tiempo al darle énfasis a la relación que
guardaban la productividad de las empresas y la especialización de los
trabajadores, los cuales siguen siendo factores determinantes en la economía
actual.
Mientras tanto,
Durkheim, sobre la división del trabajo
sostenía que
….la división del trabajo social no es especial del mundo económico; se puede observar su influencia creciente en las regiones más diferentes de la sociedad. Las funciones políticas, administrativas, judiciales, se especializan cada vez más. Lo mismo ocurre con las funciones artísticas y científicas” (Durkheim 2007:37).
Según Durkheim,
con la especialización se estaba modificando las relaciones sociales de los
individuos. La división del trabajo
ocasionó que la cohesión social se fragmentara pues produjo una erosión y un
debilitamiento en los vínculos que había entre los individuos y que se habían
caracterizado por la solidaridad mecánica. Cabe destacar que, tanto Marx cómo
Durkheim coinciden en que la creciente complejidad de la división del trabajo
trajo consigo la especialización, la interdependencia funcional entre las
personas, la automatización y el progreso de la sociedad a través del
conocimiento.
De acuerdo con
Marx, el trabajador producía bienes por encima de sus necesidades de
reposición, y es en este punto donde se originaba el plus valor. Asimismo, el trabajador era una determinada cantidad de
dinero utilizable como mano de obra para la multiplicación del capital.
Sostenía que el capitalista podía obtener una
utilidad cuando el trabajador vendía su mano de obra al precio del
mercado y este producía un excedente sobre sus necesidades de reposición.
Smith, por su parte afirmaba que la riqueza se daba en el mercado, mas no en
las relaciones de producción. Y Marx (1989) en el Prólogo de la Contribución a la crítica a la economía
política, señalaba:
En la producción social de su vida, los hombres entran en determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a un determinado grado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. Estas relaciones de producción en su conjunto constituyen la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se erige la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social (Marx, 1989:7, 8).
Es necesario
puntualizar que a partir del pensamiento marxista y de otros autores, se
sentaron las bases teóricas para poder explicar algunas de las problemáticas de
nuestro tiempo. A partir de la revolución industrial se empezaron a desarrollar
reestructuraciones productivas constantes en las empresas con el impulso de la
innovación, y las nuevas tecnologías, y al mismo tiempo, se desarrolló la
división en la mano de obra que fue llevando al trabajador a un grado de
especialización paulatina.
No obstante, ante todos estos puntos de vista
rescatados de algunos autores clásicos, es necesario especificar que las problemáticas
actuales asociadas con la clase trabajadora y los dueños de los medios de
producción, responden a otra lógica global debido a que se desarrollan en un
contexto, territorio, espacio, tiempo y región diferentes, cuyas
particularidades los hacen únicos.
Esa lógica
dictada por la globalización, el dinamismo de los mercados, la competitividad y
un nuevo régimen de acumulación de capital (el neoliberalismo) plantean la
necesidad de profundizar en ese modelo económico hasta llegar a la aparición de
la flexibilidad laboral y, analizar de qué manera contribuye al cambio social a
través de esa dialéctica constante entre la clase trabajadora y el capitalista.
Diversos
autores, adscritos o no a la corriente marxista, estudian y analizan las
problemáticas del mundo dentro de nuevas políticas económicas y sociales. Esa
lógica económica, en cuanto a nuestro tema, nos conduce a preguntar: ¿Cuál es
el modelo económico que rige al mundo y que llevó a la aparición de la
flexibilidad laboral?
El
neoliberalismo
En los años 70
del siglo XX empezó a desarrollarse el neoliberalismo, cuya principal
característica es la acumulación de capital, como respuesta a una profunda
recesión económica de esa época. Klein
(2007) señala que como parte de este modelo se instauró una política de
contención salarial, a partir de 1980, que permitió a las empresas una mayor
recuperación económica.
Posteriormente,
señala Klein, durante las administraciones Ronald Reagan en Estados Unidos
(1981-1989) y Margaret Thatcher en la Gran Bretaña (1979-1990), principalmente,
se aplicaron políticas neoliberales tras el debilitamiento del Estado de Bienestar, buscando reducir
las conquistas laborales logradas por los sindicatos y fomentar el libre
comercio con la finalidad de acumular capital.
El neoliberalismo
como doctrina de choque a través del libre mercado, busca intensificar la
alienación de los individuos y lo conduce al consumismo. El concepto alienación
es crucial en la obra de Marx en su obra y en el estudio social de su tiempo,
pero en el siglo XXI se presenta con
mayor evidencia, como sostiene Klein.
Harvey (2007), afirma que debido a la
necesidad del neoliberalismo por buscar más ganancias en el menor tiempo
posible se dio una gran competencia entre las empresas y los sectores
económicos por ese nuevo régimen de acumulación caracterizado, en gran parte,
por las privatizaciones masivas de empresas paraestatales y las desregulaciones
de los mercados orientados a la libre competencia.
Una de las distinciones del nuevo modelo
económico era establecer su poderío de dominación y control a través de
monopolios. Amin (2001), señala que son
5 los monopolios que establecieron de en
el mundo y que estos son: 1) el monopolio de las nuevas tecnologías; 2) el del
control de los flujos financieros a escala mundial; 3) el control del acceso a
los recursos naturales del planeta; 4) el control de los medios de comunicación
y 5) el monopolio de las armas de destrucción masiva.
La consolidación
de estos monopolios, decía Amin, auguraba la implementación de nuevas políticas que abrieran las barreras
financieras y se diera el libre mercado, la privatización de las empresas del
Estado, la reducción del gasto social, el desmantelamiento del Estado y de los
derechos laborales, a fin de aumentar el capital de las empresas. Concuerda con
la postura de Klein en el sentido de la amplia apertura comercial, la
privatización y el desmantelamiento de la cobertura social.
De su parte,
Harvey (2008) indica que algunas de las características del neoliberalismo son
la desregulación, la privatización y el abandono por el Estado en muchas áreas
sociales; la neoliberalización puede ser interpretada como un proyecto utópico
para elaborar un diseño teórico de reorganización del capitalismo
internacional, o bien como un proyecto político para restablecer las
condiciones para la acumulación del capital y restaurar el poder de las elites
económicas.
Harvey añade que
la neoliberalización ha acarreado un acusado proceso de “destrucción creativa”,
no sólo de los marcos y de los poderes institucionales existentes (desafiando
incluso las formas tradicionales de soberanía estatal), sino también de las
divisiones del trabajo, de las relaciones sociales, de las áreas de protección
social, de las combinaciones tecnológicas, de las formas de vida y de
pensamiento, de las actividades de reproducción...[2]
En este sentido,
es preciso recordar que Schumpeter (1978) fue quien popularizó el concepto de
“destrucción creativa”, como forma de describir el proceso de transformación
que acompaña a las innovaciones, pero Harvey lo utiliza para cuestionar al
neoliberalismo y exhibirlo por sus
abusos y excesos.
Cabe destacar
que el neoliberalismo se presenta como un conjunto de políticas económicas para
acumular ganancias, y utiliza todos los medios y estrategias posibles para
hacer a las empresas más rentables y las maximizar sus ganancias. Se privatizan
de las ganancias y se socializan las pérdidas, como refiere Harvey.
Sobre el proceso
de globalización Sassen (2010), señala que éste se da como una guerra económica
de libre comercio que ha dejado a más perdedores que ganadores, pues éstos son
una ínfima parte de la población mundial. Y los perdedores son los millones de
trabajadores asalariados de los países periféricos, sacrificados en su
seguridad social, en su calidad de vida y en sus oportunidades de un futuro
mejor. En suma, ha perdido la humanidad.
En la obra de Sassen a partir del estudio de
la globalización, refleja sus preocupaciones sobre la economía, la geografía y
las desigualdades (que, dice, se deberían de medir por la renta, lo que se gana
y lo que se puede comparar en base al salario) que han llevado a la pobreza
global. Sin ser marxista, las aportaciones de la obra de Marx las retoma para
explicar algunas de las problemáticas actuales. Y otro autor (Thomas Piketty,
2014), apunta que la mala distribución de la renta está causando problemas
económicos para los trabajadores, y generando mayor desigualdad económica y
social.
El autor señala
que la distribución de la riqueza es uno de los temas más discutidos y
controversiales. Hace las siguientes preguntas: ¿La dinámica de la acumulación
de capital privado conduce inevitablemente a la concentración de la riqueza y
el poder en unas cuantas manos, como Marx creía en el siglo XIX? ¿O las fuerzas
de equilibrio del crecimiento, la competencia y el progreso técnico, conducen a
la reducción y a una estabilización de las desigualdades en las fases avanzadas
del desarrollo, como Kuznets pensaba en el siglo XX? ¿Qué se sabe de la
evolución de la distribución de los ingresos y de la riqueza desde el siglo
XVIII, y qué lecciones podemos obtener de ese conocimiento para el siglo en
curso? ¿Se puede acumular riqueza sólo con trabajo?
Para Simón
Kuznets la cuestión es qué tan bueno es para la economía que un puñado de
ejecutivos y empresarios tenga ganancias muy altas en lugar de ganancias
razonables, y que los trabajadores con sus sueldos bajos y medios tengan que
pagar esos costos a través de los impuestos. Agrega que altos directivos de
poderosas empresas multinacionales por lo general tienen el poder de establecer
su propia remuneración, en algunos casos sin límite, y en muchos otros sin
ninguna relación con su productividad individual.
Hay quienes observan
al neoliberalismo como un sistema basado en el dogma de la llamada libre
economía de mercado que busca la rentabilidad de las empresas, la acumulación
de ganancias, y en acaparar todo territorio y todo espacio a costa de los
trabajadores, y que todo se justifica en la competitividad, como advierte
Viviane Forrester (2012). Centra su crítica en lo que llama “ultraliberalismo”, el totalitarismo
mercantil, la competitividad y sus abusos, que se cometen contra los
trabajadores, justificados en la competitividad.
El consenso de Washington
El capitalismo y
el neoliberalismo se alimentan de la
mano de obra dócil y barata, y debe
tener siempre a su disposición ejércitos de gente desempleada producto de las
crisis que sirven de reserva para las empresas. Y se empezaron a instrumentar
políticas estructurales que facilitaran la expansión del sistema capitalista y
su brazo derecho: el neoliberalismo a
través de la globalización.
De acuerdo con
Martínez, et al (2012), el Consenso de Washington fue acuñado por el economista británico John
Williamson y en él se plasmaron medidas para hacer frente a la crisis económica
de los setenta, y por otro, como salida impuesta por el FMI y el Banco Mundial
(BM) a los países latinoamericanos, ante el estallido de la crisis de la deuda
externa y para aliviar los problemas económicos en lo que se encontraba la
región.
El Consenso de Washington incluye los
siguientes 10 puntos: Disciplina fiscal, reordenación de las prioridades del
gasto público, reforma fiscal, desregulación financiera y tasas de interés
libres de acuerdo al mercado, tipo de cambio competitivo, regido por el
mercado, comercio libre entre naciones, apertura a inversiones extranjeras
directas, privatización de empresas públicas, desregulación de los mercados y seguridad
de los derechos de propiedad (Ibíd.).
Una parte fundamental se centraba en la desregulación de los mercados
laborales, haciendo énfasis en la fijación de un modelo regulador de los
derechos laborales, que eliminaba trabas y regulaciones para contratar, y
despedir empleados por parte de las empresas. Al mismo tiempo que se ampliaba
la flexibilidad laboral.
El capitalismo,
a través de la globalización y el régimen de acumulación neoliberal, han sido
una carga muy pesada para los asalariados en el mundo; ha generado que la
sociedad y las economías se polaricen aún más entre la enorme desigualdad y la
poca distribución de la riqueza global. Se han transformado las relaciones en
los medios de producción, la forma de hacer y de ajustar las políticas estatales
de acuerdo al contexto socioeconómico del mundo, dando paso a la flexibilidad
laboral como una respuesta para acumular capital.
La
flexibilidad laboral
Sánchez (2001) y
Lagos (1994), señalan que en los inicios de los años 80 surgió la flexibilidad
laboral en los países industrializados y en algunos países en desarrollo, como
consecuencia del deficiente desempeño económico de comienzos de los años
ochenta, que vivía un estancamiento económico y mayores niveles de desempleo e
inflación.
Según Sánchez (2001),
ante los cambios suscitados en el mercado laboral, se dio un cambio en la
actitud, por parte de las organizaciones de trabajadores respecto a la
flexibilidad del mercado laboral entre los interlocutores sociales, y se
reconoció que para contener el desempleo y dar un nuevo impulso a la actividad
económica, se necesitaban programas más amplios y una nueva manera de pensar
respecto a la productividad, a la organización del trabajo y el ambiente social
interno a escala empresarial. Lo que suponía romper con la rigidez de los
mercados laborales.
La flexibilidad
laboral tiene que ver con la especialización y con modificaciones a la
concepción del empleo, que permiten al empresario moldearlo y adecuarlo a las
necesidades del mercado de trabajo, de modo que se puede dar de forma interna
en relación a sus actividades y funciones. La flexibilidad se plantea de manera
externa con respecto a sus modalidades de contratación y despido, generando una
fuerza laboral que puede ser movilizada dentro y fuera de la organización. Coller (1997), González (2006) y De la Garza (2000), destacan que
existe una corriente marxista que se conoce como regulacionista. Ella indica
que los cambios en el mercado de trabajo son parte de un nuevo régimen de
acumulación, diferente al que se consideraba dominante luego de la Segunda
Guerra Mundial. Las obras de Boyer, Aglietta, Coriat y Palloix han dado cuerpo
a esta tesis.
Para Ianni
(1999), sociólogo brasileño de enfoque marxista, la flexibilidad del empleo
comprende una reorganización de la clase obrera en los ámbitos regional,
nacional y mundial. Como consecuencia de la flexibilidad, señala, se modifican
los patrones de sociabilidad de los trabajadores, de su vida cultural y su
conciencia; al igual que el capital, la tecnología, la fuerza del trabajo y la
división del trabajo, también tejen el nuevo mapa del mundo, pues se mezclan civilizaciones,
culturas y razas, en los movimientos migratorios que atraviesan fronteras
geográficas y políticas.
Además, Octavio
Ianni plantea que la división internacional del trabajo ha traído como
consecuencia la reorganización del mapa laboral en el mundo, llevando a la
especialización en la producción de determinados bienes y servicios, en los
distintos países del orbe como consecuencia de la globalización y del libre
comercio.
Otros autores
como Richard Sennett[3] hablan de la FL de una manera enfocada en
la fragmentación social. Considera que “La
aprehensión del trabajo se ha introducido en todas partes, y ha desleído la
autovaloración, dividido familias, fragmentado comunidades y alterado la
química del trabajo” (Sennett, 2006:101) y agrega: “En lugar de turnos fijos que varían de un mes a otro, la jornada de
trabajo es un mosaico de gente con horarios diferentes y más personalizados”.[4]
Este autor
plantea que los trabajos flexibles se caracterizaran por su incapacidad de
generar un proyecto sólido de vida y por los modos de comportamientos
asociados, y que generan falta de compromiso a largo plazo, el inmediatismo, la
débil lealtad, el juicio basado en la conveniencia individual más no en la colectiva;
se involucran en las relaciones interpersonales del sujeto, poniendo en riesgo
la propia conformación del carácter, así como el desarrollo de vínculos
sociales estables y duraderos.
Dentro del
marxismo esto se puede interpretar como la enajenación del hombre respecto a su
propio trabajo, dado que éste, para tener una mejor vida material y satisfacer
sus necesidades, debe permanecer más tiempo en el trabajo para obtener más
ingresos. La flexibilidad laboral no sólo entraña implicaciones salariales,
económicas, legales, productivas, tecnológicas, funcionales o de ajustes
normativos para los trabajadores, y para
que estos se adapten al contexto que la dinámica del mercado de trabajo y el proceso globalizador
le dicten, sino que también trae consecuencias sociales e individuales que
impactan de manera negativa en su calidad de vida.
CONCLUSIÓN
Ser o no ser de pensamiento marxista no
impide retomar sus ideas y postulados para explicar algunas de las
problemáticas que hoy aquejan a la sociedad y la economía mundial. Éstas, asociadas a la clase trabajadora y
los dueños de los medios de producción, responden a otra lógica global debido a
que se desarrollan en un contexto, territorio, espacio, tiempo y región
diferentes, cuyas particularidades los hacen únicos y deben ser abordadas de
acuerdo a esa misma lógica. Sin embargo, para explicarlas aun es necesario
recurrir al pensamiento marxista. Términos, explicaciones, metodología y
algunas expresiones son retomados porque son la base para explicar parte de la
realidad histórica que nos acontece.
Desde el
pensamiento y la metodología marxista es posible explicar los problemas
sociales, económicos y culturales del contexto mundial, regional y local. El
conflicto que se da en la relaciones de producción aún persiste en el contexto de nuestro tiempo y se
reafirma con el proyecto neoliberal. El hecho de que diversos autores adscritos
o no al pensamiento marxista utilicen sus ideas para explicar la realidad,
refuerza esta afirmación.
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Barcelona.
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Smith, A.
(2002). La riqueza de las naciones. Publicaciones Cruz O. México.
Stiglitz,
Joseph E. (2009). El malestar en la globalización. Taurus. México.
[1] La OIT (2000) define la flexibilidad laboral como "...la eliminación, disminución,
aflojamiento o adaptación de la protección laboral clásica, con la finalidad
-real o presunta- de aumentar la inversión, el empleo o la competitividad de la
empresa".
[3]Este autor estadounidense centra sus
preocupaciones en las consecuencias personales del nuevo capitalismo en la vida de los
trabajadores, en la reconfiguración y las transformaciones del mundo del trabajo a partir del
neoliberalismo, y las nuevas formas flexibles de producción. Este es un autor
que no se posiciona como marxista y que, según él, nunca tuvo que leer a Marx
pero se adscribe a la corriente pragmatista
y coincide con varias de la ideas de Marx.
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